LA FRASE

"LE DIJE AL PRESIDENTE MILEI QUE ESTOY MUY INTERESADO EN INVERTIR EN SU PAÍS, ESPECÍFICAMENTE CONTRATANDO A LOS CIENTÍFICOS DEL CONICET, ARSAT Y EL PLAN NUCLEAR QUE SU GOBIERNO ESTÁ DESPIDIENDO." (ELON MUSK)

viernes, 27 de diciembre de 2019

A REGULAR SE HA DICHO


Más allá de la amplia gama de negocios en los que fueron incursionando con el tiempo (como los fondos de inversión, las AFJP, las colocaciones de deuda o el lavado de dinero), el corazón del negocio de los bancos sigue siendo la intermediación entre la oferta y la demanda de dinero, captando ganancias por el "spread" o diferencia entre las tasas pasivas que pagan a los depositantes por recibirles sus ahorros, y la activa que les cobran a quienes les piden un préstamo.

Durante el macrismo, buena parte de sus colosales ganancias tuvieron que ver con la completa desregulación del negocio financiero que las diferentes gestiones al frente del Banco Central fueron instrumentando, empezando por la de Federico Sturzenegger y siguiendo con las demás.

Entre esas medidas desregulatorias y ya en los primeros días de la gestión de  Macri (un indicador claro de cuáles eran sus prioridades, y los sectores cuyos intereses venía a expresar), Sturzenegger eliminó las resoluciones del Banco Central que venían de los tiempos de la gestión de Alejandro Vanoli por las cuales el BCRA regulaba implícitamente las tasas y los niveles de ganancias de los bancos por esa vía.

Lo hacía calzando las tasas con las que el propio Banco Central pagaba por las LEBAC's, que siempre funcionó como una tasa de referencia del mercado, pero en éste caso le añadió "pisos" y "techos": los bancos no podían pagar menos de interés a sus depositantes a plazo fijo que un determinado porcentaje de la tasa de las LEBAC'S, y tampoco podían cobrarles más de otro determinado porcentaje, con la misma referencia.

La regulación dejaba un espacio para la competencia entre los bancos por captar ahorristas, o generar alternativas de acceso al crédito a los particulares y las empresas, esto último complementado con la línea de préstamos obligatorios a tasa subsidiada; otra regulación que impuso el Banco Central en tiempos del kirchnerismo (en la gestión de Mercedes Marcó del Pont en la entidad), obligándolos a prestar a las empresas (en especial a las Pymes) para financiar capital de trabajo, a un tasa menor a la del promedio del mercado, un porcentaje obligatorio de sus depósitos, establecido por el BCRA.

La nueva gestión del Central que encabeza Miguel Pesce debutó con una baja de cinco puntos o más en la tasa de las LEBAC's (tasa de política monetaria y de referencia en el mercado, como se dijo), desandando los cuatro años de desgobierno macrista en los que los niveles exhorbitantes que pagaba por esa tasa un Estado desesperado por endeudarse, marcaban la pauta del insostenible nivel general de tasas del mercado financiero.

Sin embargo, hecha la ley hecha la trampa, como dicen: leemos acá en Infobae que la respuesta de los bancos fue trasladar en su totalidad esa baja porcentual en los puntos de tasa de interés que le cobrarían al Estado para prestarle, a la que le pagan a sus ahorristas por los plazos fijos; sosteniendo así el "spread" y por ende sus descomunales niveles de ganancias.

Bastante es ya que, en el marco de la emergencia económica, hayan zafado de algún aumento de Ganancias o alícuota adicional del impuesto, o impuesto especial extraordinario por sus exhorbitantes ganancias con los títulos públicos en los cuatro años del macriato, como para permitirles que sigan en la joda, aun cuando la baja de tasas contribuya a facilitar el acceso al crédito a las empresas, y a las personas.

Se hace imperioso volver a las regulaciones de los tiempos de Vanoli, con las cuáles además los bancos seguían ganando plata, pero menos; y si no veamos las cifras que arroja la propia nota de Infobae de la que hablábamos más arriba: por ejemplo el Nuevo Banco de Santa Fe del grupo Eskenazy pasó a pagarles un 38,5 % anual a sus depositantes a plazo fijo, mientras le acaba de cobrar al gobierno de la provincia un 55 % por los adelantos en descubierto para poder pagar los aguinaldos, una tasa que en anteriores meses del año y con el socialismo había llegado al 70 % en promedio.

Entre las entidades bancarias que se apuraron a trasladarles a sus ahorristas el recorte en sus ganancias que representa la baja de tasas inducida por la nueva gestión del BCRA (en un comportamiento similar al de las grandes exportadoras que le trasladan al productor los cambios en las retenciones), hizo punta nada menos que el Banco Nación: aunque se comprenda que el principal banco estatal del país deba recomponerse patrimonialmente del saqueo macrista que estuvo a punto de quebrarlo, es necesario que en su operatoria se alinee con los objetivos de la política económica.

Uno de los cuales (y central sin dudas) es desdolarizar la economía y resolver la restricción externa (escasez de dólares), restringiendo la demanda de divisas para atesoramiento y fuga, para lo cual es necesario que los ahorristas tengan alternativas rentables de inversión. De allí lo puesto en la ley de emergencia en cuanto al impuesto a la compra de divisas, la exención tributaria para la adquisición de bonos públicos o para la colocación de depósitos a plazos fijo; eso sin contar que el "cepo hard" no puede sostenerse indefinidamente.  

Pero volviendo a los bancos, y parafraseando a Perón, los bancos no son buenos, de allí la necesidad de regularlos, para que sean mejores. O aquello que dijo Alberto de "los últimos serán los primeros", pero al revés.

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