LA FRASE

"LA CANTIDAD DE PERROS DEL PRESIDENTE ES UNA DE LAS CUATRO O CINCO COSAS EN LAS QUE LOS ARGENTINOS NOS TENDRÍAMOS QUE PONER DE ACUERDO." (MANUEL ADORNI)

martes, 17 de diciembre de 2019

APUNTES PARA LA MILITANCIA


Nueve meses atrás, en abril de este año, cuando ya vislumbrábamos que era posible vencer al macrismo y desplazarlo del gobierno, decíamos en ésta entrada: "Ante la posibilidad real y concreta de que el peronismo vuelva a gobernar en el país a partir de diciembre, podemos dar por seguro que las vocecitas chillonas reaparecerán, en todo su volumen: sería iluso pensar que se llamarán a silencio, luego de haber metido la pata votando como votaron, o ante la incontrastable evidencia de que "su" gobierno, el que ellos eligieron, hizo todas las cosas que le molestaban del kirchnerismo, pero peores.

También sería iluso suponer que la sola circunstancia de un cambio de gobierno producirá como por arte de magia la solución de todos los problemas del país, la grandeza de la patria y la felicidad del pueblo, esos apotegmas sencillos pero contundentes del peronismo. Es seguro que entonces y montado en esas circunstancias, volverá el coro de las vocecitas chillonas. 

Con más fuerza si es necesario tomar medidas drásticas para lidiar con lo que hoy ya podemos saber que será una pesada herencia que nos dejara otro experimento neoliberal fallido, como por ejemplo restringir el acceso a las divisas o controlar las importaciones, por decir algo: es de manual que al que con "su" gobierno" no podía comer asado ni comprar leche, con el nuestro volverá a reclamar porque falta té de Ceylán. Es parte de nuestro folklore.

¿Qué hacer entonces, con esta gente y sus vocecitas chillonas que volverán a quejarse para ser -como acostumbran- el centro de nuestra atención? En 1951, en otro contexto histórico, el inolvidable Discepolín les dedicó un montón de charlas en un ciclo radial que se llamó "Pienso y digo lo que pienso", convencido de que no podría convencerlos. Emprendiendo lo que él mismo juzgaba una empresa destinada al fracaso, desde el principio.

Pues se nos ocurre que lo que hay que hacer con las vocecitas chillonas es, lisa y llanamente, ignorarlas: valga la experiencia horrenda del macrismo para aprender que hay que elegir las peleas que dar, conservando las energías para las que realmente valen la pena. Que se conviertan en parte del paisaje, como el zumbido de los mosquitos en verano, o el viento. Acaso eso -que los ignoremos- sea lo peor que podamos hacerles. Vamos a tener muchas otras cosas más importantes que hacer.".

Pues bien, nueve meses después estamos en el punto que preveíamos entonces: envalentonados por la remontada que pegaron de los resultados de las PASO a las cifras de su derrota (porque perdieron, aunque no se den cuenta, o hagan como que no) en la primera vuelta, y espoleados por los cambios en las retenciones que pusieron en alerta a las patronales del campo, ya están llamando a los cacerolazos y cortes de ruta; como si entre diciembre del 2015 y éste mes que transitamos no hubiera pasado nada, y estuviéramos en el 2008.

Y frente a ese reseteo de ellos, a nosotros se nos hace muy difícil evitar la tentación de subirnos a la pelea dialéctica con ellos, en las redes sociales, en el trabajo o en las reuniones familiares o con amigos. Pero seamos inteligentes, y aprendamos de la experiencia: una cosa es movilizarnos y salir a la calle en defensa de nuestro gobierno si las circunstancias lo exigen, la otra es gastar energías discutiendo con la pared, o lo que es lo mismo, con alguien que no está dispuesto a moverse un centímetro de su modo de pensar; porque lo que le molesta no son las políticas del nuevo gobierno, sino el resultado electoral, y la mera existencia de ese gobierno.

Si algo marcó el reciente proceso electoral es, precisamente, la existencia de la famosa "grieta", y el absurdo de pretender cerrarla como por arte de magia, dejando la vida (y el capital y la legitimidad políticos que conseguimos en las urnas el 27O), en el intento. Tenemos cosas más urgentes que atender, como decíamos hace ya nueve meses.

Y el primero que lo ha entendido es el propio Alberto y por eso, más allá de su temperamento y lenguaje conciliador, avanza por donde debe avanzar, a la hora de repartir las cargas en el esfuerzo para salir de la crisis. Allí hay que concentrar la atención: mientras se aumenten retenciones y Bienes Personales, o se recargue con un impuesto la compra de divisas para viajar o las compras con tarjeta en el exterior, o los bienes declarados en el blanqueo, para financiar aumentos en las jubilaciones, las pensiones o la AUH, estaremos bien; digan lo que digan las vocecitas chillonas. Que no son más que el coro ruidoso de los sectores silenciosos que los mueven (porque para eso disponen de los medios), para que chillen en defensa de sus intereses, que son los realmente afectados.

Cuando el conflicto por las retenciones móviles del 2008 culminó con nuestra derrota en el gobierno por la traición de Cobos, ellos creyeron tocar el cielo con las manos; y luego de fracasar en la movida destituyente contra Cristina ensayaron con éxito en las legislativas del año siguiente el experimento de colar los "agrodiputados" en sus listas, y el copamiento del Congreso con el "Grupo A" en el 2010.

Sin embargo, apenas un año después fueron impiadosamente derrotados por el 54 % de Cristina, por una razón muy sencilla: una cosa es concitar adhesiones sociales transitorias de terratenientes de maceta, y otra muy distinta es estabilizar a largo plazo y en condiciones de democracia abierta, un proyecto político que contempla los intereses de -como mucho- el 15 % de la sociedad; y que para consolidarse debe agredir fuertemente los intereses y las condiciones materiales y objetivas de existencia del resto.

Que fue ni más ni menos que lo que le pasó al macrismo en estos cuatro años, y por eso perdieron y tuvieron que dejar el gobierno, cuando pensaban (ellos y muchos otros) que venían a sentar las bases de una larga hegemonía. Si el gobierno de Alberto está siendo coherente con su programa electoral y con el mandato que recibió de la ciudadanía, seamos inteligentes nosotros para defenderlo, haciendo hincapié en esa circunstancia, y no en la réplica al coro de vocecitas chillonas, que no es lo que importa.

El absurdo teórico (que cometen ellos) de pretender que el que ganó las elecciones siga aplicando el programa del que las perdió, se traduce en la vida cotidiana en la más absurda pretensión de que el que no le alcanza para llegar a fin de mes, o para poder comer todos los días, tenga que solidarizase con millonarios panzones, gente con todos los problemas acuciantes resueltos cuyo mayor dilema es vacacionar en el exterior, o fugadores seriales de capitales, con activos en el exterior. 

Hay allí dos mundos tan lejanos, como la distancia que separa la Luna, de la Tierra. Y nuestra meta debe ser hacerlo visible, para los que están acá, en la Tierra, con los problemas de todos los días. Es de ellos de los que nos tenemos que ocupar, no de los que prefieren seguir viviendo en la Luna.

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