LA FRASE

"ME DICEN QUE ESTÁ VINIENDO PARA ACÁ EL MINISTRO CAPUTO, ASÍ QUE TRÁIGANME ESA REMERA QUE DICE "NO HAY PLATA"." (KRISTALINA GEORGIEVA)

martes, 17 de enero de 2023

ACÁ NO HA PASADO NADA

 

Buena parte de los años transcurridos entre 1955 y 1973, el país antiperonista pretendió que viviéramos como si el peronismo jamás hubiera existido, o hubiera sido una pesadilla de la que los argentinos tuvieran que despertar algún día. Sin intentar jamás superarlo haciendo desaparecer las causas que lo generaron (la injusticia social de un país rico con la mayoría de su gente pobre), ensayaron mil y una alquimias institucionales para reemplazarlo, que estaban condenados al fracaso de antemano, precisamente por esa falencia original.

Como no se puede reemplazar lo nuevo con lo viejo ni negar "la realidad efectiva", el resultado fue la constante inestabilidad del sistema político por ausencia de representación de las grandes mayorías nacionales. Después de años de intentar la persecución y el condicionamiento (el Estatuto Fundamental de Lanusse que sostenía la proscripción personal de Perón o lo forzaba a volver al país bajo los términos de la dictadura), a partir del 76' se ensayó la profundización de la represión a niveles inimaginables hasta entonces primero -junto con la concienzuda destrucción de los pilares económicos de la Argentina peronista-, y la integración y asimilación después, con el menemismo.

Ambas estrategias se revelaron más exitosas que las ensayadas hasta entonces, y pasamos del "hecho maldito del país burgués" que describía Cooke, a la Moncloa de un país con dos derechas, sacralizado en el Pacto de Olivos y la reforma constitucional de 1994; cuyas premisas centrales fueron sostener la competencia electoral que demandan las reglas democráticas, pero suprimiendo la disputa de modelos antagónicos de país, encarnados por fuerzas políticas que pugnan por imponerlos a la sociedad.

La implosión de la convertibilidad en la crisis del 2001 fue el fracaso de ése otro ensayo, y el kirchnerismo la salida inesperada; que instauró una nueva gobernabilidad que se sostuvo en el tiempo más que ninguna antes, incluso el primer peronismo. Gobernabilidad no exenta de tensiones, disputas ni conflictos, pero durante la cual jamás se dudó (ni los propios ni los extraños) que el país tenía gobierno, y a su frente estaba un/a presidente/a, que hasta donde podía, era quien tomaba las decisiones más trascendentales sobre su rumbo. 

Como pasó con el primer peronismo, al kirchnerismo lo combatieron o trataron simplemente de ignorarlo, considerándolo -y en buena medida lo era- una anomalía pasajera en el sistema político de equilibrios diseñados en los 90', que tarde o temprano sería olvidada. Incluso se sostuvo ese discurso desde el propio peronismo en nombre de una ortodoxia que no era la del 45' (como pudo pasar en los conflictos internos de la década del 70'), sino la del Consenso de Washington, aunque no se lo dijera explícitamente.

Y al igual que con el primer peronismo, jamás intentaron superarlo, creando las condiciones donde no fuera necesario: bien cercano tenemos el recuerdo de lo que hizo la derecha social, económica y política encarnada en el macrismo como representación electoral cuando le tocó gobernar con los salarios, el entramado productivo, la autonomía del país y la del gobierno, frente a los poderes fácticos del país y del extranjero. 

Las condiciones creadas por el "lawfare" (el nuevo nombre de la vieja persecución política del antiperonismo contra el peronismo y sus líderes) como punto máximo de la conflictividad alumbraron el paso al costado de Cristina en el 2019, y la candidatura de Alberto; una oferta de paz que fue leída no como un pedido de armisticio, sino como una bandera blanca de rendición incondicional. Por las condiciones personales del elegido y por la naturaleza intrínseca del estalibshment vernáculo -que depone diferencias y unifica personería cuando siente que su hegemonía está en riesgo-, el ensayo estaba destinado al fracaso, hasta aquí no pudo evitarlo, y transcurridas más de las tres cuartas partes del mandato nada indica que lo hará.

Tal como pasó con el primer peronismo, al kirchnerismo se puede intentar ignorarlo como si jamás hubiera pasado, combatirlo por todos los medios posibles (dentro y fuera de las reglas propias de la competencia democrática) o superarlo, haciéndolo innecesario. Hasta aquí se han intentado -como pasó con el peronismo original- las dos primeras variantes, desde adentro y desde fuera del propio peronismo: ahí andan espectros políticos vivientes como Duhalde o Carrió levantándose desde sus sepulcros electorales como si estuviéramos en 2002, o el peronismo antiperonista de Schiaretti y Urtubey ensayando "terceras vías por fuera de la grieta" o paparruchadas por el estilo, en el enésimo intento de armar una colectora que le drene votos al peronismo, para que gane el antiperonismo; como en 2007, 2009, 2011, 2013, 2015, 2017 y 2019, con suerte dispar.

Sin embargo y en tanto encarnación actual mayoritaria de la experiencia peronista, al kirchnerismo lo acecha el riesgo de ser condenado (otra vez recurrimos a Cooke) a la esterilidad histórica por su asimilación o integración en el régimen, tal como le sucedió al peronismo tras la vuelta a la democracia, en los 90' con el menemato. El ensayo Massa -tal como el ensayo Alberto-, si se intentara, nace con los mismos vicios de origen: si no se atienden las causas, subsistirán las consecuencias. También Frondizi en su momento ensayó una forma de "derrame", en la que convivieron el crecimiento económico con el Plan Conintes, el Plan Larkin y la represión en el frigorífico Lisandro De La Torre, y ya sabemos como le fue.

O lo que es lo mismo, si se persiste en llevar adelante el ajuste del FMI en año electoral, con una pauta salarial para las paritarias del 60 % contra una inflación -el festejado 5,1 % de diciembre- proyectada anualmente del 80 % para usar al salario como ancla inflacionaria, la suerte electoral está echada, más allá de quien sea el candidato; ni hablar si es el mismo que ejecuta el ajuste. 

Porque sin recuperación del salario no hay peronismo, hay otra cosa, pero lo más importante: a largo plazo no habrá estabilidad política del sistema en su conjunto, por déficit de representación: la Moncloa de los salarios bajos con la que sueñan algunos y verbalizó Larreta no garantiza la pax romana, ni muchos menos. Y si Cristina no es candidata, el problema se agudizará, porque como pasó con Perón, los liderazgos políticos no se decretan, sino que son consecuencia de la asunción explícita de esa necesidad social de representación política. Tuits relacionados: 

7 comentarios:

Marcos Buchin dijo...

pero no lo deja bien parado a Massa el reportaje

La Corriente Kirchnerista de Santa Fe dijo...

Ajá. ¿Y?

Anónimo dijo...

coincido con que el vacuo arribista de Tigre no queda bien parado. Tanto como Uñac, Bordet y......pucha no me sale otro nombre más...

Anónimo dijo...

A mi lo que me llamó la atención del reportaje del Perro a Massita es que se olvidó de preguntarle como es que, con una inflación del 94,5 % los jubilados y pensionados tuvieron aumentos del 72,2 %.Un olvido de principiante sin dudas.

Anónimo dijo...

Por suerte nos queda Rodríguez Saá, que compra "dólares bolsa" con títulos públicos que le dio la Nación haciendo subir el "blue", y la suegra de Busatto que da de baja 154.000 planes sociales de gente que no puede hacer los trámites por Internet. Hay futuro (?).

Anónimo dijo...

1) ah...me acordé: además de Uñac y Bordet faltaba Perotti
2) la cheta de Puerto Madero suegra de Busatto ? es una ironía ? e vero ? Disculpen mi ignorancia diría JLB

Anónimo dijo...

El troll rossista que entra acá al solo efecto de pegarle a Perotti está cada día más previsible, además de bastante desinformado de cosas que son de público y notorio.