El DNU 70 sigue vigente pese a haber sido rechazado por amplia mayoría en el Senado, y no hay fecha a la vista para tratarlo en Diputados, ni para que los crápulas de la Corte Suprema se dignen a considerar su capítulo de reforma laboral: Con fundamento en sus disposiciones, el gobierno avanza en la transformación de las Sociedades del Estado en sociedades anónimas para liquidarlas, y en la política de desregulación de las rutas aéreas, que tiene por exclusiva finalidad vaciar a Aerolíneas Argentinas, para insistir en su privatización, excluida del listado de la ley bases.
Algo similar sucede en YPF, que se está desprendiendo de permisos de exploración y explotación por monedas, en licitaciones armadas a la medida de las otras petroleras que compiten con ella en el mercado, cuyos hombres la conducen por decisión de Milei. El mismo que se jacta de ser el topo puesto adentro del Estado para destruirlo y haber producido 25.000 despidos, mientras anuncia 50.000 más, y ya los empezó a ejecutar.
El derrumbe de la economía es sistemático en todos los rubros que se pueden medir (actividad, empleo, salarios, recaudación, producción industrial, ventas) y la precaria ancla cambiaria a la que el gobierno apeló para evitar otro fogonazo inflacionario pende de un hilo, frente a las presiones de los exportadores y el FMI por una nueva devaluación, que pulverizaría aun más lo salarios y jubilaciones.
Milei sigue insultando a la oposición -incluso a la "dialoguista"- pese a haber ensayado presuntos gestos conciliatorios como el funambulesco "pacto de Mayo", y amenaza con vetar cualquier ley que altere su meta de conseguir el superávit fiscal a cualquier precio. Incluso un módico aumento a los jubilados, o una también módica recomposición del presupuesto universitario, de la que los "dialoguistas" como la UCR ya se han olvidado, pese a haberlos impulsado.
La persecución de la protesta social parece haber tenido éxito, tanto que aun hoy permanecen detenidas personas por manifestarse en el Congreso; mientras no se observan reacciones significativas frente a éste estado de cosas. Ni políticas, ni institucionales, ni sindicales ni -y esto es lo más grave- de la sociedad. Es como si el desastre generalizado comenzara a naturalizarse.
Como si se estuviera esperando que un buen día, de repente y sin que nadie haga algo para que suceda, todo explote solo por los aires, fruto de su intrínseca inconsistencia. Como si una sociedad entera encogiera los hombros diciendo "esto es lo que votó la gente, y hay que aguantárselas".
O como si fuera cierto que "todo pasa", y éste presente de oprobio pasará, también. Sin importar lo que deje en pie.
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