El peor atentado de la historia argentina fue el bombardeo a la plaza de mayo el 16 de junio de 1955. https://t.co/6H2qWzuFD5
— La Corriente K (@lacorrientek) July 18, 2024
Cuando en la Argentina se habla de negacionismo todos pensamos en los que cuestionan el número de desaparecidos en la última dictadura militar, o incluso que en el país haya habido un plan sistemático de violación de los derechos humanos ejecutado por el terrorismo de Estado.
Y sin embargo, existe desde antes, y lo que sucede con los bombardeos a la Plaza de Mayo y sus alrededores el 16 de junio de 1955 lo demuestra: ¿Cuántos argentinos saben exactamente que fue lo que pasó ese día, quiénes perpetraron el crimen, cuántas fueron sus víctimas o cual era el propósito último de los asesinos?
Si muchos aun hoy lo desconocen es porque durante años fue ocultado y negado como si nunca hubiera sucedido, o peor aún: como un hecho más de nuestras convulsiones políticas. Recordemos a Halperín Donghi centrándose en la quema de algunas iglesias del centro porteño al historiar los sucesos de ese día para hacer apenas una referencia marginal a los bombardeos, que fueron su causa: su odio gorila le nubló hasta el juicio del historiador profesional que debe correlacionar los sucesos que analiza, conforme fueron sucediendo y se influyeron unos a otros.
El negacionismo de los crímenes de la dictadura va siempre unido a la apología del denominado Proceso como el cuerpo a la sombra, y el mensaje implícito -a veces brutalmente explícito- de los negacionistas es que las atrocidades estuvieron justificadas, y que llegado el caso, podrían volver a estarlo. Más que negar entonces, afirman: si pudieran y lo juzgaran necesario, lo volverían a hacer. Eso es lo que están diciendo -por ejemplo- los diputados que visitaron a Astiz, Donda, Suárez Mason y otros genocidas en la cárcel.
Con el negacionismo de los bombardeos del 55' pasa algo parecido, y por eso persiste, tanto cuando se insiste en considerar al cruel atentado contra la AMIA de hace 30 años como el mayor de la historia argentina (cuando en el 55' en la Plaza y sus alrededores murieron cinco veces más personas, y se intentó destruir la sede del gobierno y matar al presidente para ejecutar un golpe de Estado), o cuando se fecha el bautismo de fuego de la Fuerza Aérea en los combates en Malvinas, como si de ese modo se pudiera borrar el oprobio de quienes usaron las armas que se les confiaron, en contra de su propio pueblo indefenso.
Se niegan aquellas bombas del 55' -como se negaron también los fusilamientos del 56', o se ocultó por años la tenebrosa historia del cadáver de Evita-porque en la matanza estaban implicados no solo sectores rebeldes de las fuerzas armadas, sino partidos políticos: uno de los aviones era tripulado por Zabala Ortíz, que a los pocos años sería canciller del gobierno de Illia; y pocos meses después cuando el gobierno de Perón fue derrocado, esos mismos partidos políticos aceptaron formar parte de la Junta Consultiva de la Fusiladora, y convalidar con su presencia la fraudulenta convención reformadora de la Constitución que vino después de la derogación del texto de 1949, por un bando militar.
Ni los fusilamientos de Valle y sus camaradas, o los de los civiles masacrados en los basurales de José León Suárez los hicieron renunciar a esas canonjías, en disconformidad: la idea era entonces (y siguió siendo después) que se había acabado la leche de la clemencia, que la letra con sangre entra y que frente a la amenaza peronista, todo era admisible. Mucho antes de 1976, donde esa huella de sangre se profundizaría hasta límites desconocidos.
El negacionismo del atentado del 55' y de su magnitud es también negar eso, o pretender que se olvide, porque además les permite confundir sobre los orígenes de la violencia política que sacudió al país: así como Halperín Donghi se centraba en la quema de los templos y obviaba los bombardeos, años después se habló de las organizaciones armadas o el secuestro y muerte de Aramburu por Montoneros, como si antes no hubiese pasado lo que pasó: las bombas, los fusilamientos, las proscripciones y persecuciones. Una vez más: causas y efectos.
Si alguien encuentra en estos olvidos -o negaciones- convenientes de la memoria colectiva algún hilo conductor con el discurso de los que se negaron a condenar el intento de asesinato contra Cristina, o lo relativizan como la ocurrencia de un puñado de loquitos sueltos, estará en lo cierto: es la misma pedagogía política que rompiendo el pacto democrático, sostiene -a veces sin decirlo, por cobardía más que por corrección política- que ciertas reglas no rigen para todos, o que algunos se merecen lo que les pasa.
Reconocer que los bombardeos a la Plaza de Mayo y sus alrededores fueron el mayor atentado terrorista de la historia argentina no significar negarles un ápice de piedad a las víctimas del atentado a la AMIA, ni dejar de acompañar a sus familiares en el reclamo de justicia. Por el contrario, permite reconocer cuan sinceros son algunos a la hora de condenar el terrorismo como metodología de acción política, o cuan comprometidos están con los valores del pacto democrático o los derechos humanos.
3 comentarios:
Los de Cromagnon todavía siguen diciendo que el suyo fue el acontecimientos NO NATURAL con más muertos. Evidentemente, ya que las bombas cayendo desde el cielo difícilmente pueda diferenciarse de una garúa fuerte.
Excelente. Y periodistas pseudoprogres ( y hay muchos...) como esta estúpida no hacen más que avalar lo escrito en el texto.
LOS PILOTOS DE LOS AVIONES que bombardearon Plaza de Mayo:
Osvaldo Cacciatore. - Carlos Carpintero -Horacio Pedro Estrada - Carlos Fraguío. - Eduardo Invierno - Carlos Massera - Néstor Noriega - Máximo Eduardo Rivero Kelly - Luis Suárez - Jorge Alberto Mones Ruiz - Santiago Sabarot - Nestor Noriega- Carlos Fraquio - Miguel Angel Zavala Ortiz, del partido Radical, único civil entre los pilotos.
Arrojan las primeras bombas a las 12,40 hs. Las primeras son 30 bombas de 100 kilos cada una, siendo la primer explosión sobre Hipolito Irigoyen y Paseo Colón, y además ametrallaban la calle, por ejemplo ametrallan seis cuadras de Av. de Mayo anteriores a la Plaza.
El Colo.
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