La táctica no es nueva, y ya se ha empleado con éxito en otras ocasiones, tanto que por eso la repiten: con Yabrán, Moyano y otros. Se busca un blanco cuidadosamente elegido por sus manejos turbios (sean reales o inventados, lo mismo da, todo suma), y cuanto más impresentable, mejor: nunca se aplicará la táctica con personas como Pérez Esquivel o Juan Carr (que en todo caso son objeto de ataques por otras cuestiones), porque la maniobra requiere de un piso mínimo de verosimilitud para funcionar.
El elegido tiene que ser alguien a quien pocos se animen a defender, o que directamente sea indefendible a menos que uno se incinere como bonzo en el intento, como le pasó a Jaroslavsky con Yabrán. De hecho, los defensores terminan siendo en un punto funcionales a la maniobra, y se los usa como argumento: "miren si será mafioso, que lo defiende...tal".
En realidad, en la mayoría de los casos, el blanco es un negro, y si es gordo mejor, porque si vamos a trabajar sobre los sesgos cognitivos del prejuicio, no hay que dejar afuera ninguno que sirva para el objetivo. Por eso estas cosas nunca le van a suceder a gente rubia, blanca y de ojos claros, como Cavallo, Sturzenegger o Macri; aunque sean cien veces más mafiosos que el elegido, o hayan hecho cosas mucho peores que las que le endilgan (muchas con razón) al "Chiqui" Tapia.
El propósito no es uno solo sino varios, el primero, distraer: del contexto político y social y -no excluyente con ello- de otros negocios que se quieren consumar, y para los cuales el elegido es un obstáculo: recordemos cuando en tiempos del menemato Cavallo encabezó la cruzada contra Yabrán, en el que había personalizado todos los males del país, no para moralizar la gestión pública, sino para allanarle el camino a Federal Express para controlar el mercado telepostal del país, haciéndole los mandados a la embajada. Eso sin contar que mientras nos hacían indignar con Yabrán, entregaban el país y hambreaban a su pueblo, con consecuencias que aun hoy estamos pagando.
Hace pocos días, la justicia sobreseyó a Capitanich, Mariotto y Aníbal Fernández en la causa del "Fútbol Para Todos", diciendo después de 15 años lo que se sabía desde el principio: no existió delito, o peor aun, los fiscales nunca lograron precisar de cual se trataba, no hablemos ya de probar que los acusados lo cometieron. Pero el propósito se cumplió con creces: con la excusa de los presuntos curros Macri (cumpliendo los deseos de Magnetto) eliminó el "Fútbol Para Todos" aunque había prometido lo contrario, y la televisación volvió a manos privadas. Que otros jugadores le hayan soplado el negocio a Clarín no cambia la conclusión, porque son las reglas del meercado.
Y el caso Tapia no difiere en su lógica de todo lo expuesto: entre los múltiples negocios que se le atribuyen al presidente de la AFA, hay uno que no concretó, con consecuencias que podrían serle fatales: dejar vencer el contrato con Clarín y sus socios para la televisación de los partidos del ascenso sin renovarlo, coqueteando con la idea de montar un canal de stream propio, o volver a licitar los derechos. Si hubiera hecho ése negocio, seguramente otra sería la historia.
Al gobierno la maniobra le interesa y le sirve (y por eso se suma con entusiasmo tirándole a Tapia con todo lo que tiene) sea para volver a la carga con la idea de transformar a los clubes en SAD (algo que como bien sabemos, es para acercar a los pibes a los clubes y alejarlos de la calle y la droga, nada que ver con negocios), o -fundamentalmente- para tenernos a todos entretenidos discutiendo el pasillo de espaldas de los jugadores de Estudiantes; mientras envían al Congreso la reforma laboral que nos haría retroceder a 1943 (o más atrás incluso) y siguen apostando a la destrucción de los empleos y el salario, y avanzan a paso firme en su propósito de convertirnos en un Estado no libre, pero si asociado a los EEUU.
Si uno presta un poco de atención, la maniobra es bastante obvia, porque como dijimos, no es la primera vez que se ha ensayado. El secreto entonces está en no prestarse a ella tan fácilmente, aunque uno tenga ganas, o el personaje en cuestión le caiga mal; e incluso siendo efectivamente un delincuente, cosa que como ya se dijo, es condición de posibilidad de la maniobra.
Porque si es por eso, seguramente hay 100 blancos más importantes en los que canalizar el enojo que Tapia, empezando por Milei. O por el poder económico que en realidad es el que gobierna a través de él. El asunto es no validar el mecanismo por el cual nos dicen todo el tiempo a los argentinos de que tenemos que hablar, como tenemos que pensar o con quien nos tenemos que enojar, y más importante aun, lo contrario: de que no se habla y a quienes nunca se juzga.

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