LA FRASE

"VOLVÍ PARA OFRECERLE AL PRESIDENTE MI COLABORACIÓN PARA RESOLVER EL PROBLEMA DE LOS CANDIDATOS QUE PROPUSO PARA LA CORTE." (FABIÁN RODRÍGUEZ SIMÓN)

viernes, 19 de agosto de 2011

DESEQUILIBRIOS


Por Raúl Degrossi

Con encomio digno de mejor causa, el radicalismo sigue trabajando concienzudamente por su desaparición como fuerza política nacional, con aspiraciones de gobernar algún día en la Argentina.

Solo desde allí se pueden entender las declaraciones de ayer del presidente del partido, Ernesto "Canaleta" Sanz, y los presidentes de los bloques de diputados y senadores nacionales, Ricardo Gil Lavedra y Gerardo Morales; en una conferencia de prensa en la que estuvo ausente el candidato presidencial Ricardito, todo un símbolo: los radicales cierran así el círculo de otro fracaso con el velorio de otro Alfonsín, en este caso el hijo.

Ahora resulta que el voto popular (la savia nutricia de la democracia) es peligroso, porque puede causar "desequilibrios institucionales"; si el kirchnerismo repite en octubre el triunfo holgado del 14 y eso se refleja en la composición de las Cámaras del Congreso. 

Leer en esa clave los veinticinco años de lucha del radicalismo de Alem e Yrigoyen para garantizar el pleno imperio de la soberanía popular basta para comprender como su actual dirigencia se ha ido -por decirlo en palabras del propio Sanz- por la canaleta de la decadencia ideológica, las claudicaciones éticas y el alineamiento incondicional con los intereses del poder económico.

Porque cuando Sanz dice "cuando el gobierno, con una mayoría absoluta, avanzó y logró muchas leyes, perjudiciales algunas de ellas, para el conjunto de la sociedad", La Nación lo traduce con todas las letras: "Nosotros somos una mejor oposición institucional que el Frente Amplio", enfatizó ayer Sanz, en una primera estocada a sus rivales progresistas. "Hemos mantenido una clara coherencia parlamentaria opositora; no así otros bloques, más inclinados a creerse las políticas del Gobierno para luego terminar desengañados", fustigó, en clara alusión a dos leyes clave que el socialismo apoyó hace dos años y que sirvieron para montar, en parte, el poderío oficialista de hoy: la estatización de la jubilación privada y la ley de medios.".

O sea: una pisó los callos de Techint, y la otra los de Clarín; de modo que los desequilibrios que le preocupan a Sanz son justamente los mismos que desvelan a la Asociación Empresaria Argentina (AEA).

Pero además de ocultar para quiénes en realidad trabajan Sanz y el radicalismo (o decirlo con medias palabras), mienten; porque el kirchnerismo nunca tuvo la mayoría absoluta (más de la mitad de los miembros) en las dos Cámaras del Congreso, porque si bien pudo pasar en el Senado, nunca fue así en Diputados; donde debió apelar a alianzas y acuerdos con otros partidos para imponer sus proyectos, aun en el ciclo 2005-2009.

Así sucedió con la ley de Educación Nacional, la de financiamiento educativo, la reducción de los miembros de la Corte Suprema, la reglamentación de los DNU, la modificación del Consejo de la Magistratura, la cancelación de la deuda con el FMI, la derogación de la ley Banelco y la de las leyes de obediencia debida y punto final, el juicio político a la Corte menemista, la ley de protección de los derechos de niños, niñas y adolescentes, las reformas a la ley de Migraciones, la derogación del Código de Justicia Militar, la ley de represión de la trata de personas, la ley de Seguridad Vial y la estatización de Aerolíneas Argentinas; por citar los ejemplos más relevantes junto a los dos que menciona La Nación: la estatización de los fondos de jubilaciones y pensiones, y la ley de medios. 

Todas esas leyes fueron fruto de lo que la oposición y los grandes medios denominaron despectivamente "la escribanía K"; mientras que a partir de diciembre del 2009 (cuando los comandos civiles del Grupo A tomaron por asalto las comisiones del Congreso), la escribanía de Magnetto no pudo sancionar absolutamente ninguno de los proyectos que supuestamente iban a corregir el desequilibrio del cual ahora habla Sanz: la reforma del INDEC, la del Consejo de la Magistratura (para volver a una justicia atendida por sus propios dueños), la nueva reglamentación de los DNU (con la insólita pretensión de que la presidenta no pudiera vetarla), los superpoderes del Jefe de Gabinete, la eliminación de las retenciones, la regulación de la publicidad oficial o la coparticipación del impuesto al cheque. 

Si los radicales repasaran esa agenda fallida a la luz de los resultados del domingo, a lo mejor comenzarían a entender las razones del 12,17 % de Alfonsín; porque la gente votó masivamente en apoyo a una presidenta a la cual no le votaron el Presupuesto en el Congreso, no le prorrogaron las facultades delegadas -que no le negaron a Menem, De La Rúa y Duhalde- en medio de la crisis financiera internacional y no le hubieran permitido utilizar la reservas del Banco Central para pagar deuda; para obligarla a realizar un ajuste.

Cuando los grandes medios (que son los que de verdad les marcan la agenda, y ahora los mandan a decir estas sandeces) le reprochaban al Grupo A su fracaso, impulsaron el proyecto del 82 % móvil sin financiamiento, un mamarracho que Cristina vetó sin contemplaciones, y a juzgar por los resultados del domingo, sin pagar costo político alguno: una señal de que buena parte de los argentinos no desean incorporar el vidrio a su dieta.

Pero aun en el período de "hegemonía" kirchnerista en el Congreso, se produjeron votaciones como la de la resolución 125 con el desempate de Cobos, fruto de deserciones en el kirchnerismo: es curioso que a Sanz y al radicalismo la existencia de un vicepresidente opositor (caso único en los anales de la historia política mundial) no sólo no les pareciese un peligroso desequilibrio, sino que esa traición perpetrada desde el centro mismo del poder institucional del Estado fue saludada como el punto de partida de la recuperación del radicalismo.

El traidor de ayer (al integrar la Concertación Plural con el kirchnerismo) fue reivindicado por una nueva traición, y de expulsado por vida del partido pasó a ser candidato presidencial y salvador de la UCR: no hubo allí desequilibrios al parecer.

Y también miente Sanz (y lo hace a sabiendas) porque, aun con los resultados del domingo, el gobierno no lograría tener el control total de las dos Cámaras del Congreso.

En ocho provincias se eligen senadores (24 sobre 72, un tercio del cuerpo), de las cuales el kirchnerismo triunfó en siete y Rodríguez Saá en San Luis, como consecuencia de lo cual -de repetirse las cifras en octubre- el Frente para la Victoria tendría 14 senadores propios y dos de aliados (los del Frente Renovador de la Concordia de Misiones) exactamente igual que ahora; en todo caso recuperaría un senador por Formosa para que reemplace a la tránsfuga Bortolozzi, elegida en 2005 por el oficialismo y que se pasó con armas y bagajes a la oposición.

Los otros ocho senadores corresponderían 3 a Rodríguez Saá (los dos de su provincia y el de la minoría por San Juan), 3 a la UCR (los de la minoría de Formosa, Jujuy y Santa Cruz), Chiche Duhalde por Buenos Aires y Menem por La Rioja, que revalidarían sus bancas.

Por cierto: los 3 radicales (uno de los cuáles es Gerardo Morales, presente en la conferencia) son un regalo del Pacto de Olivos, en el cual Alfonsín inventó el tercer senador por provincia, una bolsa de trabajo para dirigentes radicales que eran eternos candidatos frustrados a gobernadores de sus provincias; invento que en Buenos Aires le pemitirá a Chiche Duhalde volver a ser senadora con apenas el 13,31 % de los votos, y a los 3 radicales con el 20,73 % (en Formosa), el 26,54 % (en Jujuy) y el 21,85 % (en Santa Cruz). 

Pero a Sanz le preocupan los desequilibrios que genera el 50,07 % de Cristina.  

Y con Diputados lo que sucede es muy claro: el kirchnerismo puede ganar mucho si se repite la elección, porque arriesga mucho: los diputados que se renuevan son los que ingresaron con la elección del 2007 que ganó Cristina, razón por la cual en el caso del Frente Para la Victoria pone en juego 49 de sus 87 diputados.

En el mejor de los casos podría sumar unos 25 más (haciendo a su vez la comparación con los resultados del 2007 y algunas transfugueadas, como pasó en Buenos Aires con Donda, Solá y Camaño), lo que llevaría su bancada a 112 miembros; de modo que necesitaría 17 aliados de otros partidos para tener quórum propio en la Cámara.

Por el contrario el radicalismo (que en el 2007 terminó en el tercer puesto con la candidatura de Lavagna), sólo pone en juego en octubre 14 bancas de su bloque de 43; y con los resultados del domingo a la vista perdería una cada una en Córdoba, Buenos Aires, Capital Federal, y sumaría una en Salta; lo que implica que bajaría a 41 diputados, en una Cámara de 257 miembros.

Es decir entonces que la preocupación de Sanz y la UCR no pasa verdaderamente por los "desequilibirios", sino es más módica: busca mantener algunos conchabos en el Congreso, porque para poder verdaderamente incidir como contrapeso del oficialismo en el Poder Legislativo, los radicales deben unirse con otros opositores, reeditando el fiasco del Grupo A; o de lo contrario, sus listas de diputados deberían obtener más o menos el 85 % de los votos en octubre, así que a otro perro con ese hueso.  

Lo que sucede en realidad lo explica muy bien acá Lucas; para la tribuna parecía que se comían los chicos crudos, se preparaban para gobernar y por eso eligieron a González Fraga como acompañante de Ricardito, para adentro se mataban a codazos por las listas legislativas porque se veían venir el Cristinazo.

Y por último no estoy para nada de acuerdo con Sanz en que el voto del 14 de agosto sea a favor del desequilibrio: fíjense que Carrió sacó apenas el 3,24 %.

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