LA FRASE

"LA CANTIDAD DE PERROS DEL PRESIDENTE ES UNA DE LAS CUATRO O CINCO COSAS EN LAS QUE LOS ARGENTINOS NOS TENDRÍAMOS QUE PONER DE ACUERDO." (MANUEL ADORNI)

domingo, 14 de agosto de 2011

P.A.S.O., PISO Y EL FUTURO DE LA REFORMA


Por Raúl Degrossi

Y finalmente llegamos al día en que se hacen en todo el país las primarias abiertas, obligatorias y simultáneas; uno de los puntos centrales de la reforma política  del 2009 impulsada por el kirchnerismo, y consagrada por la Ley 26.571.

Pero con todo y su importancia, las P.A.S.O. son sólo un aspecto de la reforma; alguno de cuyos efectos han comenzado a percibirse (por ejemplo en la asignación de los espacios publicitarios en medios audiovisuales), y otros más perdurables se verán en el tiempo, en la medida que la reforma se mantenga; para lo cual Cristina debe ser reelecta.

Porque no olvidemos algo: la reforma nació de una convocatoria al diálogo abierta por el gobierno tras las elecciones legislativas del 2009 (un oportuno recuerdo hoy, cuando todos hablan de diálogo y gobierno de unidad nacional), a la que no todos los opositores respondieron (la antisistémica Carrió, la más destacada de los ausentes), y a la que la mayoría que lo hizo, fue para cubrir las formas: el latiguillo era entonces que era "un traje a la medida de la candidatura de Néstor Kirchner".

En ese marco el proyecto entró al Congreso, en aquellos meses del 2009 en que el kirchnerismo forzaba la máquina antes del cambio de la composición de las Cámaras en diciembre (como ocurrió con la ley de medios); y para poder aprobarlo hizo concesiones a partidos aliados en un punto central: cuando entrarían a regir las condiciones exigidas por la reforma para constituir un partido político, y para que subsistiera su personería en el tiempo.

Condiciones que conviene recordar en lo central, en estos días en que oímos que la reforma es proscriptiva, o alienta el bipartidismo: afiliados equivalentes al cuatro por mil del padrón del distrito con un tope máximo de un millón de electores (lo que equivale por ejemplo a conseguir cuatro mil afiliados en la provincia de Buenos Aires, que tiene más de diez millones de electores), en cinco distritos como mínimo de todo el país si la personería buscada es nacional (con las provincias de la pampa húmeda, basta y sobra) y tener (de cara al futuro) por dos elecciones consecutivas un piso mínimo del 2 % del padrón del distrito respectivo, además de otros requisitos formales.

Esas condiciones eran diferidas en la sanción original del Congreso para las legislativas del 2013, con el propósito oculto de que no rigieran nunca: la oposición (y algunos partidos menores aliados al kirchnerismo) especulaban con el cambio de gobierno en el 2011, y otros como Biolcatti hasta fantaseaban con el final anticipado del mandato de Cristina, y una transición con un gobierno semi-parlamentario encabezado por Cobos (¿se acuerdan de Cobos?); en una salida igual a la de diciembre del 2001, y la presidencia provisional de Duhalde.

El veto de Cristina a los dos artículos de la ley que diferían la reforma abortó esas maniobras de cuajo, porque jamás el Congreso conseguiría los dos tercios para insistir con su sanción; ni siquiera contando con deserciones en el oficialismo, que el tiempo demostró fueron muchas menos de las esperadas; ni con los delirios jurídicos de Gil Lavedra, que llegó a escribir una columna en La Nación diciendo que la reforma no existía.

Y de ese modo la presidenta hizo un aporte sustancial a la calidad institucional de la Argentina; que con el tiempo se le reconocerá: la reforma política consagrada por la Ley 26.571 es el intento más serio por ordenar la representación política en la Argentina; fortaleciendo el sistema de partidos (que al fin y al cabo y aunque muchos lo olviden, tiene consagración constitucional desde la reforma del 94'), y echando las bases para empezar a poner punto final a su descomposición y fragmentación al infinito, tras la debacle del 2001.    

A tono con las críticas opositoras, la reforma fue ninguneada directamente por los medios, hasta que en febrero de este año la justicia electoral comenzó a decretar en todo el país la caducidad de la personería de partidos en diferentes distritos por falta de afiliados; y a medida que las primarias se perfilaban en el horizonte. Caducidades que -conviene señalar- en pocos casos fueron recurridas, y casi en ninguno revertida en sede judicial.

Entonces se comenzó a plantear sistemáticamente la duda sobre si las primarias se realizarían (apuntando a la falta de apego a las reglas de juego que le endilgan al kirchnerismo), y a su inutilidad después, al no existir competencia interna por las candidaturas presidenciales de los partidos.

El radicalismo y el peronismo federal ensayaron (a modo de deslegitimación política de la reforma) inverosímiles internas que eran aun más inútiles que lo que planteaban de las P.A.S.O. (en el caso de la UCR), y un papelón mayúsculo en el caso del peronismo federal; dicho esto por el mismo Duhalde.

El argumento de la inutilidad de las primarias por la falta de competencia es comiquísimo: antes de la reforma, ¿cuántas veces organizaron internas democráticas, con debate y efectiva competencia Pino Solanas en Proyecto Sur, Macri en el PRO o Carrió en la Coalición Cívica?

Sin embargo eso nunca les impidió levantar una y otra vez sus candidaturas (para luego bajarlas en algunos casos) sobre la base de estructuras políticas virtuales si no inexistentes, sin despliegue territorial a lo largo y a lo ancho del país, sin dirigencia intermedia visible -más allá de su rol de claque de la figura mediática de turno-, sin afiliados y concentrada en un puñado de distritos de la Argentina central.

O respaldada en una constelación de sellos de goma favorecidos porque la reforma no dispuso la caducidad de las afiliaciones partidarias, y la reapertura de los registros de afiliados; como lo es el caso del tren fantasma que conforma la arquitectura electoral de la candidatura de Duhalde.

Sobre esos aspectos centrales (y otros como el financiamiento y la distribución de la publicidad) pone la lupa la reforma; y por eso se la combatió y se la combate: fija un marco claro de reglas de juego que, si son sostenidas en el tiempo, reconfigurarán sin dudas el mapa político argentino.   

Pensemos por un momento en el efecto de los puntos estructurales de la reforma no ya sobre Altamira y su famoso 1,5 % (que es apenas el piso para pasar de las primarias a la general); sino sobre la Coalición Cívica o Proyecto Sur, por no mencionar al PRO que sueña con el eternamente demorado lanzamiento presidencial de Macri, pero no construye políticamente nada consistente con ese objetivo.

En un esquema de partidos políticos fuertes y construídos en serio, el lugar para el mesianismo de Carrió o Solanas, la holgazanería de Macri o la abulia de Reutemann, se reduce notoriamente.

No fue la reforma política motorizada por el kirchnerismo -que contiene a las primarias que hoy se celebran por primera vez- lo que demolió las candidaturas presidenciales de Cobos, Sanz, Das Neves, Macri, Reutemann y Pino Solanas; aunque el senador Giustiniani haya vaticinado lo contrario en el debate en el Congreso. Son los costos de haber compartido fórmula con Carrió: la pifia sistemática en los vaticinios políticos parece ser contagiosa.

Por esas razones todos estos meses los medios y la oposición mantuvieron oscurecido el debate sobre las implicancias reales de la reforma (que significaban exponer sus enormes precariedades de construcción política), distrayendo la atención con chucherías instrumentales como la boleta única y el voto electrónico; como si el problema de la representación política se pudiera reducir a cuestiones de informática o de bricollage.

Cuestiones que no en vano agitan sospechosas ong´s de presunta asepsia partidaria que no es tal, y que dieron lugar a experimentos inverosímiles con resultados políticos -desde el punto de vista de la gobernabilidad- sorprendentes para sus promotores, pero esperables para cualquiera que conociera un poco del asunto y de la política real; como el caso de la boleta única aquí en Santa Fe.

Y encima hay gente que porque cubre las sesiones de la Legislatura cree que entiende algo de política; y piensa que esos mamarrachos son parte de la solución, cuando claramente agudizan el problema; o que estos asuntos son materia reservada a los constitucionalistas, que por lo general, de derecho entienden algo, y de política nada. Como se lo extraña a Sampay, cada vez más grande.  

Pero volvamos a Altamira y la izquierda: es como mínimo gracioso que puedan difundir su mensaje diciendo que los quieren proscribir, aprovechando para eso (o desperdiciando, según se mire) la publicidad gratuita a la que pudo acceder en condiciones de igualdad con -por caso- De Narváez; gracias a la reforma.

Tan gracioso como tildar de proscriptivo a un sistema en el que el requisito exigido para participar de las elecciones generales, es el voto popular; requisito que además ha forzado (aunque esto tampoco lo pueda admitir en público el amigo Altamira) la unidad electoral de la izquierda, de un modo tan efectivo que les permitió superar luego de años su tradicional sectarismo divisionista.

Por no mencionar que por años las mismas fuerzas de izquierda -que hoy claman al cielo de Marx y Trotsky, mientras esperan el milagro de Facebook que les permita llegar al piso exigido- llamaron a votar en blanco, no votar o anular el voto para repudir a la democracia burguesa.

Otro aspecto que ha pasado desapercibido es que el famoso piso del 1,5 % acecha a todos por igual, porque a Altamira le conviene omitir esa circunstancia para reforzar su discurso victimizado; y a los demás que están en riesgo por la guadaña electoral -como a Carrió- para ocultar sus estrepitosos fracasos electorales. 

Y es que así como el piso se calcula sobre todos los votos del país para las fórmulas presidenciales, debe calcularse sobre los de cada distrito para los cargos legislativos; lo que implica que por ejemplo Carrió podría superar la valla y presentarse en octubre, pero no llevar listas de candidatos a diputados o senadores en aquellos distritos donde no alcance el 1,5 % de los votos válidos emitidos, como le pasaría en Córdoba si repite los resultados del domingo pasado en las elecciones provinciales.

De modo que así la reforma aporta otro elemento ordenador del sistema institucional, apuntando a consolidar fuerzas políticas que -si expresan aspiraciones nacionales con una candidatura presidencial- sean capaces de construir mayorías parlamentarias importantes para plasmar luego un programa de gobierno; y terminar con los quioscos legislativos que aumentan al infinito las posibilidades de futuras leyes Banelco.

Y apunto al respecto otros dos aciertos de la reforma: no permitir las candidaturas simultáneas a más de una categoría de cargos (por ejemplo a presidente y a diputado); y sancionar a quien se baje de la competencia antes de finalizar (por ejemplo no presentarse en octubre tras una desastre electoral en las primarias) impidiéndole presentar las listas de candidatos en los restantes cargos.

De ese modo los miembros del ex "Grupo A" que ocupen del tercero puesto para bajo en las elecciones de hoy no podrán bajarse, con la excusa de un acuerdo opositor para apoyar al más votado, y que resulte segundo detrás de Cristina; para forzar el balotaje.

El elogio no es por esta última circunstancia que favorece al kirchnerismo; sino porque esa prohibición evita de antemano exprimentos de coaliciones pegadas con moco, que pueden ganar elecciones pero estallan en pedazos al primer inconveniente con que se encuentran en el gobierno: recordar la génesis política del derrumbe del gobierno de De La Rúa.        

Respecto a la crítica sobre el sesgo de la reforma hacia el bipartidismo, es un poco absurda: la ley no dice cuantos partidos tienen que existir, sino que requisitos deben cumplir para hacerlo.

Si desde el 83' para acá todas las terceras fuerzas que han ido surgiendo como alternativas al peronismo y al radicalismo -a la izquierda y a la derecha- no lograron consolidarse y perdurar para ser competitivas a escala nacional, no es culpa de la reforma; que en todo caso y como dije, lo único que hace es transparentar el raquitismo de su construcción política.

Y en el caso particular del peronismo (que al igual que el radicalismo no ve en peligro su subsistencia como partido, en la UCR el peligro de desaparición es apenas electoral), las primarias abiertas constituyen reglas de juego interesantes para dirimir las disputas que se vendrán de cara al 2015.

Claro que eso implicará sepultar definitivamente la idea absurda de un "peronismo federal" para unos, y aceptar la configuración de un PJ que no será monocordemente kirchnerista, para otros.

De todos modos, tampoco la reforma le cierra la puerta a ninguno para emprender nuevas aventuras partidarias; a condición de que sean capaces de transpirar la camiseta para cumplir con las exigencias de la legislación en punto a afiliados y votos; y no vivir del usufructuo de rentas ajenas.    

Claro que la reforma no es la panacea para superar todos los males del sistema político argentino: ni aun el esquema igualitario de distribución de la publicidad en medios audiovisuales que establece, podrá impedir que Lilita Carrió siga participando como columnista habitual en todos los programas políticos de TN y los demás medios hegemónicos.

Por suerte para eso se inventó el control remoto. 

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Lilita hoy después del resultado,implosiona y se desintegra.

La Corriente Kirchnerista de Santa Fe dijo...

Habrá que estar atento entonces, por el desparramo de vísceras.