Leemos estas declaraciones de Binner en Rosario a Alberto Lotuf en las que denuncia haber recibido presiones de Guillermo Moreno para modificar los índices de inflación del IPEC; y otras estupideces inverificables, porque se trató de una supuesta conversación entre los dos y sabe perfectamente que Moreno no lo va a desmentir, y si lo hace, nadie le creerá.
Incursiona luego Hermes en otros temas, y llega al extremo de comparar a Cristina con Menem (de paso: jamás llegó al 57 % en su reelección como dice la nota, pero es un detalle menor, de los tantos que se le escapan a Binner en un día de boludear en los medios) y De La Rúa, en el sentido de que -aun obteniendo un rotundo triunfo electoral- sus gobiernos se desmoronaron luego.
La comparación es bastante capciosa, además de torpe: se piense lo que se piense de Menem, cumplió su segundo mandato y en todo caso dejó armada la bomba de tiempo de la Convertibilidad, que más tarde o más temprano estallaría; además de todos los estropicios económicos y sociales que todavía hoy padecemos.
De La Rúa (gobierno del cual Binner y el socialismo formaron parte, recordemos) ni siquiera terminó el mandato para el cual fue electo, y se fugó en el helicóptero dejando el tendal de muertos en la Plaza de Mayo y alrededores.
¿Qué es, entonces, lo que está queriendo decir realmente Binner, que Cristina se deja a sí misma una pesada herencia económica, o que no concluirá su mandato?
Una primera lectura del asunto podría llevar a enojarse con los dichos del gobernador- candidato por la poco feliz analogía; pero para eso habría que tomar en serio al personaje.
Personaje bastante contradictorio por cierto, y con aristas que -lanzado a la escena nacional y con más focos de atención puestos sobre él- se revelan cada vez más difíciles de entender, para determinar cual es el verdadero Binner.
¿El que convoca permanentemente desde el discurso al diálogo, o el que tiene en ascuas desde febrero a los docentes provinciales, ahora se niega a sentarse con ellos en la paritaria y remite la discusión de la reforma previsional a la Legislatura?
¿El que quiere aparecer como un opositor moderado al gobierno nacional, dispuesto a reconocer los logros del kirchnerismo o acompañar algunas iniciativas, o el que tira la piedra con declaraciones como éstas -o como la denuncia de clientelismo en la última visita de Cristina a Rosario- para ganar adeptos en lo más recalcitrante del gorilismo antiperonista, cantera por cierto fértil electoralmente para el socialismo santafesino?
¿El que plantea la conformación de una alternativa progresista de centroizquierda con De Genaro, Lozano y Victoria Donda, o el que los esconde y silencia para ir a los coloquios de IDEA, Expoagro o los encuentros de la Fundación Libertad y la Bolsa de Comercio?
¿El que pone como ejemplo de construcción política plural al Frente Progresista Cívico y Social de Santa Fe, o el que se negó durante cuatro años a convertirlo en algo más que un rejuntado electoral, raleando a los demás partidos de su gobierno y ninguneando cotidianamente a su socio principal, el radicalismo?
¿El que cuestiona los números del Indec o afirma la necesidad de la transparencia y el control del manejo de los fondos públicos, o el que impide que se conforme la Comisión Bicameral de la Legislatura que debe examinar sus actos observados por el Tribunal de Cuentas, y desconoce públicamente que la provincia bajo su administración acumula más de mil millones de pesos de déficit en seis meses?
¿El que -como candidato- dice que hay que votarlo porque empeña su palabra en el cumplimiento fiel de un programa como hizo en Santa Fe, o el que -como gobernador- hace más de cinco meses ha hecho abandono en la práctica de sus funciones, y recorre el país haciendo campaña mientras hay paros docentes, la reforma judicial no arranca, los hechos de inseguridad están a la orden del día, la obra pública está paralizada y las cuentas públicas están en rojo?
¿El que vende una imagen de austeridad casi cuáquera, despojada de los goces y privilegios del poder, o el que mantiene una corte increíble de funcionarios -más que duplicados en su gestión- que gozan de un sinnúmero de privilegios a costa del presupuesto público, otorgados por su propio gobierno?
A menos que uno simplifique todos esos dilemas, y simplemente considere que Binner es lo que es, lo que se puede ver: apenas un pelotudo, y ni siquiera uno importante.
5 comentarios:
Voy a disentir con usted, amigo. Ya sé que hace preguntas y no afirma nada, pero justamente disiento con las preguntas.
Porque, en realidad, ¿qué importa Binner? No va a ser presidente, y va a dejar de ser gobernador. El año que viene, Binner va ser tan importante como Massaccesi.
Los que sí me importan son los legisladores que van a entrar por su lista: ¿qué van a votar? ¿Van a votar algunas cosas con el gobierno y otras no? ¿Se van a oponer a todo? ¿Van a apoyar en todo? Binner va a salir segundo, se supone, pero no va a ir a ningún lado. Los pocos o muchos legisladores que entren de su lista, ¿quiénes son? ¿Qué piensan? ¿Cómo llevarán su pensamiento a la práctica de las discusiones y votaciones en el Congreso?
Marcelo, el gaucho
Son como él, son una extensión de él, y son 3, así que no habría que hacerse demasiados problemas, ni tener esperanzas por ese lado.
OK, gracias por la respuesta. Así que eso es lo que tendremos: apoyo en algunas pocas cosas en que ganamos seguro, oposición en cualquiera en que sospechen que nos pueden dañar. Es lo que pensaba, es lo que siempre pensé de los socialistas y nunca me lo desmintieron.
Casi nunca, bah. Es que existe un tal diputado Rivas que sería la excepción que confirma la regla. Pero como las excepciones no confirman las reglas, sino que las mandan al tacho, me ilusioné. Pero parece que esa excepción no destruye la regla, sino que obliga a reemplazar el "siempre" por un "casi siempre".
Saludos,
Marcelo
Cada vez lo encuentro mas parecido al personaje de Sandrini;Felipe,el clasico pelotudo avispado, hasta fisonomicamente es igual
Binner...
mucho mejor que Cristina, pero como no es peroncho no tiene peso.
una pena
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