POSTALES DE LA VICTORIA

 

Por Raúl Degrossi

Ayer voté cerca del mediodía como siempre, y me fui a hacer el asado. Después de comer me entregué a la reflexión: dormí la siesta hasta las seis de la tarde.

Al rato de despertarme alcanzo a ver en la televisión el discurso de Carrió, que fue la primera en reconocer el triunfo de Cristina...en el 2007. Fiel a su costumbre, tira dos bombas que seguro serán tapa de todos los diarios del lunes: dice que dejó de liderar a la oposición, y se prepara para seguir la lucha contra el régimen. ¿La Coalición Cívica pasará a la clandestinidad, o ella se comió al dietista?  

En casa nos preparamos todos para ir a la plaza, respondiendo a la convocatoria que circulaba en las redes sociales, y cargamos lo necesario: bandera, pancartas, y la heladerita llena de porrones; para mantener la hidratación, vieron. Habíamos quedado con los compañeros de la Corriente Kirchnerista en juntarnos en una casa, armar todo para la choripaneada posterior a los festejos, y rumbear para la plaza. Fuimos llegando y aportando el elemento cárnico, pusimos el fuego, los choris y nos fuimos.

Se sumó a la columna Lilian Ferro y con ella llegamos a la plaza: no faltó quien gritara "guarden las escrituras", por aquel asuntito con Granados; aun no estaba Barricada o por lo menos no se lo veía (el tipo tiene cierto aire ninja cuando está en público): probablemente lo venció su fobia a las multitudes, o pensó que era complicado conectar la net book de los postes del alumbrado público, para seguir el escrutinio on line.

Al llegar, la primera decepción: no había pantalla gigante por ningún lado, apenas arriba de una camioneta una pantallita sobre la que se proyectaban imágenes. "Empezaron los homenajes a Néstor" -pensé- van a pasar diapositivas de cuando iba al secundario", pero no: conectaron la TV pública y la gente empezó a seguir la transmisión. Que falta de cultura futbolera tienen algunos; si había un día para mirar TN, era justo ayer, para no perderse las caras de orto.

Para los que criticaron que el PJ provincial no le puso el cuerpo a la campaña: el vicepresidente Jorge Fernández hizo su ingreso a la plaza en un pogo descontrolado, y -en un revival de Ezeiza- combatió palmo a palmo con una bandada de palomas para ocupar el centro del histórico sitio, justo al lado de la camioneta que tenía la pantalla; reclamando para sí la propiedad del triunfo de Cristina.  

Mientras tanto, un grupo de militantes de la juventud lo despojaba de su legendaria campera marrón (que es como la roja de Reutemann, pero con el efecto inverso) y procedían prolijamente a quemarla, en una ceremonia de exorcismo de la derrota, o algo por el estilo. (Estos dos párrafos fueron a pedido de Diego Meloni, que me amenazó con mandarme a mi casa al funcionario de Barletta encargado del tren urbano si no los ponía)

Los medios públicos dieron el presente: en un costado había un puesto de Radio Nacional, pero no cubrían el acto, sino que ofrecían Fernet con Coca en unos vasos plásticos de la bebida imperialista, para disimular: una burda treta para eludir los controles de alcoholemia de Barletta. Cuando llegó el director de la radio puso orden: las chicas de La Pulpo dejaron de ponerle Coca a los vasos.

Otro grupo se encargaba de contener a Jorge Hoffmann y Marcelo Delfor, desbordantes de alegría como siempre, y dispuestos a prenderle fuego a la Casa de Gobierno, de puro jodones nomás. Había muchas banderas de diferentes agrupaciones, entre ellas una de Kolina sostenida por una señora que -más que Kolynos- necesitaba Corega.

La expectativa crece y anuncian que va a hablar Cristina: cuando el discurso empieza, se corta la conexión: eso pasa por no haberlo votado a Rodríguez Saá, se ve que los muchachos de la camioneta no pagaron el Wi Fi. Cristina dice que no la mueve la ambición, ni el odio ni el rencor contra nadie. Ya me imagino el título de Clarín: "A Cristina no la mueve nadie".

En otro párrafo destacado les pide a los dirigentes opositores que dejen de leer un poco los diarios y mirar la tele, y le den más bola a la gente común, En disconformidad con sus dichos (cual si les hubiera dicho imberbes y estúpidos) se retiran de la plaza Gustavo Castro y Maximiliano Ahumada al grito de "¡Ah sí, que lindo, ¿y nosotros de qué vivimos entonces?". Coni Cherep -según me informan- ya está en Buenos Aires en el búnker del FAP festejando el "binnerazo" (?). En fin, al final tiene razón Morales Solá: si persiguen así al periodismo militante, ¿qué le espera al independiente?.

La transmisión del discurso de Cristina se interrumpe dos o tres veces más, o porque se corta la conexión, o porque se cae la pantalla de arriba de la camioneta: ¿entra en crisis el modelo comunicacional K, la red de medios adictos depende de como dos flacos acomoden una pantalla plegable arriba de una camioneta?. Esto con TN no pasaba, mirá si a Alfano le van a hacer eso.

Termina el discurso y Cristina anuncia que se va para la plaza a saludar a la gente, y en la plaza de acá todo queda cubierto por una impresionante nube de humo que genera todo tipo de versiones: hay quienes dicen que triunfó la línea fasista del PJ provincial o salió la ley de despenalización del consumo, otros que el kirchnerismo recién termina de ganar la elección y ya lanza una cortina de humo para encubrir el ajuste que se viene. Nosotros -por asociación- nos acordamos que dejamos los chorizos en el fuego y salimos a las disparadas.

Cuando llegamos a la casa, más compañeros se sumaron y están mirando el escrutinio por televisión, tienen puesto "6 7 8". Dejemos de lado que acá tampoco hay cultura del disfrute y me privan de ver TN: Peteco Carabajal y Franco Luciani tocan "La mazamorra", y pienso: "¿qué pasó, se revirtió el resultado y vamos perdiendo, que ponen música depre?", pero no, seguimos ganando, como dijo Galtieri.

Empiezan a desfilar por la pantalla los opositores, y por la mesa los choripanes; aunque algunos no llegan a la mesa: hay un piquete al lado del asador que les está cobrando peaje a los que llevan la bandeja. En "6 7 8" habla Gerardo Fernández y dice lo que viene escribiendo en el blog: que la victoria de Cristina es esencialmente política, que se logró sin que Clarín y los demás multimedios perdieran ninguno de todos los medios que tiene por la aplicación de la nueva ley, lo que desmitifica la influencia que estos tienen en el electorado. Le sacan rápido el micrófono, ¿empezó la censura de la quinta tiranía?.

Habla Duhalde, y lo primero que dice es que va a seguir participando, ¿se habrá sacado una tapita en alguna promoción de gaseosas?; acto seguido le agradece especialmente a su mujer, pobre: todavía no sabe que se queda afuera del Senado, y no lo va a poder mantener. 

Después le toca el turno a Alfonsín: dice que progresaron respecto a la elección anterior, porque lograron tener un candidato a presidente radical. ¿Y quién le dijo a este pibe que eso es un progreso?. En tren de autocrítica, dice que no va a volver a cometer los mismos errores la próxima vez: ¿me parece a mí o está anunciando su retiro de la política?

Avanza el escrutinio y el triunfo de Cristina se consolida, pero hay que dosificar la euforia. Y la savora, porque apreté el pomo y me manché toda la remera que tengo puesta, con el primer chori que me sirvo, Mi mujer me mira como Graciela Camaño a Kunkel pero está acostumbrada, aunque generalmente aguanto sin mancharme hasta el segundo o tercer chori. 

Llega Barricada, a tiempo para los choris pero tarde para el matambre: tres o cuatro cumpas de la Corriente Kirchnerista le entraron de dorapas al lado del asador, parecían esos documentales del Animal Planet donde doce leones se lastran a una cebra. Yo hago lo mío, pero quedo como las hienas que se llevan lo que queda. Igual no me quejo: la que se está empezando a quejar, es mi remera, porque la presión va en ascenso. 

Hay tranquilidad porque el triunfo de Cristina parece inexorable: la prueba es que Barricada no trajo la net book para seguir paso a paso el escrutinio, como en las primarias, pero nos faltan datos finos: todos queremos saber si se quedaron afuera Patricia Bullrich, Fernando Iglesias y "Chiche" Duhalde, o si a Pablo Javkin le alcanzó con los timbres que tocó para entrar.

La tele se va al búnker de Binner donde todo es euforia, bueno todo lo eufóricos que se pueden poner los socialistas. Gritan algo del "Binnerazo", la influencia de Tomás Abraham en la muchachada progresista es indiscutible. Binner destaca la gran importancia a futuro de haber sido segundo, se ve que no le llegaron todavía los datos de Carrió, y no se acuerda bien de lo que le pasó a Balbín después del 73'

Digo en voz alta si -en ese estado de exaltación de los ánimos- los Cebollitas del FAP no estarán pensando en emprender mañana mismo la lucha armada para implantar el socialismo, pero Barricada me tranquiliza diciéndome que al día siguiente vuelven a lo suyo: mimos, zancos y gimnasia en tela en La Redonda y El Molino.

En la tele es el turno de Altamira que, fiel al estilo trosco, se manda un espiche de diez minutos para despotricar contra el piso mínimo del 3 % del padrón para meter un diputado: está claro que no logró el segundo milagro pienso; lo cual es lógico: después del primero el tipo siguió siendo ateo, ¿por qué razón Dios le iba a dar bola?. 

Aparentemente habría superado a Carrió (lo que a esta altura no es ninguna hazaña, porque la Naranja Mesiánica se peleó hasta con los que la votaron en las primarias), pero con menos votos que en la P.A.S.O.: habría perdido los de la línea interna que encabeza Jorge Rial, molesto porque fue a brindar con champagne con Chiche Gelblung y no con él.

El escrutinio se termina y los chorizos también: han desaparecido los dos motivos fundamentales de la reunión, y cada uno se va para su casa. En realidad chorizos quedan todavía, pero cuando amago entrarle a uno cortado en rodajas, entre la mirada de mi mujer y el crujido de la remera me disuaden.

Llego a casa y pongo TN, por fin me voy a poder dar el gusto de disfrutar de mi canal favorito cuando el kirchnerismo gana elecciones. La transmisión está a cargo de Sergio Lapegüe, que con el 93,73 % de las mesas escrutadas y Cristina llevándole 37 puntos a Binner, dice que ve difícil que se revierta la tendencia.

Después de encontrar un argumento más para que prospere en el Senado el proyecto de ley de muerte digna, y siendo las tres de la mañana largas, me voy a dormir.