LA FRASE

"VOLVÍ PARA OFRECERLE AL PRESIDENTE MI COLABORACIÓN PARA RESOLVER EL PROBLEMA DE LOS CANDIDATOS QUE PROPUSO PARA LA CORTE." (FABIÁN RODRÍGUEZ SIMÓN)

martes, 19 de mayo de 2015

EL PELIGRO DEL CABALLO DE TROYA


Siempre serán pocas las veces que se recuerde el carácter crucial que revisten las elecciones presidenciales de éste año, por todo lo que está en juego: bien decía Cristina en su mensaje ante el acto de Mariano Recalde en el Luna Park que estamos tan cerca del futuro, como del pasado.

La advertencia no pone tanto en tela de juicio la solidez de las transformaciones producidas en estos años, como la necesidad de sumar la fuerza y la consistencia políticas necesarias para poder sostenerlas, frente a los cada vez más desembozados intentos de restauración conservadora.

Una restauración que se presenta sin ninguna renovación del núcleo duro de sus ideas, y cuyo planteo central es volver en bloque a la Argentina previa al 25 de mayo del 2003: el "poder real" de la Argentina no sólo se propone tratar de impedir nuevos avances, sino que quienes lo detentan están firmemente empeñados (desde el 2008 para acá, con constante persistencia) en dar marcha atrás con todo lo conseguido.

Aprovechando para ello la fragmentación y escasa consistencia del entramado político nacional, apenas disimulados por el kirchnerismo a fuerza de intentar ejercer en plenitud la autoridad estatal de fuente democrática que le confiaron los argentinos en las urnas.

Ahora están intentando acertar "la bala de plata" de conformar una nueva Unión Democrática bajando a Massa de su aventura presidencial, o replicarla a escala menor en la provincia de Buenos Aires; esperando que el experimento se proyecte en ese distrito a un voto opositor captado íntegramente por Macri; para eludir un triunfo del oficialismo en primera vuelta, y forzar un balotaje que creen prometedor.

Sin embargo, en el urdido de esa alquimia no descuidan en absoluto jugar en la interna del FPV porque empiezan a admitir -incluso en sus propios medios, que no es poco- que la hipótesis de un nuevo triunfo del oficialismo en primera vuelta, es un posibilidad a ser tomada seriamente en cuenta. 

Y para jugar en la interna nuestra (plantando el "caballo de Troya", que nos destruya desde adentro con su contenido oculto y letal) van a intentar aprovechar dos circunstancias: la restricción constitucional de Cristina para volver a ser candidata (por ahí anda la cautelar de rigor para impedirle serlo aun para diputada al Mercosur), y la falta de candidatos taquilleros del propio kirchnerismo; que llevó a la misma Cristina a pedir un baño de humildad a los aspirantes, para ordenar la oferta electoral del FPV.  

El blanco elegido para esa operación es el pragmatismo peronista, tratando de incidir entre la dirigencia tradicional del PJ (gobernadores e intendentes del conurbano fundamentalmente) para que sea el reaseguro político e institucional de una eventual voltereta o giro copernicano de las políticas seguidas desde el 2003; tal como lo hiciera el dispositivo pejotista en los 90', contribuyendo a destruir las conquistas del primer peronismo, en  nombre del propio peronismo.

Por supuesto que tan osada pretensión no será explicitada abiertamente (porque no paga en términos electorales, como lo comprueban las dificultades del armado opositor), sino que se intentarán excusas más sutiles; como por ejemplo la necesidad de introducir "ajustes al modelo para corregir desequilibrios estructurales", cuando la disyuntiva (al menos en términos económicos y sociales) es muy clara y no admite dudas; como bien la marcaba acá David Cufré en Página 12.

Y menos aun cuando los "correctivos" (que sin dudas son necesarios) tienen una pasmosa semejanza con las recetas tradicionales de la ortodoxia económica, que tal como lo marcaba acá Alfredo Zaiat, son inmunes a las coyunturas económicas o políticas, como que en rigor expresan la hoja de ruta permanente de intereses bien concretos; que no son los de las grandes mayorías nacionales.

Esta lectura de los acontecimientos en curso debe iluminar la disputa interna del FPV más allá de las percepciones personales de cada uno sobre los candidatos, y más allá de su resultado  final incluso; porque aunque el riesgo del "caballo de Troya" se identifique en particular con uno (Scioli), ninguno está exento de correrlo. 

Porque depende en definitivas del contexto político en el que debe moverse, dentro del dispositivo que acompaña al gobierno; y hablando de eso: altamente recomendable leer -sin prejuicios y atentamente- este reportaje a Urtubey en La Nación, luego de su rotundo triunfo en Salta. Señales para entender el peronismo que viene, y dentro de él, al kirchnerismo.

De allí que es tan rescatable lo que dijo Randazzo en Carta Abierta sobre la necesidad de seguir preservando la autonomía de la política frente a las lógicas corporativas (núcleo duro del arsenal político y conceptual del kirchnerismo), como importante generar las condiciones políticas para garantizarlo plenamente en el gobierno que suceda a Cristina; gane quien gane la interna.

Para ello es necesario transitar esa interna y sus consecuencias hacia la general evitando los extremos del pragmatismo vacío de contenido ideológico (seguir "al que más mide", porque es el que puede garantizar ganar, sin importar a donde nos conduzca)  y del testimonialismo estéril del que -a partir de sus dudas con los candidatos concretos en danza- decide excluirse de la decisión, y no votar al FPV; lo que objetivamente es votar por cualquiera de las alternativas opositoras, o contribuir a disminuir las chances de ganar.

Si lo primero implicaría dar por concluido el ciclo kirchnerista por la posibilidad de que se abandone su idea de país, lo segundo produciría el mismo resultado, construido sobre la idea de que lo que viene es -en forma inexorable, y sin poder hacer nada para evitarlo- una restauración conservadora en toda la línea.

Cuestión que implicaría una irresponsabilidad mayúscula hacia quienes han logrado "sacar la cabeza" por las políticas instrumentadas en estos años y quienes aun esperar hacerlo; y no pueden esperar que las respuestas que debe dar la política queden supeditadas a una especulación mezquina sobre gustos personales.

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