LA FRASE

"VOLVÍ PARA OFRECERLE AL PRESIDENTE MI COLABORACIÓN PARA RESOLVER EL PROBLEMA DE LOS CANDIDATOS QUE PROPUSO PARA LA CORTE." (FABIÁN RODRÍGUEZ SIMÓN)

lunes, 22 de junio de 2015

ZONAS DE COMODIDAD


Por Raúl Degrossi

El título del post y la consecuente imagen de apertura podrán resultar extraños, en el contexto de las heridas que dejó el cierre de listas hacia el interior de cada espacio político (incluyendo al kirchnerismo), el clima de crispación propio de un año electoral, las tapas de los principales medios o los intentos de cada uno de llevar agua para su molino a partir de los resultados de las elecciones provinciales.

Pero lo cierto es que -conforme avanza el cronograma electoral- el clima político comienza a parecerse cada vez más al del 2007 y 2011 para esta misma altura de los acontecimientos, y no sólo en cuanto a que se aventura otro triunfo electoral del kirchnerismo; muy probablemente en primera vuelta. 

Y más allá incluso de que todo parece indicar que las elecciones de éste año serán más parecidas a las del primer triunfo de Cristina que a las del segundo, en cuanto a los porcentajes del que gane y su diferencia con el segundo. 

Acotación: si hasta hace poco algunos sostenían que las elecciones de octubre se parecerían más a las del 2003 donde todos eran japoneses en términos electorales, el cambio en la percepción se puede atribuir por partes iguales a la consolidación del kirchnerismo, y los tropiezos de la oposición.  

Si se raspa un poco la superficie de los acontecimientos, se verá que por debajo existe una especie de consenso no dicho ni escrito respecto al rol que le toca desempeñar a cada uno dentro del sistema político; en especial en relación a la cuestión de la disputa por el poder.

Un consenso que determina "zonas de comodidad" política dentro de las que cada uno se mueve, en las que se siente más seguro; aunque en algunos casos aparente (sobre todo la oposición) que quiere disputar otras. 

Fiel a sus genes, el peronismo (en su fase kirchnerista, y como columna vertebral del dispositivo político que gobierna el país desde el 2003) sigue entendiendo que las transformaciones se construyen y se defienden desde el poder; y organiza su estrategia política en torno a ejercerlo cuando y donde lo tiene, y organizarse para conservarlo y eventualmente ampliarlo, si puede.

Y contra los que le niegan su carácter democrático, esa estrategia pasa centralmente por alinear las fuerzas del modo más eficaz para revalidar electoralmente su permanencia en el poder: es desde estas premisas que debe leerse el armado de las listas, y la definición de la disputa por la candidatura presidencial del espacio.

Mientras los medios hegemónicos y la oposición política decían que "Cristina jugaba a perder", y hablaban de las "bombas de tiempo" que se le iban dejando a un eventual gobierno opositor futuro, Cristina (conduciendo al conjunto del peronismo) descartaba en la práctica la teoría del "pato rengo" y se ponía al frente del operativo para ganar las elecciones; que es el modo más seguro de garantizar las transformaciones producidas, y pensar en encarar las pendientes.

Por el contrario la oposición -si pudo haber seriamente pensado en un momento que le era posible disputar el poder y ganar las elecciones- hoy parece resignada a perder, y actuando en consecuencia; lo que es muy perceptible en algunos casos (como el de la UCR), y genera dudas en otros, por caso cuando se analiza la lógica de la estrategia trazada por Durán Barba para el despliegue de la candidatura de Macri.

No son pocos los que piensan que así como en el 2011 el ecuatoriano le aconsejó a Mauricio no competir por la presidencia contra "una viuda y un país que crece", hoy sigue hablando de la imbatibilidad presidencial para instalar una candidatura a futuro; y que en rigor Macri no compite en serio por la presidencia en éste turno electoral, sino por el liderazgo de la oposición para el próximo.

Lo dicho no implica desconocer que la oposición gobierna en muchos lugares a escala municipal y provincial, y allí donde lo hace trata de no resignar el poder (veamos si no lo que está pasando en Santa Fe con el escrutinio de la elección a gobernador), o se organiza para disputarlo; como lo revela el caso mendocino.

Sin embargo cuando de gobernar el país se trata (cuando la escala de las responsabilidades y las dificultades son muy otras), a esa misma oposición le falta claramente dar el salto de calidad necesario para decidirse en serio a disputar el poder; y por el contrario, parece sentirse cómoda con seguir ocupando el rol de oposición.

Esto explica también en este caso los armados y cierres de listas, que involucran dificultades para completar las fórmulas ejecutivas (incluso en algunas provincias, como en Buenos Aires) su llenado con nombres irrelevantes en términos electorales (repasemos al respecto la nómina de algunos candidatos a vicepresidente) o su matiz claramente testimonial; como los "spárrings" Sanz y Carrió que decorarán el triunfo de Macri, mientras obtienen sus migajas en las listas legislativas.

Listas que les permitirán sostener bancas que proporcionan visibilidad mediática, único modo en el que conciben su estrategia de acumulación política: les resulta más cómodo explicarnos profusamente que desastroso es el gobierno de turno y que maravillosa gestión harían ellos si los votasen, que ganar una elección y demostrarlo en la realidad; cuando los antecedentes más inmediatos en ese rubro aun están presente en la memoria de los argentinos.

Aventuramos que no haber percibido estas cuestiones en el momento oportuno es una de las causas de la caída en picada de Massa, que llevó a que el cierre de listas lo encontrara su derrape y no encuentra el lugar (discursivo, de armado político) en el cual ubicarse; una dificultad mucho mayor que no encontrar un vice para completar la fórmula.

El progresismo que forma parte del dispositivo kirchnerista también busca (y encuentra) sus propias "zonas de comodidad"; desde el que hace cursos acelerados de pragmatismo para justificar algunos giros discursivos que le permitan seguir siendo parte de él, hasta el que comprendió claramente que no puede vivir perpetuamente en una testimonialidad políticamente inocua, y que para concretar muchas de sus demandas necesita un músculo electoral, que sólo puede encontrar en el peronismo.

El progresismo opositor en cambio -vencido por el peso de su genética incurablemente gorila, aunque lo quiera correr por izquierda al kirchnerismo- ve en el panorama actual una ventana de oportunidad para caranchear votos dispersos de acá y allá; y prolongar la supervivencia de su constelación de micro pymes electorales.

Y si bien se mira, también se siente cómodo en este panorama el periodismo estelar opositor: la perspectiva de continuidad del kirchnerismo provee un interesante campo fértil para el denuncismo espectacular, que provee agenda a la oposición liberándola de hablar en detalle de lo que plantean para las cosas que verdaderamente interesan; y a las "estrellas" del firmamento periodístico les permite seguir pescando presas fáciles en la pecera cacerola; y usufructuar beneficios en ese nicho de mercado, ávido consumidor de programas televisivos y radiales, y libros de investigación para leer en la playa.

Eso mientras asumen a cambio la fugacidad del "heroísmo civil" que opera como ansiolítico de la orfandad electoral para muchos sectores de la sociedad, que son los que consumen sus productos: un esquema tácitamente admitido donde cada uno se siente cómodo, en la dispensa y la administración de la indignación ciudadana; un eficaz sustituto para la impotencia política y electoral.

Los grupos económicos parecen ser -en éste esquema- los únicos alterados por el "efecto Zannini", cuando hasta ese momento venían tranquilos, con una idea de "sale o sale": cualquiera fuese el presidente futuro, les transmitía tranquilidad de que sus intereses no se verían afectados.

Después de años de "crispación" y sometidos a la lógica del kirchnerismo (emergente impensado de la crisis de principio de siglo, cultor del secretismo, la sorpresa y la dinámica de lo imprevisible para mantener la iniciativa y el control de la agenda), los representantes del poder real parecían encontrar su propia "zona de comodidad" hasta que se completó la fórmula del FPV.

Lo que demuestra en todo caso el "efecto Zannini" es que lo que está en cuestión más que los estilos, los modos o los gustos culturales (pensando sobre todo en el caso de Scioli) es el rol que se le asigna a la política, y el modelo de gobernabilidad que se propone.

Si se preserva la autonomía de la primera y se persevera en el modelo que para lo segundo se instauró en el 2003 (lo que supone desde ya asumir claramente que la política conlleva la posibilidad del conflicto), los estilos personales son absolutamente secundarios e irrelevantes; e incluso si se articulan con eficacia, pueden contribuir a encarar la discusión de muchos temas pendientes que suelen quedar oscurecidos por la agenda que plantean los medios hegemónicos en defensa de sus intereses.

3 comentarios:

Abel B. dijo...

Buen análisis. Las afirmaciones son sensatas, y están respaldadas por los datos de la realidad.

Sólo... mi preocupación es que el peronismo se sienta demasiado confiado en este escenario. Y así, empiece a pensar solamente en la competencia interna. Por los cargos que vienen y los que se van. Ojo.

La vieja fábula de la liebre y la tortuga...

Abrazos

Diego dijo...

Me sumo a las felicitaciones.

Anónimo dijo...

a mi me preocupan algunos neosciolistas de hace media hora
como ejemplo algunos "blogueros" brotados con "programas" radiales
dicen los muchachos de BAPRO que estarian resultando un poquito piantavotos