Nos cuenta en La Política Online que el gobierno acordó con Pichetto impulsar el proyecto con media sanción del
Senado para permitir los aportes de las empresas a las campañas de los partidos
políticos, para sortear la oposición que la iniciativa encontró en Diputados
por parte de Carrió.
El proyecto del Senado además fija un tope
mayor para esos aportes, sobre el total de los gastos de campaña. En el Boletín
Oficial de ayer salió publicado el Decreto 1122 (completo acá) que prorroga la
convocatoria a extraordinarias del Congreso hasta el 28, e incorpora justamente
ese proyecto para su tratamiento, a los temas ya previstos en la convocatoria
original.
En ésta otra nota del mismo portal se da cuenta de otra maniobra concertada entre el gobierno
y Pichetto (miembro de hecho del oficialismo legislativo, como venimos diciendo
hace tiempo), en éste caso para garantizar el tratamiento y aprobación del
proyecto que dinamita de la Ley 26.736 sobre producción, comercialización y
distribución de papel para diarios que le molestan a los accionistas
controlantes de Papel Prensa, Clarín y La Nación.
Lo que se busca es
un giro rápido en el cuerpo, y conseguir los dos tercios de los votos para
tratarlo sin dictamen de comisiones, o en su defecto limitar el número de estas
a las cuales se lo enviaría; y -cuenta la nota- “no brindarle una tribuna a
Cristina Kirchner” para que se explaye en el recinto en contra del proyecto.
Sirvan los ejemplos
indicados para ver en que medida los límites entre oficialismo y oposición
formales se diluyen, cuando entran a tallar otros intereses: Carrió es
“puenteada” en el tratamiento de la reforma a la ley de financiamiento en las
campañas, y quieren oscurecer el protagonismo de Cristina en la discusión del
proyecto sobre Papel Prensa, por los mismos protagonistas: el macrismo oficial
(el PRO) y el macrismo alternativo (a.k.a. “peronismo alternativo”).
Y no se trata de
que las situaciones políticas de Carrió y Cristina sean comparables, porque una
sigue con los pies dentro del plato de la alianza oficialista (y nada indica
que eso vaya a cambiar en lo inmediato), mientras que la otra es la principal y
casi excluyente (en términos electorales) figura de la oposición.
Por otro lado, si
bien Carrió y los legisladores del bloque de la Coalición Cívica se ausentaron
en la votación de la ley sobre Papel Prensa, no es precisamente porque se
opusieran a que salga, sino para marcar distancia con la Casa Rosada por sus
disidencias en otras cuestiones, como por ejemplo el financiamiento de las
campañas. El kirchnerismo votó en su totalidad en contra, y Máximo Kirchner
presentó en Diputados un proyecto alternativo al de financiamiento de las
campañas, para ratificar la prohibición de los aportes de las empresas, y que
los fondos provengan exclusivamente del Estado.
De la conducta del
kirchnerismo en general y de Cristina en particular en relación con Papel
Prensa no hay mucho que se pueda agregar: durante su gobierno se sancionó la
ley que ahora se quiere mutilar vaciándola de contenido, y la Secretaría de
Derechos Humanos elaboró el informe sobre las condiciones de apropiación de la
empresa por los diarios hegemónicos durante la dictadura, y se constituyó en
querellante en la causa judicial; en la que la justicia la servicio del poder sobreseyó
a Mitre y Magneto sin haberlos siquiera indagado.
También fue el
kirchnerismo el que en la reforma electoral del 2009 (Ley 26.571, que
estableció las PASO) estableció la prohibición legal de que las empresas
aporten a las campañas de los partidos políticos. Carrió no era diputada
entonces, pero el bloque de la Coalición Cívica votó en contra, como también
votó en contra la ley que regulaba la producción, distribución y
comercialización del papel para diarios (con Carrió ausente, como es habitual),
y ni falta hace aclarar su alineamiento incondicional con los intereses del
grupo Clarín.
Tampoco hace falta
aclarar que, si bien Carrió se opuso desde siempre a los aportes empresarios a
las campañas de los partidos, tiene una causa judicial en trámite porque no
puede explicar el origen de los fondos de su última campaña, y su partido fue
multado en reiteradas oportunidades por la Cámara Nacional Electoral porque no
pudo demostrar tampoco el origen de los recursos de campañas anteriores. En
todo caso además de mantener su postura (teórica) de rechazar los aportes
empresarios, sabe que de admitirse estos, quedaría colocada en una situación
muy desventajosa en disponibilidad de medios frente al PRO, en una eventual
interna de “Cambiemos”.
El que tiene que explicar
sus volteretas -en todo caso- es Pichetto, el perpetuo oficialista, que durante
el kirchnerismo votó a favor de prohibir los aportes de las empresas a las
campañas y ahora fogonea derogar la prohibición, y también voto a favor de
regular el monopolio de Papel Prensa, y ahora votaría paraderogar esa
regulación y fortalecerlo, en base a un proyecto presentado por sus nuevos
aliados “Sanguchito” Bossio y el massismo.
En estos temas -como en tantos otros- el
kirchnerismo y Cristina estuvieron siempre parados en el mismo lugar: a lo
mejor por eso es que las encuestas marcan que quienes no quieren votar a Macri
los elegirían mayoritariamente como la verdadera expresión opositora. Y si
Cristina se luce en la discusión de ambos proyectos, además de sus condiciones
personales, es porque se la dejan servida en bandeja.
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