LA FRASE

"ESTADOS UNIDOS ES UN PAÍS LIBRE, ALLÁ UN TIPO DE PIEL NARANJA PUEDE SER PRESIDENTE DOS VECES, NO COMO ACÁ, QUE YO NI PUDE SER GOBERNADOR." (MIGUEL DEL SEL)

viernes, 9 de agosto de 2019

EL QUE AVISA NO ES TRAIDOR


No decimos nada nuevo si afirmamos que la reforma laboral flexibilizadora es “el” proyecto por excelencia del régimen macrista, aquel al que han consagrado la mayor parte de sus desvelos, y que figura primero en su lista de prioridades; desde el momento mismo en el que Macri asumió el gobierno.

Al fin y al cabo, llegó a poder como representante de los empresarios, y con el objetivo en mente de bajar los costos laborales en dólares, mientras se procuraba precarizar las relaciones de trabajo, y debilitar la presencia e influencia del sindicalismo: ese, y no otro, es el significado de los “70 años de peronismo” que el macrismo se puso como meta dejar atrás.

En estos cuatro años intentaron por distintas vías conseguir la meta: acuerdos sectoriales de flexibilización laboral (como los de los petroleros o el SMATA), ensayo de acuerdos parciales con la cúpula pactista de la CGT y hasta proyectos enviados al Congreso yendo más allá de lo acordado con la burocracia de los “gordos”, como ocurrió luego del triunfo en las elecciones legislativas del 2017.

Precisamente ese proyecto (que tenía una profunda impronta precarizadora) es el que por estas horas intentarán reflotar, corregido y aumentado, si las urnas les volvieran a sonreír; según nos cuenta en detalle esta nota de Mariano Martín en Ambito Financiero.

La similitud con la reforma laboral aprobada por Bolsonaro en Brasil es escalofriante: eliminación de la ultraactividad de los convenios colectivos de trabajo (lo cual dejaría los derechos laborales de los trabajadores a merced de la voluntad de los empresarios), reducción de la negociación colectiva al nivel de empresa, reemplazo de las indemnizaciones legales por un “fondo de despidos”, “bancos de horas” para no pagar horas extras y eliminar de hecho la jornada legal de trabajo, eliminación de toda responsabilidad solidaria de las empresas en caso de tercerización de tareas.

Y por supuesto, también es una reforma antisindical: eliminar o reducir la presencia de los delegados gremiales en los lugares del trabajo, dejar librado al criterio del patrón el encuadramiento sindical del personal, eliminar las contribuciones a pactadas en los convenios colectivos a favor de los sindicatos con personería gremial. Recordemos que ya en algunos casos (como por ejemplo en el acuerdo con los petroleros por Vaca Muerta) se restringió el derecho de huelga, hasta hacerlo virtualmente desaparecer.

Cuando hace un tiempo y preguntado por Vargas Llosa sobre que haría en caso de acceder a un segundo mandato Macri dijo que lo mismo, pero más rápido, se refería a esto, más que nada y antes que todo; de modo que en este contexto nadie se puede llamar a engaño, ni votar al gobierno y hacerse luego el desentendido, o el defraudado: está votando que los trabajadores pierdan derechos y salarios, más de los que ya perdieron en estos cuatro años. El que avisa no es traidor.

Cabalgando sobre el descrédito social del sindicalismo (fundado en razones reales, para que negarlo) y sobre el ideal aspiracional de la “meritocracia” y el “emprendedurismo”, el gobierna supone (y no le falta razón) que existe cierto grado de consenso social para reformas de cuño esclavista y precarizador: no pocos trabajadores, efectivamente, compran el discurso de que los (otros) trabajadores y sus derechos son parte del problema, si no “el” problema del país.

Creen (ilusoriamente) que sin la molesta presencia de los gremios y los sindicalistas podrán obtener mejores salarios y condiciones de trabajo que sin ellos, algo que por supuesto, no se dio nunca, en ningún país del mundo. Como diría Jauretche, van a comprar con el manual del almacenero.

Hay que machacar recordando que el domingo en las PASO también se vota por esto, para empezar a sepultar este tipo de proyectos pensados para maximizar las ganancias del capital, al riesgo de empobrecer más aun a las grandes mayorías nacionales; y condicionar el crecimiento y el desarrollo del país, en beneficio de unos pocos. Más aun: si hubiera que exponer un único y solo argumento (ahora que está de moda no pedir ninguno) por el cual no cometer el suicidio de darle a Macri otro mandato, debería ser este.

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