LA FRASE

"ELCOMITÉ DE CRISIS POR LA GUERRA EN MEDIO ORIENTE LO DISOLVÍ AL DÍA SIGUIENTE DE CREARLO PARA QUE VEAN QUE VOY EN SERIO CON LO DE ACHICAR EL ESTADO." (JAVIER MILEI)

lunes, 6 de abril de 2020

CAMBIO DE PLANES



Está clarísimo que la pandemia es el "cisne negro" que alteró todo, desde nuestra vida cotidiana hasta las acciones de los gobiernos, y el de Alberto Fernández no es la excepción: en el reportaje que le concedió a Horacio Verbistky el sábado y que pueden ver en el video de apertura el presidente da cuenta de que tomó nota de eso. Lo que no está tan claro son los cambios concretos que se derivarán de eso, en la acción del gobierno.

Por ejemplo: dice AF que él estaba preocupado por cerrar la reestructuración de la deuda con los acreedores externos hasta que llegó el coronavirus y puso otras prioridades, derivando ese problema a un tercer y cuarto orden. Sin embargo, el gobierno que se preparaba a lanzar una agresiva oferta de reestructuración que casi no contemplaba pagos durante todo su mandato (ni al FMI) y eventuales quitas, está pagando puntualmente los vencimientos de intereses, que se llevan parte de los escasos y valiosos dólares con los que cuenta el país.

Si se levanta paulatinamente la cuarentena (como el propio presidente lo dice, y más allá del juicio que esa decisión merezca) para que la economía no sufra más, cuando comiencen a desperezarse los diferentes sectores productivos golpeados volverá la restricción externa y la demanda de divisas, que además son cruciales para adquirir insumos importados críticos para hacer frente a la pandemia: hay allí un frente de conflicto que solo puede ser resuelto suspendiendo los pagos de intereses; oficializando un default que de hecho existe (y ya se empezó a oficializar para la deuda en dólares emitida bajo legislación local) y que además -todo indica- se replicará a escala mundial.

Otro tanto sucede con el hecho que tanto el presidente como Verbitsky anotan en el reportaje: la "salida exportadora" de la crisis heredada del macrismo en la que algunos pensaron (el gobierno entre ellos) no es posible, porque un seguro efecto de la pandemia será la severa restricción del comercio exterior en todo el mundo, y con el principal demandante de nuestras exportaciones (China) con menor crecimiento, o incluso recesión y caída del PBI. Antes de eso, la crisis del petróleo provocada por los acuerdos entre Rusia y Arabia Saudita que desplomaron los precios internacionales, se había llevado puesto el sueño de Vaca Muerta.

De modo que ahora más que nunca, para salir de la recesión habrá que apelar a dinamizar el consumo interno y la demanda agregada, lo que incluye por supuesto a los salarios y el gasto público: pensemos en las restricciones con las que viene operando el Estado (con drástica caída de la recaudación), y un proceso de paritarias en un contexto en el que las empresas buscan desesperadamente acceder al financiamiento bancario para pagar sueldos. Frente a esas restricciones reales, al Estado solo le cabe apelar a la emisión monetaria, o a captar recursos impositivos de fuentes disponibles, hasta hoy intocadas: no hay otra solución posible a la vista, más aun cuando está cerrado el acceso a los mercados de capitales. 

Así las cosas, y en medio de una crisis terminal de los paradigmas neoliberales que están siendo desechados en la práctica en todo el mundo, no se puede seguir pensando en ejecutar las políticas públicas que la crisis demanda en forma urgente, actuando -aun implícitamente- bajo sus premisas. Como cuando se desliza la idea que la ampliación de los roles del Estado, o el aumento del gasto público son soluciones excepcionales o de emergencia porque para las crisis aparece el Estado porque el mercado se retira; como si esa fuera la "normalidad" que se invierte cuando las crisis pasan: entonces vuelve el mercado a organizar la vida de las sociedades, y el Estado se recluye a ciertas funciones mínimas y esenciales.

Cuando los corifeos del neoliberalismo -en su mayoría, hay excepciones- se han llamado a silencio, es necesario salir a la palestra y dejar definitivamente en claro que la cosa es al revés: si se llega a situaciones de crisis global como la que provoca el coronavirus en condiciones que demandan una intervención extraordinaria de los Estados, es porque antes se los retiró y desguazó deliberadamente, bajo el supuesto de que todo lo ordene y resuelva el mercado.

Las reacciones del poder económico en medio de la crisis, en el país y en el mundo, son precisamente consecuencia de eso: quieren abortar cualquier cambio de paradigma y de enfoque antes de que se consolide, en desmedro de sus intereses. De allí que sea un error plantear reformas fiscales audaces como algo excepcional, o el hecho que de que los que más ganan (incluso en las crisis, o sobre todo en ellas) aporten en la medida en que ganan "por razones de solidaridad": deben hacerlo porque es un acto de justicia elemental, y si no hay consenso social para avanzar en esa dirección ahora, nunca lo habrá.

Allí es que aparece la dimensión del poder, como se reparte, donde se encuentra y quien lo detenta; y desde esa óptica viendo el reportaje (y en especial las preguntas de Verbitsky) no está tan claro que AF haya entendido que la táctica "consensualista" bajo la cual imaginó su gobierno, ya no funcionará en las actuales circunstancias: no se puede consensuar con quienes (como bancos, formadores de precios, medios hegemónicos, el campo privilegiado) deliberadamente muestran los dientes en plena crisis, avisando que a ellos no les preocupa porque no los afecta, y por el contrario, están dispuesto a sacarle todo el provecho que puedan a la situación. Un problema que no se soluciona cayéndole con una inspección municipal a los comercios de proximidad, como si el problema fuera el súper chino del barrio, porque la escala del asunto es mucho mayor.

No cuestión de caerle a AF en lo personal o particular, sino que se trata (como muy bien lo señala esta éxcelente nota de Ricardo Aronskind) de un complejo arraigado en nuestra transición democrática condicionada, post dictadura. Nos han hecho ver que el abuso de posición dominante en el mercado de una empresa o grupo económico, e incluso el monopolio o la cartelización son conductas "normales" inherentes a la dinámica del capitalismo y que como tales deben ser toleradas sin hacer nada al respecto, mientras que cualquier gobierno que se dedica a emplear con energía o decisión los poderes que le confieren las normas (o incluso a ampliarlos) es inmediatamente considerado como autoritario, y puesto por fuera de los límites de la democracia.  

Se trata en síntesis de que el gobierno revalide en el ejercicio del poder su legitimidad de origen, y la que fue acrecentando en el ejercicio por el modo en el que está gestionando la pandemia. Para eso hace muy bien Alberto en calificar el discurso simplista que pone el foco en "los costos de la política", e implícitamente descalificar a los que, desde adentro de la coalición oficial (como Massa) se suben a ese tren rápidamente.  

Para eso es menester una decisión firme de utilizar todos los instrumentos del Estado, sin titubeos ni dilaciones: desde los disponibles como el Banco Central, YPF o el Fondo de Garantía de ANSES, hasta los que haya que ampliar o perfeccionar. Y eso incluye, por supuesto, no tolerar más la presencia de "topos" y ñoquis VIP macristas en el gobierno o en los lugares donde éste debe designar sus representantes, como las empresas en las que el FGS tiene acciones.

Sin complejos, aprovechando la coyuntura política: alta imagen presidencial, oposición dividida y sin liderazgo claro, actuando espasmódicamente en respuesta a los intereses corporativos y a su núcleo electoral más fanatizado, uniformidad del peronismo detrás del liderazgo de AF y sin disidencias importantes a la vista. Hay que hacerlo ya, antes de que la dinámica del poder económico, advertido de la inutilidad opositora, empiece a intentar horadar la fortaleza de la coalición oficialista.

Lo que funcionó como una eficaz táctica electoral (corriendo a Cristina del eje, para discutir la herencia que dejaba Macri, para poner en su lugar a alguien más moderado o que generara menos rechazos), no necesariamente aplica para la gestión de gobierno, en un contexto que era difícil al asumir, y devino excepcional como consecuencia de la pandemia.

No se trata de atender a las simples necesidades electorales como lo fue entonces, sino de un estricto asunto de supervivencia política y estabilidad institucional: en nuestro complejo pasado todas las crisis económicas y sociales profundas se llevaron puestas a las instituciones, y si algún mérito tuvo el "Frente de Todos" (en un contexto regional totalmente adverso) fue haber saldado la crisis legada por el macrismo, en clave electoral. Es cuestión de no desaprovechar los frutos de la victoria. Tuit relacionado: 

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