LA FRASE

"ME DICEN QUE ESTÁ VINIENDO PARA ACÁ EL MINISTRO CAPUTO, ASÍ QUE TRÁIGANME ESA REMERA QUE DICE "NO HAY PLATA"." (KRISTALINA GEORGIEVA)

sábado, 1 de julio de 2017

EL PERONISMO, TERRITORIO EN DISPUTA


Cuando Perón murió hace 43 años, el peronismo era ya un territorio en disputa, y vaya si lo era, y como se intentaba dirimir esa disputa. No importa hoy y acá hacer revisionismo histórico para intentar situarnos en aquel entonces para desentrañar como fueron las cosas, tanto como señalar que esa condición de territorio en disputa del peronismo, es tan vieja como su propia existencia histórica.

Como todo movimiento nacional amplio y policlasista, tuvo desde siempre la capacidad de contener en sus límites diferentes tradiciones políticas y asumir la representación de distintos sectores sociales, partiendo de una columna vertebral que fueron los trabajadores. Y tuvo también lugar -como no- para el arribismo, los logreros y los "entrismos" varios, desde sus mismos orígenes; y durante todo su derrotero histórico.

Con Perón vivo (y en el exilio, con grandes dificultades impuestas por la distancia) su liderazgo casi indisputado (subrayamos el "casi" porque no faltaron los intentos de construir "el peronismo sin Perón" en vida del propio Perón) podía sintetizarlas, y cuando ya no pudo hacerlo más, las cosas fueron como fueron. Eran otros tiempos, y otro contexto: la guerra fría, la división del mundo en bloques, la esperanza/fantasma del socialismo, o el irremediable final del capitalismo que se prometía/vaticinaba.

Sin embargo a la hora de conducir las disidencias y las disputas, entre los apresurados y los retardatarios, entre "los que tiran desde la izquierda y los que tiran desde la derecha", Perón no dudó nunca en una cosa: el rumbo, la dirección; con la proa del barco siempre puesta hacia la construcción de un país más justo, que contuviera a todos sus habitantes reconociéndoles dignidad y derechos, que fuera a su vez autónomo y digno de respeto en el mundo, que se integrara a los pueblos hermanos del continente, que controlar los resortes claves de su estructura económica. Que fuera en suma, una nación, y no una granja colonial.

Aquéllos que vio en los lejanos 40' lo seguía sosteniendo cuando se fue de este mundo planteando su "Modelo Argentino para el Proyecto Nacional", y sigue teniendo vigencia hoy como meta y justificación histórica de la existencia del peronismo; y aquello en lo que finca la identificación de millones de argentinos con el movimiento político que Perón creara, hace más de 70 años.

Luego de muerto Perón, vinieron otras acechanzas: el horror de la represión indiscriminada (que ya se vislumbraba en las cacerías de la Triple A), la destrucción de la industria, el empleo y la movilidad social; y ya restaurada la democracia, la tentación del vaciamiento ideológico y la asimilación al régimen (es decir, del vaciamiento del sentido histórico del peronismo); otra vez dominante en clave neoliberal, el nuevo nombre de la misma ignominia de siempre.

Tentación en la que muchos dirigentes del peronismo con Menem a la cabeza cayeron, en nombre del pragmatismo político y del deseo de "ganar como sea", porque el peronismo es un partido de poder", olvidándose para que se tiene el poder; al menos si uno se dice peronista.

Y en nombre de ese pragmatismo vaciado de sentido (pero no inocuo en términos políticos) desde el peronismo y en su nombre se corporizó el mayor ensayo intentado hasta hoy -hasta esta restauración oligárquica que nos gobierna- de demoler concienzudamente la Argentina peronista; con tanta eficacia como las peores dictaduras pergeñadas desde el gorilismo más o menos explícito, o incluso más. La astucia del régimen -que nunca renunció al imperativo de hacer desaparecer al peronismo, ni lo hará- le permitió comprender que lo que no pudo quebrar era más útil si se lo intentaba asimilar.

Lo que denota la trascendencia política que tiene hacia el conjunto de la sociedad argentina la disputa al interior del peronismo, y allí que siempre sea este movimiento el campo de ensayo de todos los intentos de seducción, cooptación y divisionismo; muchas veces facilitados desde adentro.

De ese marasmo neoliberal que lo dejó reducido a un conjunto de tolderías polìticas comarcales (haciéndole perder su sentido nacional, y aun continental), condenadas a la esterilidad política y  sin capacidad de incidir decisivamente en el rumbo del país, lo rescataron los gobiernos de Néstor y Cristina. 

Con los errores y las limitaciones propias de toda experiencia política en tanto experiencia humana, el kirchnerismo volvió a colocar al peronismo en el rumbo de sus mejores tradiciones históricas, aquéllas que remiten a sus propósitos fundacionales y a su justificación ante la historia: no hubo en ese sentido después de los del propio Perón en la concreta experiencia histórica argentina, gobiernos más peronistas que los de Néstor y Cristina.

Algo que por supuesto y por obvias razones eligen cuidadosamente olvidar -o peor aun, discutir-  los que hablan de "la renovación del peronismo", y se ofrecen a construir el "post kirchnerismo"; o a "erradicar" del peronismo el "virus kirchnerista", para que supuestamente vuelva a ser "el peronismo de Perón". Un esfuerzo en el que la línea entre lo que pueden ser genuinos ensayos de "autocrítica" y revisión de los errores que se cometieron (la mayoría de las veces, los que cometieron otros) y los intentos más o menos desembozados de volver a uncir al peronismo como buey del carro neoliberal, es cada día más delgada. Tanto que ya casi no se la puede distinguir.

De modo que el peronismo hoy, a 43 años de la partida física de Perón, sigue siendo el territorio en disputa por excelencia de la política argentina, y el que por su peso gravitacional en las tradiciones políticas de millones de argentinos -aunque nada garantiza que siempre será así- suele determinar hacia donde se inclina el fiel de la balanza; por acción deliberada o por omisión culpable.

La disyuntiva entonces es muy clara, tan claro como Perón tuvo siempre el rumbo de su movimiento: o vamos hacia un peronismo que se proponga como alternativa política de ruptura y salida del nuevo experimento oligárquico en acelerada construcción, o marchamos otra vez a un peronismo que aporte todo su peso político y simbólico a la consolidación del régimen; y busque su lugar al sol dentro de él.

Y en ese marco es, entonces, donde nuestro mayor homenaje a Perón en un nuevo aniversario del día en el que se asomó definitivamente al balcón de la historia, es comprometer todos nuestros esfuerzos para que el rumbo del movimiento que él creara sea el mismo que siempre debió tener; el que él se empeño en mantener hasta el último día de su vida; ese que quedó plasmado en la sencillez contundente de aquellas tres banderas históricas y fundacionales: construir una Argentina socialmente justa, económicamente independiente y políticamente soberana.

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