LA FRASE

"DE MI ASCENSO A SECRETARIO DE ESTADO SOLO DIRÉ QUE SI UNO ES BUENO EN LO SUYO, EL RECONOCIMIENTO SIEMPRE LLEGA." (MANUEL ADORNI)

jueves, 8 de julio de 2021

A PASITOS DEL ABISMO

 


Por años el espectro amenazante era Venezuela: siempre estábamos a nada de convertirnos en ellos, o en lo que dicen que son ellos. Tanto con Chávez en vida, como con el proceso que siguió a su muerte.

La consigna prendió y ordenó el discurso opositor, la cantinela de los medios, las pancartas y los carteles de los cacerolazos. Eso sí: nunca pudieron explicar como, siendo nosotros gobierno antes del 2015 y con una elección ganada en el 2011 con más del 54 % de los votos, no nos habíamos convertido ya en Venezuela.

Este año y a propósito de las elecciones legislativas, reavivaron el fantasma, contándonos que estábamos a solo siete diputados...de convertirnos en Venezuela. Sin embargo en el medio apareció Nicaragua, y les complicó la analogía.

Y como si todo eso fuera poco, ahora la meta (o el infierno tan temido) es Haití, porque ahí mataron al presidente. Lo cual es una inferencia nuestra, porque esa es la única novedad que se ha producido allá, por estos días.

Lo loco es que -como señala la cavallista Mondino- el trágico final que anuncian se puede evitar, solo haciendo "pequeñas cosas", que por supuesto nunca precisan, pero todos podemos más o menos adivinar. Y lo podemos hacer porque ya se ensayaron en el país, y el resultado fue que estuviéramos más cerca de ser Haití, que lejos.

Hay en todo esto una pedagogía de la autodenigración nacional, para destruir nuestra autoestima como sociedad y convencernos de que somos un país de mierda, gobernador por un gobierno de mierda. Cosas que desaparecen como por arte de magia cuando gobiernan ellos: entonces de repente nos convertimos en la tierra de las oportunidades, aunque el país, su gente, sus recursos, sigan siendo exactamente los mismos que cuando profetizaban el descenso a los infiernos.

Es un discurso político simplote, para mentes simples, y con alcances acotados a un auditorio predispuesto. Un auditorio que -como los emisores del discurso- a poco que se los indague al respecto, demuestra que no sabe muy bien de que se trata lo que está mentando; sea Venezuela, Nicaragua, Haití o Biafra.

Pero la eficacia (reiteramos: acotada, no demos más por el pito que lo que el pito vale) del espantajo -como el cuco con el que nos atemorizaban de niños- requiere que los asustados no se detengan a pensar bien como son las cosas, y para eso tanto vale un Estado fallido (como Haití) desde tiempo inmemorial, con algún otro que (como Venezuela o Nicaragua) lo que ha tenido son cambios de régimen político, con los que se puede acordar o no, según la vereda donde cada uno está parado.

Y si no veámoslo desde el lado inverso del espejo, es decir el de los países "serios" que siempre nos han puesto como modelo a seguir: si para algo ha servido la pandemia es para demostrarnos que nuestros apologistas locales de experiencias foráneas, saben bien poco de como funciona en realidad aquéllo que ensalzan. La cuestión es traficar intereses (en primer lugar) e ideologías, en segundo. Tuits relacionados: 

1 comentario:

Agustín dijo...

Estimados,
En honor a la verdad, si no hubiese sido por este posteo, esto pasaba, en mi caso, totalmente inadvertido.
Además jamás se me hubiera ocurrido pensar que fuera comparable la situación de Haití con la nuestra, o al menos como proyección a futuro; imposible de imaginar.
Y si Uds. le dan espacio y tiempo -y esto me llama la atención-, entonces es que algo de todo este asunto está calando en los personajes de siempre, y una parte de la sociedad. Aunque es cierto que lo de Venezuela (también disparatado), ha tenido bastante penetración. Demasiada.
Pregunto, ¿realmente vale el tiempo y el espacio ocuparse de esto? En todo caso, la "haitianización" de nuestro país, supondría una consecuencia terrible, como es justamente un magnicidio.
Sobre el discurso del tipo "país de mierda", nos guste o no, es el que ha triunfado.