LA FRASE

"ME DICEN QUE ESTÁ VINIENDO PARA ACÁ EL MINISTRO CAPUTO, ASÍ QUE TRÁIGANME ESA REMERA QUE DICE "NO HAY PLATA"." (KRISTALINA GEORGIEVA)

viernes, 16 de julio de 2021

NO ES TAN DIFÍCIL DE ENTENDER

 


Las elecciones se definen por -como diría Perón- la víscera más sensible del hombre, que es el bolsillo: ningún gobierno pierde una elección con la economía creciendo, generando empleo y mejorando los salarios y el consumo; y es muy difícil que alguno la gane en un contexto en el que todas esas variables caen y empeoran.

Por nuestra particular estructura productiva, el eje del crecimiento (sin descartar las exportaciones) es el mercado interno, la demanda agregada y el consumo; impulsados por el gasto público y el consumo privado, en especial (por una cuestión de dimensiones y magnitudes) de los sectores que dependen de ingresos fijos: salarios  y jubilaciones. Y para consumir, esos sectores necesitan que esos ingresos mejoren, le ganen a la inflación, o como mínimo le empaten.

Las identificaciones ideológicas, las tradiciones partidarias y las fidelidades en el voto construyen "pisos" electorales que tornan competitiva a una fuerza política. Son sus desempeños en la gestión -cuando gobierna- los que le terminan dando los votos decisivos para ganar. Y sin descartar otros factores -sobre todo en elecciones legislativas, de medio término, sin ejecutivos en juego-, lo que termina pesando en la balanza es la economía.

Cuando entran a tallar (a favor o en contra) las condiciones objetivas y materiales de existencia, las estrecheces y penurias, o las mejoras que se pueden palpar, las demás consideraciones fundantes del voto pasan a un segundo plano. Las vacunas ayudan, claro, y mucho, pero si no se puede llenar el changuito del supermercado las cosas se complican, y las lealtades se ponen a prueba, ni hablar si son lábiles, volubles o cambiantes de una elección a otra.

Nadie vota pensando en los números de las cuentas fiscales, o si tienen déficit o superávit; y a casi nadie -por no decir a nadie- le mueve un pelo en términos electorales si se acuerda o no con el FMI. No es algo con lo que se pueda hacer campaña para ganar una elección, ni que ayude a hacerlo, sea en términos políticos o económicos.

No hay un "FMI bueno" y uno "malo": es siempre el mismo, porque son siempre los mismos los intereses que debe tutelar. Y como lo marca nuestra nuestra experiencia histórica (y la de todos los países donde ha metido sus narices, o fue convocado), siempre es parte del problema, nunca de la solución.

Y jamás el Fondo va a alterar -en lo sustancial- sus programas, planteos y exigencias, para hacerle un favor a nadie, a menos que sea "del palo" como el gobierno de Macri, y en consecuencia reciba presiones políticas de sus mandantes para así hacerlo. Desconocer estas cuestiones elementales, o actuar como si no existieran es un error, potencialmente suicida: a cualquier concesión que se le pida el FMI, éste responderá, más tarde o más temprano, con "condicionalidades", "reformas estructurales" y exigencias gravosas, perjudiciales para el país, su economía y su sociedad. 

Ambas cosas (mejorar la economía inyectando dinero en los bolsillos de la gente, en especial del medio para abajo de la pirámide social, e intentar acordar con el FMI) son antagónicas, siempre. Y si no lo son hoy (porque alguien piensa que pueden disociarse ambos aspectos en el tiempo, atendiendo primero uno y después el otro), lo serán mañana, pero lo serán. Es una ley casi física, que se ha verificado en nuestra experiencia histórica concreta (y la de muchos otros), innumerables veces.

No tiene que ver con nuestra pericia como negociadores, sino con la consistencia de los intereses superiores -para ellos- a los que les deben obediencia. Bien haríamos en consecuencia nosotros en entender esto, y concentrarnos (aun en medio de las restricciones existentes, agravadas por la pandemia) en aquellos asuntos que sí podemos resolver, si queremos llegar a buen puerto, en todos los sentidos: controlar la inflación (en especial de alimentos), mejorar el poder adquisitivo de los salarios y las jubilaciones.

Y si tenemos que pagar costos (en términos de enfrentamientos, conflictos, presiones) hagámoslo por eso, que vale la pena; no por intentar -a como de lugar- cerrar un acuerdo del que luego nos terminemos arrepintiendo. Tuits relacionados:  

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Es el 15% entonces, no el 20%, el que define las elecciones, siempre en (las 3 secciones más importantes de) la prov. De bs as.

Pensar que el fdt conserva los votos del 2019 es una impericia. Por tanto, asegurar la victoria es negligente.

No existe ninguna polarización. Por el contrario, hace rato el voto no está tan disperso.

Hay radicales, radicales novativos, ultraderecha inorgánica de voto suelto (votaban a Bullrich, hay que ver a dónde van ahora), hay liberotarios varios que son núcleo de cambiemos (porque no van a tirar el voto en Espert de nuevo y milei no tiene ni partido).
Tenés además la izquierda, que mucho daño supo hacer en 2019 (y siempre).
Y está el frente renovador, envuelto en el fdt.

Sobre moreno no se, ahora con las 62 acompañándolo habrá que ver (aunque haya dicho las boludeces que dijo)

Anónimo dijo...

Che, ni hagan las elecciones. El del comentario anterior ya resolvió todo. Ahorremos plata.

Anónimo dijo...

Cómo que ya resolvió?
Es un análisis. Artemio hace uno, yo hago otro. Hace vos el tuyo si te da la cabeza. Sino, seguí chicaneando.

Seguimos con los excelsos cuadros haciendo aparición.