A propósito de la resolución del Ministerio de Trabajo de la Nación desconociendo al confederal convocado por Moyano para impulsar su reelección al frente de la CGT (donde impera en forma indefinida, no como para el presidente de la Nación), y reconociendo la convocatoria del sector de Caló; creemos que vale la pena releer atentamente todo lo dicho en su momento en éste blog acá sobre la situación del sindicalismo argentino.
En efecto, estaba planteada allí la disputa en ciernes por la legalidad de la conducción de la CGT (como en momento se dio en términos electorales hacia el interior de la CTA), y su proyección hacia los espacios institucionales o políticos de discusión donde esa legalidad de se puede hacer valer: el Consejo del Salario, la discusión por el régimen de ART y otros.
Sin embargo más que una lectura especifica de lo que pasa en el mundo sindical, el episodio parece más vinculado a las compejas relaciones que éste tiene con la política, y en especial con el peronismo; como que la fractura de la CGT se inscribe claramente en el marco de la disputa política de Moyano con Cristina y el gobierno nacional.
Y es allí justamente donde el camionero ha venido tratando de cosechar apoyos (con una estrategia por momentos desconcertante, que incluyó lisonjas en público con Macri), y donde despierta esperanzas en la oposición a Cristina; fundamentalmente expresada en Clarín y los demás medios hegemónicos, como lo demuestra esta voluntariosa columna de Van Der Kooy, justamente en la edición de hoy de Clarín.
Decíamos antes que las relaciones entre el sindicalismo y la política son complejas y no admiten lecturas lineales (como la que interesadamente hace Van Der Koooy), porque son universos que corresponden a lógicas distintas de representación de intereses (más o menos generales, o particulares), y con sus propias reglas de juego en cada caso. Y muchos hechos sucedidos en los últimos tiempos lo corroboran.
Ayer nomás el propio diario donde escribe Van Der Kooy se ocupaba de señalar el vínculo existente entre la protesta del sindicato de canillitas contra Clarín y La Nación (los famosos "bloqueos", que otrora contaban con el soporte de los camioneros de Moyano) y el gobierno nacional: sin embargo, el gremio que encabeza Omar Plaini es uno de los más firmes aliados de Moyano en "su" CGT.
Lo mismo sucede con las relaciones entre Moyano y otros factores internos de poder del peronismo, donde Van Der Kooy y otros imaginan siembre la emergencia de brotes de rebeldía contra el liderazgo de Cristina y el predominio del kirchnerismo; como lo son los gobernadores o los intendentes del conurbano: estos últimos, por caso, sufren a diario al líder de los camioneros en sus reclamos por los recolectores de residuos, uno de los rubros que les insumen más recursos de sus escasos presupuestos de gestión; y en el conurbano esos conflictos son de tal magnitud que terminan involucrando -a la larga y a la corta, en especial por el esquema del CEAMSE- al gobierno provincial que conduce Scioli.
Que es el de la principal provincia argentina, y de quien se espera siempre una rebelión contra el kirchnerismo; mientras es el más necesitado de su asistencia financiera; sin olvidar que fue su foto con Moyano la que lo colocó en una posición defensiva, en el medio del conflicto por el pago del medio aguinaldo; que afectaba a los trabajadores en el goce de un derecho establecido por el mismísimo Perón.
Y si Moyano mira para el lado de otros gobernadores peronistas (en especial con aspiraciones presidenciales) el panorama no cambia mucho: De La Sota tiene fuertes enfrentamiento con los gremios estatales de su provincia a los que ha reprimido con saña, y dentro de esos gremios sobresalen los de Luz y Fuerza (que en el orden nacional reportan a Lescano y por ende a la CGT de Caló) y los judiciales, encolumnados en el orden nacional con la Federación que conduce Julio Piumatto, del núcleo íntimo del propio Moyano.
A ambos los una la defensa de un régimen previsional de privilegio, que está erosionando financieramente al gobierno de Córdoba, y que el gobierno nacional se niega a financiar, lo que es a su vez la punta de lanza del enfrentamiento de De La Sota con Cristina. Y ni hablar Urtubey, al que Moyano enfrentó con su propio candidato a gobernador, con resultados no muy halagüeños.
Desde que el conflicto entre Moyano y el gobierno se fue profundizando, Cristina fue tomando una tras otra decisiones tendientes a recortarle al camionero el poder que fue adquiriendo en otros años, cuando formaba parte central del dispositivo político oficial; empezando por la disolución de la APE y terminando por la intervención del Belgrano Cargas, donde la Federación de Camioneros tenía acciones en la sociedad concesionaria.
Ninguna de esas medidas despertó la solidaridad abierta con Moyano ni siquiera entre los gremios que comparten su CGT, porque había divergencia de intereses en juego, y no veían que estuvieran los suyos comprometidos del mismo modo. En todo caso la disolución de la APE los ha puesto a todos (sin distinción de moyanistas o no) en la necesidad de tener que discutir con el gobierno los reintegros a las obras sociales, cosa que antes discutían con Moyano.
Y hablando de obras sociales: en el clásico conflicto entre participacionismo y confrontación del sindicalismo con los diferentes gobiernos, no es ocioso recordar (sobre todo cuando Moyano blande el peronómetro) que el manejo de las obras sociales (uno de los puntos que unifica todos los reclamos de las diferentes fracciones sindicales al gobierno) es una conquista arrancada por los sindicatos con tácticas participacionistas (hasta colaboracionistas en algunos casos) a la dictadura de Onganía, y no a un gobierno democrático, ni siquiera al propio Perón.
También dijimos en su momento que el voltaje del conflicto dentro del sindicalismo depende de los diferentes canales por los cuales los gremios pueden canalizar sus reclamos; porque algunos de ellos (como discutir los salarios y condiciones de trabajo en paritarias) pasan por cada uno en particular, de acuerdo a la relación de fuerzas que tenga con su respectiva contraparte empresarial: en las paritarias no se sientan ni la CGT, ni la CTA, sin distinguir de que fracción de cada una estemos hablando.
Y mientras algunos temas como Ganancias podrán seguir estando en el candelero (acotados a un universo reducido de trabajadores) unificando a todos en el reclamo, otros como la generalización de las asignaciones familiares quedaron en un absoluto segundo plano, con los recientes cambios introducidos por el gobierno al régimen cuando Cristina anunció el aumento de la AUH.
Moyano analiza la convocatoria a un paro nacional en confluencia con la CTA de Miceli (con fisuras internas en su propio gremio, ATE), el "Pollo" Sobrero, la Federación Agraria de Buzzi y la FUA: estas dos últimas ni siquieran se plantean como fin representar a los trabajadores; mientras que Miceli planteó conflictos internos en sindicatos que le responden a Moyano (como la Asociación Bancaria), lo mismo que Sobrero en relación con la Unión Ferroviaria, que al menos formalmente adscribe a la CGT moyanista. Por no mencionar los innumerables conflictos que el propio Moyano protagonizó por cuestiones de encuadramiento sindical, tratando de absorber afiliados de otros gremios.
El conflicto entonces y más allá de los avatares legales y judiciales de la disputa por el sello de la cGT, es político; y se remite a la añeja discusión del rol del sindicalismo dentro del peronismo, lo que también marca los límites reales del despliegue político de Moyano: en el peronismo siempre la política condujo al sindicalismo y hoy no es la excepción; y a la política del peronismo (al menos por ahora) la conduce Cristina.
Por otra parte si el punto de quiebre de Moyano con el gobierno fue (como dicen algunos) el cierre de las listas de legisladores el año pasado, cabría preguntarse cuanto espacio estarían dispuestos a cederle a Moyano en sus listas los dirigentes del peronismo opositor; y en que marco de acuerdos políticos.
A menos que el camionero intente su propia aventura electoral sin el respaldo de ningún otro sello preexistente, tarea en la cual los precedentes históricos de sindicalistas lanzados a la arena electoral no son muy halagüeños para sus aspiraciones.
Tampoco se trata acá de la más añeja aun disputa sobre la autonomía o heteronomía política de los trabajadores y sus organizaciones sindicales; zanjada en el peronismo ya por el propio Perón al mandar disolver el Partido Laborista en 1946.
Aunque a Moyano le cueste reconocerlo ahora, sus mayores éxitos y su también mayor crecimiento incluso en el plano político los obtuvo por dentro del dispositivo kirchnerista; estando todavía por verse lo que puede cosechar por afuera; sobre todo porque no se puede impugnar al kirchnerismo por la deslealtad con los aliados de otrora, protagonizando bochornos como el que estelarizó hace un par de semanas en la Cámara de Diputados con Héctor Recalde.
Y tampoco puede (aunque lo intente con frecuencia) intentar trasladar mecánicamente la realidad a los 90', cuando peleaba desde la marginalidad formal del MTA contra una CGT entregada con pies y manos a un gobierno explícitamente asumido como anti-sindical, y que ejecutaba un sistemático programa de recorte de derechos de los trabajadores; derechos que eran diagnosticados como un obstáculo para el progreso económico del país, con la complicidad de buen parte del sindicalismo.
Aun con el reciente episodio de la reforma de la ley de las ART a la vista, la lectura en esos términos del proceso abierto en el país el 25 de mayo del 2003 es demasiado forzada; y sería incoherente para la trayectoria del propio Moyano todos estos años; que adhiriendo al kirchnerismo como lo hizo (no hace falta recordar sus manifestaciones públicas al respecto), habría cumplido entonces en relación a éste el mismo rol que Daer y otros dirigentes en relación a Menem.
No hay comentarios:
Publicar un comentario