La imagen corresponde a la portada digital de El Litoral de hoy, y refleja en simultáneo las dos caras de Santa Fe: la ciudad que se prepara para recibir el circo del TC 2000 y al turismo que lo sigue; y la que todavía sufre, especialmente en los barrios marginados del oeste, las consecuencias de las tormentas de los últimos días.
Mientras la Municipalidad invierte equipos, mano de obra y recursos en montar el circuito callejero y poner todo a punto para que vean en el resto del país lo linda que es Santa Fe (al menos la parte que les van a mostrar) hay santafesinos sin techo, sin luz y sin sus escasas posesiones, porque lo perdieron todo con los temporales.
Santafesinos que viven en el borde castigado del Salado (la zona predilecta de las tragedias hídricas que nos azotaron) no porque les guste, sino porque no encuentran otro lugar mejor para vivir, porque han sido expulsados: de la trama urbana, de la infraestructura pública, de la mirada cotidiana del resto de los que vivimos en la misma ciudad, de la agenda de los medios tradicionales de la propia Santa Fe; como bien lo plantea acá Barricada.
Y sobre todo, de las políticas públicas de un Estado que los ignora, para el que no importan, no cuentan.
Hace poco mostrábamos acá imágenes de contraste tan fuertes como éstos, que nos revelan que no se trata de un hecho coyuntural o anecdótico, o de una circunstancia simplemente azarosa que vinculó a un acontecimiento deportivo trascendente con un evento meteorológico que trajo aparejadas consecuencias sociales: es parte de una idea de ciudad que está instalada desde hace mucho tiempo (antes incluso de que el Frente Progresista Cícico y Social llegara al poder); tanto que ya parece naturalizada.
Y mientras esto sucede en Santa Fe, mucho se discute en el país acerca de los caerolazos y sus protagonistas, y hay coincidencia (desde el kirchnerismo y sus opositores) en que hay allí una clara ausencia de representación política y más aun: muchos parecen desvivirse por asumir esa representación e interpretar las demandas de los cacerolos.
Sofisticadas, si las medimos en términos de las preocupaciones habituales del hombre común de la calle, estratosféricas o extraterrestres, si las analizamos desde la perspectiva de -por ejemplo- una familia humilde del barrio de Barranquitas a la que las tormentas le volaron las chapas del techo de su casita de un solo ambiente.
Y sin embargo esas demandas (las de los cacerolos) se nos aparecen a cada instante, nos aturden, nos abruman, se nos meten por diarios, radios, televisión y redes sociales como un asunto urgente que debe atenderse ya, sin la menor dilación.
Todo lo contrario de lo que pasa -por ejemplo- con los reclamos de los vecinos del borde marginado de Santa Fe: ellos, al parecer, pueden esperar. Incluso algunos piensan que deben esperar.
Pero volvamos sobre el asunto de la ausencia de representación: si esos barrios, esos vecinos y esas familias están postergados, invisibilizados, olvidados, ¿no es acaso por una estruendosa falta de representación política de sus reclamos y necesidades?
Lo que no implica que no haya quienes hayan expresado sus demandas, incluso en el espacio público; como la Corriente Clasista y Combativa, InNuMa (Inundaciones Nunca Más), Manzanas Solidarias, Trama y otras organizaciones sociales, que vienen trabajando desde hace tiempo en los barrios más postergados de la ciudad.
No se trata de desvalorizar su esfuerzo (todo lo contrario), sino de apuntar que lo que está faltando para vehiculizar esas demandas (y para empezar a cerrar esa brecha tan profunda entre las dos ciudades, tan distintas entre sí) es más Estado, y para que haya más Estado, debe haber más política.
Y si hablamos de asumir la representación política de los más humildes, lo que acá está faltando es que aparezca el peronismo, para denunciar estas cosas y para hacer algo para empezar a revertirlas.
Se dirá que los gobiernos peronistas (provinciales y municipales) anteriores son en buena medida culpables de la postergación de muchos barrios de Santa Fe que viven en el hacinamiento o la carencia de servicios básicos, y eso es innegablemente cierto: allí están las tragedias del 2003 y el 2007 para demostrarlo.
Tanto como que justamente por eso el Frente Progresista ganó las elecciones del 2007 (en la ciudad y en la provincia), encarnando una esperanza de cambios que -todavía hoy- sigue siendo eso, y por momentos y para muchos santafesinos, ni siquiera eso.
Por eso es al peronismo santafesino a quien hay exigirle que se ponga a la altura de las circunstancias y asuma dar la pelea por estas cosas, porque ¿a quién exigírselo si no, a los que gobiernan la ciudad y la provincia, que ya han demostrado sobradamente que no saben, ni pueden ni quieren hacerlo?
A menos que sus dirigentes se hayan resignado ya a ser ese peronismo que sólo votan los antiperonistas, al menos hasta que apareció Miguel Del Sel.
1 comentario:
Que hay dos ciudades es innegable. Una muy reducida y paqueta, timbera e indiferente a todo, excepto sus privilegios, en la que se mezclan gobernantes oficialistas y opositores con el mismo desparpajo de no atender los problemas sociales. La otra más grande y llena de carencias, antes atendida por punteros políticos y ahora por comisarios políticos oficialistas que le prometen cosas salidas de alocadas ideas de sus jefes progresistas.
Por esa razón suscribo lo expuesto por este blog, acá hace falta presencia de peronismo y principalmente de la corriente K seria, no los agitabanderas y consignas boludas, sino gente solidaria y de acción responsable.
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