LA FRASE

"CON EL PRETEXTO DE LA EDUCACIÓN SEXUAL, KICILLOF FOMENTA LA PEDOFILIA, SI FUERA EL INCESTO, VAYA Y PASE." (KARINA MILEI)

jueves, 14 de diciembre de 2017

AJUSTE INTERRUPTUS


Y chocaron la calesita nomás: un gobierno de mierda ejecuta un plan económico de mierda, que necesita de leyes de mierda para aplicarse, y esas leyes solo pueden obtenerse mediante prácticas políticas de mierda. Hay que admitir que los procederes del macrismo tienen cierta lógica.

Un impresionante dispositivo de seguridad que puso al Congreso de la nación bajo el control operacional de la Gendarmería, y generó una represión que todavía seguía con la cacería de manifestantes por las calles de los alrededores al momento de subir estas líneas, acaso como violento descargo del despecho del gobierno por el fracaso de la sesión en la que trataba de imponer a como de lugar, la poda a los salarios de los jubilados, pensionados y beneficiarios de la AUH. Estuvimos a punto de ser Venezuela, para terminar siendo el Perú de Fujimori.

Mientras fuera del recinto se gaseaba, baleaba y apaleaba manifestantes, trabajadores de prensa y diputados opositores, adentro "Cambiemos" trataba de conducir una bochornosa sesión en la que llegaron al quórum de modo irregular, sentando en sus bancas a un par de "diputruchos" que aun no habían prestado juramento. Lo peor del menemismo y del gobierno de la Alianza, junto en el mismo frasco: una metáfora del "cambio" que se instaló en la Argentina a partir de diciembre del 2015.

Después de llevar la teoría del "beneficio de la duda" y el "criterio de verdad" de su testimonio para las fuerzas de seguridad que esbozaron Bullrich y Michetti un paso más adelante (culpando a los diputados heridos por poner sus cuerpos en el trayecto de las balas y gases de los gendarmes), Elisa Carrió mocionó para levantar la sesión, aduciendo que no estaban dadas las condiciones para seguirla. Trató de ese modo de cubrir el intento de perpetrar un delito (adentro del recinto, afuera se perpetraron varios), pero ya era tarde: habían dejado las huellas por todos lados.

Antes, la formación amplia de "Cambiemos" tomó su lugar en la orquesta para intentar ejecutar la partitura del ajuste: radicales (ansiosos por más de una década sin cagar a los jubilados), PRO, cívicos, "peronistas de Perón" sueltos que responden a algunos gobernadores y Martín Lousteau con su bloque, estrenando su afiliación radical como debe ser: legislando en contra de los sectores populares, rodeado de gendarmes. Al final y parafraseando a la izquierda, se comprobó que el PRO y él eran -efectivamente- lo mismo.

Si esta coalición amplia se mantiene para la próxima intentona, es posible que Macri termine logrando imponer el mamarracho previsional, que es el proyecto prioridad cero de su gobierno: ajustar a los más débiles, para generar excedentes fiscales para pagar deuda; y dar así la señal a los acreedores para que le sigan prestando y no desconecten el respirador del crédito exterior, sin el cual su gobierno colapsaría al instante. Sin esa necesidad apremiante no se entienden el impresionante operativo represivo, ni el nivel de truchada aleve de la sesión caída.

Lo que es menos probable que pase es que el gobierno -aun logrando sancionar la ley- salga indemne de todo esto; y no siga dejando jirones de su legitimidad renovada en las elecciones de octubre en el camino. La conferencia de prensa posterior de Marcos Peña merecerá figurar en la antología del encapsulamiento en una realidad paralela, de un gobierno que "no disputa la calle" pero la llena de gendarmes, y que demostró -una vez más- estar dispuesto a dialogar a los garrotazos.

Claro que como dijo alguien, las bayonetas (es decir, los instrumentos de la violencia y la represión estatal) sirven para muchas cosas, menos para sentarse sobre ellas: si el gobierno insiste en profundizar sus políticas de ajuste -y todo indica que lo hará, porque no parece haber "Plan B" al respecto- no puede seguir indefinidamente echando mano del recurso de la represión frente a la previsiblemente creciente protesta social. De lo contrario se irá debilitando cada vez más, y su continuidad terminará dependiendo de que no se le acuartelen los gendarmes, prefectos o policías.  

Alguna respuesta deberá dar al nuevo marco político, aunque sea para descomprimir tensiones: Emilio Monzó (uno de los "macristas rescatables" para muchos de este lado de la grieta) debe renunciar de inmediato, porque no supo ni quiso ni pudo evitar que se intentara consumar un fraude parlamentario, y porque la seguridad en el recinto y en el Congreso es su responsabilidad: haberla dejado en las manos de los efluvios etílicos de Patricia Bullrich fue de una gravísima irresponsabilidad, como quedó demostrado.

Pero no centremos en él las objeciones principales, que tienen un solo nombre y apellido: Mauricio Macri. El peor problema de este gobierno de impresentables incapaces de reconocer límites, actuar racionalmente y parar la pelota para no poner en riesgo la paz social es el mayor impresentable de todos, que  es el presidente; sin cuya decisión nada de esto hubiera pasado: no habría intento de mochar los sueldos de los jubilados y demás afectados por la medida, ni se hubiera pergeñado una parafernalia represiva para garantizar que el Congreso lo consagrara con forma de ley, como fuera.

Para la oposición el episodio arroja una victoria no menor: fue la actuación decidida de algunos legisladores (del Frente Para la Victoria, la izquierda, el Movimiento Evita y otros bloques) y la movilización popular lo que determinó un freno aunque sea transitorio al ajuste. La unidad en la lucha y en la calle construyó más límites para Macri que miles de alquimias en las mesas de arena sobre con quien sí y con quien no construirla, porque para los palazos, balas y gases de los gendarmes no hubo "bolillas negras": todo el que los enfrentaba la terminó ligando, sin importar de donde viniera.

En el caso particular del peronismo, una muestra más -y van- de que la anhelada "unidad con todos adentro" es absolutamente imposible: lo era para Perón (y era Perón) en 1974, y lo es hoy, con toda el agua corrida bajo los puentes desde entonces. Hay peronistas que desde hace rato juegan otro partido, con otros colores, y no tienen demasiado interés en cambiar de camiseta; salvo -claro está- cuando este régimen que nos gobierna se descomponga definitivamente como inevitablemente lo hará (el único interrogante es cuando), y entonces vuelvan presurosos en auxilio "del que más mide" como si no hubiera pasado nada, y hubieran estado desde un primer momento en la trinchera opositora.

La unidad "lo más amplia posible", se tiene que seguir construyendo desde mañana mismo con todos los que cumplen el pre requisito esencial para ingresar a ella: oponerse con firmeza y decisión y por todos los medios posibles en el marco de esta democracia que el gobierno se empeña en degradar a diario, a las políticas que siempre que se aplicaron, contribuyeron a hambrear al pueblo argentino, y humillarlo con pérdida de derechos y represión.

1 comentario:

Anónimo dijo...

macri es ponzi