LA FRASE

"VOLVÍ PARA OFRECERLE AL PRESIDENTE MI COLABORACIÓN PARA RESOLVER EL PROBLEMA DE LOS CANDIDATOS QUE PROPUSO PARA LA CORTE." (FABIÁN RODRÍGUEZ SIMÓN)

viernes, 19 de octubre de 2018

ESTACIÓN PRESUPUESTO


Abundan por estos días las apelaciones y convocatorias a la unidad del peronismo, como parte esencial de una unidad opositora más amplia. No es del caso discutir acá si son sinceras o no, o si vienen con el cuchillo bajo el poncho de excluir a uno u otra (u otra), o cuáles son los límites: el dato es que todos -en apariencia y en teoría- dicen estar buscándola, y trabajando para eso.

No es cuestión tampoco de andar fijándose en que acto estuvo cada uno y con quien, o quiénes figuraban o no en alguna foto, de algún acto de los varios que hubo para celebrar el Día de la lealtad: se podrían decir muchas cosas al respecto, pero hay ciertamente cuestiones más acuciantes por delante.

Como por ejemplo vertebrar un amplio frente opositor para enfrentar con chances de éxito al nuevo experimento neoliberal que está gobernando el país, con los resultados conocidos. Al fin y al cabo, ese es el propósito que invocan todos los que llaman a la unidad de la oposición: ganarles a Macri y a “Cambiemos” en las elecciones del año que viene, sobreentendido que para darle al país otro rumbo, en lo político, económico y social. O por lo menos eso se supone.

También por estos días y en ese mismo contexto de llamados a la unidad opositora, se han multiplicado las declaraciones en los medios y redes sociales de los referentes de la denominada “oposición responsable” (Massa, Bossio) tomando distancia del macrismo y cuestionando sus políticas, al menos en términos generales.

Claro que no basta con un par de tuits o declaraciones a un medio para que lo que se diga tenga visos de credibilidad, sobre todo considerando la conducta precedente de quien dice cada cosa. Sin embargo, otra vez, hagamos abstracción de eso y supongamos por un momento que recapacitaron (alguno diría “hicieron autocrítica”, de un particular modo), y ahora están dispuestos a adoptar posiciones más confrontativas con el gobierno. Si así fuera, tienen a la vista en breve una oportunidad de demostrarlo, en la discusión del presupuesto nacional que está en el Congreso, y que en el transcurso de éste mes debería ser tratado en Diputados.

Un presupuesto que tiene tantas razones para no votarlo, como artículos tiene su texto; aun depurando algunos (como se está negociando por estas horas) que parecen puestos allí precisamente como moneda de cambio para ser sacrificados en una presunta concesión del gobierno a la “oposición razonable”, con el fin de obtener su aprobación para lo que realmente importa; que es el mega-ajuste pactado con el FMI, para poder generar los excedentes necesarios para pagar los servicios de la deuda, despejar los fantasmas del default y poder reiniciar el circuito del endeudamiento en los mercados de capitales.

No es ocioso recordar que el acuerdo con el Fondo que sirve de preludio y molde al presupuesto enviado por Macri al Congreso fue concluido excluyendo el debate legislativo exigible constitucionalmente (hay aun en trámite una causa judicial al respecto), y que el texto de su modificación aun no pendiente de aprobación por el directorio del FMI permanece secreto; y nadie en consecuencia conoce sus cláusulas, ni los compromisos que a través de él asumió el gobierno de “Cambiemos” en nombre del Estado argentino.

Como esos mismos referentes opositores del massismo y del “peronismo alternativo” que se prodigan por estos días en declaraciones de tono crítico para con el gobierno advierten, una y otra vez, que el presupuesto enviado por Macri al Congreso “así como está no sale”, mientras negocian modificaciones al texto, es necesario hacer alguna precisión al respecto.

Aunque se le podaran al presupuesto algunas de sus cláusulas más irritativas (como el nuevo manotazo al Banco Nación, la autorización al Ejecutivo para un nuevo megacanje de deuda o los recortes a las jubilaciones, pensiones y asignaciones familiares en la Patagonia), aun subsistirían sus fallas de origen (es decir, el haber sido concebido a partir del acuerdo con el FMI), y lo central de todo presupuesto: la distribución de los gastos y el cálculo de los recursos que plantea.

Es decir, aunque el gobierno cediera en otras cuestiones, seguirían firmes las podas brutales en las partidas de educación, salud, desarrollo social, pensiones por discapacidad y las universidades nacionales o los institutos de investigación, las mermas en la obra pública financiada por el Estado nacional y las transferencias con el mismo objeto a las provincias, la desaparición del fondo sojero, la licuación del incentivo docente o la supresión del programa de compensación salarial a las provincias, como consecuencia de la eliminación de la paritaria nacional docente.

Al mismo tiempo, seguirían estando allí el incremento sideral de las partidas tendientes al pago de los servicios de la deuda y las autorizaciones para tomar nuevo endeudamiento, o los subsidios a las petroleras mientras se recortan los destinados a sostener el precio del boleto de colectivo urbano o interurbano, y se les traslada la responsabilidad de solventarlos a las provincias o municipalidades. Es decir, un presupuesto con claros ganadores y perdedores, que no son otros que los mismos que han venido ocupando cada una de ambas categorías en estos tres años de macrismo.

Un presupuesto que se ejecutará durante todo el año en el que los argentinos dirimirán quien los gobierna después de Macri en elecciones, y cuyas proyecciones a futuro (en especial por el endeudamiento) impactarán sobre el gobierno que surja de ellas. Y contra el cual los sectores más combativos del sindicalismo están organizando una marcha, para el día en que se discuta en Diputados. 

La cuestión entonces no es tanto hacer discursos opositores en las redes y los medios, o apelaciones abstractas a la unidad opositora, sino poner en acto esa unidad, y esa actitud opositora.; y para eso no se nos ocurre mejor alternativa a la mano y en lo inmediato, que rechazar el presupuesto enviado por el gobierno al Congreso, de un modo claro y contundente: el camino hacia esa declamada unidad opositora tiene allí una estación insoslayable, que exige definiciones claras.

Porque si lo terminan votando o facilitando su aprobación con oportunas ausencias u oposiciones, estarán demostrando que siguen en más de lo mismo: hacer que son opositores teóricos, mientras en los hechos son oficialistas prácticos. Y en ese caso habrá que discutir a fondo de que hablan cuando hablan de unidad, y para que.

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