LA FRASE

"VOLVÍ PARA OFRECERLE AL PRESIDENTE MI COLABORACIÓN PARA RESOLVER EL PROBLEMA DE LOS CANDIDATOS QUE PROPUSO PARA LA CORTE." (FABIÁN RODRÍGUEZ SIMÓN)

martes, 16 de octubre de 2018

MACRISMO: ¿CON "M" DE MODERNIDAD O DE MEDIOEVO?


Mientras todos discutíamos quien pagaba la compensación a la distribuidoras de gas y las petroleras por la devaluación, en Neuquen se aprobaba una nueva adenda al convenio de flexibilización laboral para los petroleros en Vaca Muerta, con una virtual supresión del derecho de huelga.

En la adenda quedaron comprendidos también los trabajadores de la construcción nucleados en la UOCRA, y ambos sindicatos (el otro es el de Petroleros Privados de Neuquén que conduce el senador del MPN Guillermo Pereyra) hacían así su aporte “a la paz social, comprendiendo el carácter estratégico que tiene para el país” la explotación de esa reserva gigantesca de petróleo y gas.

La adenda es un complemento del acuerdo de flexibilización firmado el año pasado, y priva a los trabajadores y sus sindicatos de la herramienta básica con la que cuentan para defender sus derechos, contemplada nada menos que en el artículo 14 Bis de la Constitución Nacional. Da por tierra también con el principio de la irrenunciabilidad de los derechos laborales, que el gobierno había intentado amputar del texto de la Ley de Contrato de Trabajo, en la primera versión de la fallida reforma laboral.

Al mismo tiempo, el gobierno provincial en manos del MPN (hoy aliado del macrismo en el Congreso, como lo fuera de todos los gobiernos nacionales desde 1983) y el gobierno municipal de la capital (con intendente de la UCR) reprimían salvajemente a los trabajadores municipales movilizados contra la reforma previsional que les cercena derechos, y que el gobierno provincial se apresta a replicar para sus empleados públicos.

Cuando se lanzó el primer acuerdo de flexibilidad laboral en Vaca Muerta Macri lo puso como el ejemplo y modelo a seguir en todas las actividades, sobre la base de la falsa (e interesada) idea de que el problema del modelo productivo de la Argentina está en sus elevados costos laborales, y en los “privilegios” (léase derechos) de que gozan los trabajadores y los sindicatos que los nuclean.

Convenios similares se firmaron en la industria automotriz con el SMATA, con la misma UOCRA para emprendimientos privados, y con la UOM para las industrias electrónicas de Tierra del Fuego, pero hasta ahora en ninguno de esos casos se había llegado al extremo que acaban de consagrar en Vaca Muerta: comprometerse a no hacer huelga.

Mientras tanto, leemos acá que los trabajadores (porque eso son, aunque muchos no lo sepan o no lo quieran reconocer) de plataformas de servicios como Uber, Cabify, Treggo, Mercadoni, Rappi y Glovo, fundaron su propio sindicato, y solicitaron su inscripción en el ex ministerio y hoy Secretaría de Trabajo de la nación: la APP (Asociación de Personal de Plataformas).

Sus reclamos iniciales son mínimos, como que los dueños de las plataformas absorban de sus bolsillos el pago de las cuotas del monotributo que hoy pagan los trabajadores del suyo, y que también contraten un seguro que los cubra contra todos los riesgos derivados de su labor. Como ven, no hablan ni siquiera de blanquear el carácter laboral de la relación, hacerles los aportes jubilatorios o a la obra social, o cosas por el estilo.

Sin embargo, esa simple circunstancia de haberse agrupado para armar un sindicato que los represente y defienda encendió las alarmas en los empresarios del sector, y es lógico que así sea: es un ataque directo al corazón de un modelo de negocios basado no tanto en la innovación tecnológica, como en la explotación de la mano de obra que trabaja en condiciones de precariedad absoluta, y de total carencia de derechos laborales, o derivados de la condición de trabajadores, que les es negada.

Modelos de negocios activamente promovidos por el macrismo (sin que deba confundir al respecto la falta de oficialización de UBER en la CABA ante la resistencia de los taxistas, donde hay mucho voto oficialista), como el ejemplo a seguir, parar “modernizar las relaciones laborales”, o peor aun: para alentar el “emprendedurismo” donde cada uno es “su propio empresario”, aunque sea manejando una moto o bicicleta para acarrear bultos pesados.

La engañifa perfecta del capitalismo siglo XXI, que llama “asociados” a lo que no son sino esclavos disfrazados, pero eso sí: libres de atarse a un sindicato, o a condicionantes como la conciencia de clase, o la solidaridad con otros que están en su misma condición.

Tampoco es cuestión de enojarse con los que aceptan trabajar en esas condiciones, porque son parte de las víctimas de un modelo de exclusión: así como Perón decía que gobernar es crear trabajo, para Macri, su gobierno y su clase gobernar es destruirlo, para crear un ejército de reserva de desocupados que acepten mansamente trabajar en cualquier condición que sea con tal de remarla; o precarizarlo y abaratarlo, haciendo que los que tienen un empleo acepten moderar reclamos, rebajar exigencias, resignar derechos, para poder conservarlo. La teoría de los dos zapatos de Prat Gay.

Sea del extremo de la pirámide laboral que se tome (los petroleros, trabajadores en blanco, calificados y bien pagos, los "asociados" de las plataformas, precarizados, en negro y mal pagos), lo que se busca es siempre lo mismo: supresión del derecho de huelga, prohibición de sindicalizarse, negación del carácter de trabajadores, instauración del fraude laboral, precarización, recorte de derechos. Es curioso como la modernidad macrista consiste en retornarnos a los tiempos del medioevo.

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