LA FRASE

"ESTADOS UNIDOS ES UN PAÍS LIBRE, ALLÁ UN TIPO DE PIEL NARANJA PUEDE SER PRESIDENTE DOS VECES, NO COMO ACÁ, QUE YO NI PUDE SER GOBERNADOR." (MIGUEL DEL SEL)

martes, 12 de febrero de 2019

JUNTAR LOS PEDAZOS


Leíamos con suma atención ésta nota de Ana Castellani en Página 12 del domingo sobre la estrategia que debería darse la oposición a Macri de cara a las elecciones; en la que se dicen algunas cosas bastante parecidas a las que señalamos en su momento acá, como por ejemplo que "...La gente sabe perfectamente que la está pasando mal sin que nosotros se lo digamos, y no necesita que le vayamos relatando la crisis, o poniéndosela en cifras o cuadros. En todo caso el esfuerzo hay que ponerlo en tratar de explicarle como llegamos hasta acá y -más importante aun- como podemos salir.

Es tan cierto que "lo importante no es tener razón sino ganar", como que para ganar, necesitamos convencer, y para convencer, hay que argumentar, es decir, dar razones. Dar razones, no sermonear: hacen falta menos "Te lo dije" o "Yo te avisé", y más comprensión del proceso interno de cada uno que lo lleva a replantearse su voto;...No se pueden ganar las elecciones solo apelando a la nostalgia de un pasado mejor, y es necesario ofrecer futuro, decir como y por donde saldríamos de la crisis. Pero no se puede renunciar a reivindicar ese pasado, que es el que nos da credibilidad para prometer a futuro. Porque si es prometer solamente, no faltarán quienes lo hagan, el asunto es además generar la idea de que lo podemos cumplir.". 

Y el corolario de la nota es bastante parecido a esto otro, dicho acá: "No se vota para volver a los 12 años de kirchnerismo (como quiere instalar el gobierno) porque además no sería posible, sino para impedir otros cuatro años de macrismo; y hay que tener la astucia para captar votos sueltos planteando la cuestión en esos términos."

Dicho esto, recordemos que Macri logró en 2015 lo que hasta entonces había sido un sueño húmedo de la derecha argentina: que uno de los suyos (no un “abducido” como Menem) llegara al poder, ungido por el voto popular. Anclado en la base del tercio antiperonista de la sociedad que hoy es su núcleo duro, logró trabajar con inteligencia sobre las insatisfacciones de algunos sectores de la sociedad con el kirchnerismo para ganar.

Claro que lo que fue una amplia coalición electoral exitosa debía pasar un desafío, para convertirse en una coalición social permanente: relegitimarse a través de un consenso más permanente en torno a ciertas políticas, cuando éstas atienden preferentemente (si no exclusivamente) los intereses de una minoría poderosa. Tanto es así, que para sortear las elecciones legislativas del 2017 debieron detener la marcha del ajuste, y administrar dosis moderadas de populismo.

Antes y después de eso, la “nueva derecha moderna y democrática” que imaginaron algunos se reveló la misma derecha de siempre, gobernando para los mismos intereses de siempre; y con una política de exclusión de los alcances de las que está desplegando el gobierno de "Cambiemos", no hay “gradualismo” ni “sintonía fina” que alcance (ni tampoco es que se hayan esmerado mucho en ensayarlos) para evitar que las consecuencias negativas de sus políticas impacten también en su propia base electoral.

Por eso en la amplia volteada de los damnificados por el macrismo cayeron también sus votantes, en modo especial algunos sectores que le dieron apoyos firmes y extendidos: docentes, empleados “de cuello blanco” como los bancarios o empleados públicos, trabajadores calificados de gremios industriales afectados por Ganancias, jubilados, empresarios Pymes, monotributistas, “emprendedores” y sectores de clase media con ingresos suficientes como para calificar como tomadores de créditos hipotecarios; solo por poner los ejemplos más conocidos.

No fueron los únicos y en muchos casos, ni siquiera los más afectados, pero tampoco se salvaron de un programa que ya era excluyente antes de caer en el acuerdo con el FMI, y lo es mucho más después: si hasta el gobierno se vio obligado a sacrificar en el altar del “déficit cero” al que se comprometió la eliminación o baja paulatina de las retenciones a las exportaciones agropecuarias, los subsidios a la producción de gas y petróleo (abriendo frentes de conflicto con las patronales agropecuarias, o el grupo Techint), o las jubilaciones resultantes de la “reparación histórica”, que empezaron a sufrir mayores recortes por Ganancias.

Si bien es cierto, como dijimos antes, que el “macrismo social” se afirma en un porcentaje importante de voto identitario (esencialmente antiperonista) inmune a las vicisitudes de la economía, hay otra parte de su electorado que es fluctuante, y que ha sido letalmente dañada por las políticas del gobierno de “Cambiemos”. El propio gobierno es conciente de esa situación, y por eso trata de pactar con el FMI barrer bajo la alfombra las reformas más urticantes como la laboral o la previsional, hasta después de las elecciones.

Si no existiese esa tensión permanente entre la coalición electoral amplia que trata de construir para legitimarse, y esa coalición social estrecha cuyos intereses son los que en realidad tutela gobernando, Macri podría prescindir de los servicios de Durán Barba y sus inagotables conejos de la galera,o del espejo blindaje mediático que lo protege. Mientras esa contradicción (que es la de la derecha argentina desde la ley Sáenz Peña) subsista, se vuelven imprescindibles, lo que no significa infalibles en su eficacia.

Precisamente el desafío para la oposición es trabajar con inteligencia sobre esa otra grieta (tan real y profunda como la que separa al macrismo y buena parte de sus adherentes, del kirchnerismo y los suyos), para juntar los pedazos que se vayan cayendo de aquel 51 % del balotaje presidencial del 2015.

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