Tal como da cuenta la imagen de apertura (que corresponde a ésta nota de La Política Online), en la semana post electoral en la que endureció el "cepo" hasta casi virtualmente prohibir la compra de dólares para atesoramiento, el Banco Central pudo comprar billetes en el mercado para sostener su valor, y sumar 260 millones para las reservas. Nada en comparación con los más de 22.000 millones de dólares rifados desde las PASO hasta la elección general, pero un cambio de tendencia, directamente vinculado a los cambios en las regulaciones aplicables al mercado de divisas.
Tampoco podemos saber si se tratara de una golondrina que no hace verano, o la tendencia se sostendrá en el tiempo, pero sirva el dato para reflexionar respecto de un rasgo estructural y permanente de nuestro modelo productivo (la restricción externa), el modo de encarar el problema y las regulaciones que hay que adoptar para el manejo del mercado cambiario: es tan erróneo defender de modo cerrado el "cepo" (el modo coloquial con el que los medios bautizaron las restricciones establecidas en el segundo mandato de Cristina), como abjurar de él como si fuese un instrumento satánico; cuando se trata de herramientas de política económica que, bien diseñadas e instrumentadas, pueden ser virtuosas.
A pocos meses de haber asumido Macri el gobierno, y en una serie de posteos en los que reflexionábamos sobre las posibles causas de la derrota en el balotaje del 2015, decíamos nosotros acá: "Lo cierto es que dio la impresión de que menospreciamos el rasgo cultural de muchos argentinos de querer ahorrar en dólares (históricamente justificado por nuestro historial inflacionario); sin lograr que se entendiera que en cualquier país del mundo las divisas son un activo estratégico de la economía, que por tal carácter no puede dejarse librado pura y simplemente al mercado, del mismo modo que el tipo de cambio que es su consecuencia; y termina modelando el perfil del desarrollo productivo.
Lo que supone -por ejemplo- que es el Estado el que fija las prioridades para el uso de las divisas, algo olvidado (o no explicado debidamente) por los gobiernos kirchneristas cuando los dólares abundaban y había que intervenir en la “flotación sucia” comprándolos para evitar una apreciación del peso; y que se reveló una dificultad crucial cuando las condiciones cambiaron, y los dólares comenzaron a escasear.
Allí apareció en toda su dimensión problemática un rasgo estructural de nuestro modelo de desarrollo productivo que es la restricción externa, que crea tensiones hacia el conjunto de la economía; en especial porque los sectores que más dólares demandan son los que -hoy por hoy- tienen menos capacidad de proveerlos, como la industria: lo dicho antes sobre las condiciones negativas para el flujo de dólares creadas por las dificultades del comercio exterior no implican desconocer otras restricciones internas que suman presión a la demanda de divisas, como las importaciones de energía y combustibles, o los escasos grados de integración de piezas nacionales en muchas ramas de la industria, como la automotriz o de electrodomésticos.
Nuestras fallas comunicacionales posibilitaron que muchos sectores del poder económico que pugnan por acceder a las divisas para sacarlas del país (por vías legales o no) lograran encolumnar a los pequeños ahorristas o al que quería hacer un viaje al exterior detrás del reclamo del levantamiento del “cepo”, cuando en realidad el “dólar ahorro” y el “dólar turista” son apenas una pequeña parte del problema, al menos si se los compara con los dólares que se van anualmente por concepto de fuga de capitales, distribución de utilidades de las multinacionales con sede en el país, el “contado con liqui” y otras operetas financieras.".
Lo dicho entonces conserva plena vigencia hoy, cuando podemos anotar otros dos elementos al panorama descripto: uno es que el modelo económico puesto en marcha por el macrismo ha agudizado la restricción externa al permitir (al menos hasta esta semana) el acceso irrestricto al mercado de divisas y la libre circulación de capitales sin ningún tipo de cortapisas y -también hasta hace poco- dejar el mercado cambiario en manos de los exportadores, al prolongar los plazos para que liquiden las divisas, hasta prácticamente eximirlos de la obligación de hacerlo.
Y el otro es que los sectores que protestaban agriamente contra el "cepo" de Cristina que estuvo en la génesis de los cacerolazos contra su gobierno, hoy parecen tolerar sin resistencias la casi total prohibición de comprar dólares para ahorro, o que se ponga un límite casi absoluto. Está muy claro que el gobierno toma esa medida luego de las elecciones, porque de haberlo hecho antes se hubiera granjeado la antipatía de sectores que forman parte del núcleo duro de su base electoral (hecho que acaba de admitir con honestidad brutal Sandleris); y en el mientras tanto en las siete semanas que mediaron entre las PASO y las generales el Banco Central dilapidó 22.000 millones de dólares de sus reservas.
La economía argentina seguirá teniendo restricción externa durante mucho tiempo, hasta tanto adopte un modelo productivo que elimine los factores estructurales que la causan, y que son los que apuntábamos en nuestro posteo anterior al que nos remitimos. Y el país ya no aguanta resolver esa restricción por la vía del endeudamiento en divisas, o de permitir el libre ingreso de capitales especulativos, sin restricción alguna; tal como ha sido el modelo fracasado ensayado por el macrismo, con los catastróficos resultados conocidos.
La falta de divisas necesarias para el pago de los servicios de la deuda y para sostener el funcionamiento de la economía debe resolverse con dólares genuinos que provengan de la inversión extranjera directa (IED), o de las exportaciones y el superávit comercial. Mientras tanto, el gobierno de Alberto Fernández deberá mantener -e incluso profundizar- las restricciones a la compra de divisas con fines no productivos; siendo las herramientas que decida emplear ("cepo", desdoblamiento cambiario) cuestiones secundarias a esa conclusión principal; y lo deberá hacer le guste o no, y cualquiera sea la opinión que tenga respecto al "cepo" ensayado durante el segundo mandato de Cristina: como él mismo dijo, ser pragmáticos y no atarse a determinadas premisas teóricas, cuando eso impide encontrar soluciones concretas a problemas graves, y vaya si el de la restricción externa lo es.
Por ende, afrontemos todas las discusiones necesarias sobre el tema (como reconvertir las ramas de la industria más demandantes de divisas, como aumentar el potencial exportador), pero desde esa lectura realista de la situación. Como es muy posible que, en ese contexto, deban tomarse medidas que sean antipáticas para sectores sociales que nos adversaron con su voto (y que seguramente protestarán mañana por lo que toleran hoy, porque lo hizo "su" gobierno), se requiere también tener el cuero duro para resistir el coro de quejas, y hacer lo que haya que hacer, le guste a quien le guste, en ésta cuestión tan crucial. Y si no nos creen a nosotros, léanlo a Zaiat que lo explica con más claridad y precisión teórica.
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