Hasta no hace mucho tiempo y sobre todo cuando se empezaba a conformar el "Frente de Todos" como coalición opositora amplia para derrotar al macrismo, el peronismo santafesino era puesto por muchos como el ejemplo a seguir, y era lógico que así fuera: el virtuoso proceso que arrancó con la asunción de la presidencia del PJ provincial por parte de Ricardo Olivera, y siguió con una interna civilizada y ejemplar entre Agustín Rossi y Alejandra Rodenas para las legislativas nacionales del 2017, culminó en junio de este año con el triunfo de Omar Perotti para que el peronismo retornara a la gobernación de la provincia, coronando una política exitosa de "unidad con todos adentro".
Desde ahí para acá, "pasaron cosas", entre ellas el resultado de las elecciones generales del pasado 27 de octubre, que marcaron que el FDT pasó de ganar las PASO por casi 10 puntos de ventaja, a perder por poco menos un punto, y resignar un diputado nacional que venía ganando en la primera instancia.
Si bien no se puede descartar que haya existido cierto relajamiento en el trabajo de campaña (Alberto Fernández vino solo una vez a la provincia tras las PASO, luego del gran acto previo a ellas en el Monumento a la Bandera, con Cristina y los gobernadores), todo parece indicar que Santa Fe no escapó a la dinámica general de la región, agudizada en la región centro del cinturón sojero y agropecuario del país: prevaleció una lógica de balotaje entre el peronismo y la fórmula encabezada por Macri como encarnación del antiperonismo, y en un contexto de polarización desparecieron las "terceras vías", como fue muy notorio que sucedió en Santa Fe con Lavagna y los votos del socialismo, que en su gran mayoría fueron a Macri; aun cuando hubo sectores internos del partido de la rosa que, con el resultado de las PASO puesto (un posicionamiento no exento de oportunismo) habían manifestado su apoyo a la fórmula FF.
Pero más allá de la elección nacional, lo que se viene complicando a paso firme son las condiciones de la transición entre el gobierno de Miguel Lifschitz, y el entrante de Perotti: un larguísimo proceso de seis meses (fruto de la irresponsabilidad del calendario electoral diseñado por el actual gobernador), en el que fue pasando de todo; y donde todo indica que la nueva administración enfrentará no solo un panorama financiero delicado en un contexto económico nacional adverso (al menos hasta que el gobierno de AF logre enderezar el rumbo del desastre macrista), sino un panorama político complejo, en el que el "sistema" que virtualmente cogobernó la provincia durante 12 años se resiste a resignar posiciones.
La primera (i) responsabilidad para que eso suceda es de Miguel Lifschitz y de su gobierno: como lo han señalado el propio Perotti y los encargados por él de mantener los contactos con la actual administración durante la transición, han faltado reiteradamente a sus compromisos, y siguen agravando el cuadro con gastos innecesarios, designaciones y contratos de personal a granel incluso violando la Ley de Responsabilidad Fiscal, o la continuidad de licitaciones que no tienen garantizado financiamiento, entre otras cuestiones.
Como por ejemplo la insólita decisión de remitir a la Legislatura provincial el presupuesto para el año que viene, sin que el futuro gobernador (que lo tendrá que ejecutar en su totalidad) pueda siquiera participar en su armado, la reforma al esquema de funcionamiento del Plan Abre para desfinanciar a la provincia en beneficio sobre todo de las municipalidades de Santa Fe y Rosario (gobernadas desde diciembre por el Frente Progresista), y el apresuramiento por cubrir cargos en los organismos de control (la Defensoría del Pueblo, el ENRESS) con ex funcionarios o legisladores del actual oficialismo; en un burdo intento de condicionar de antemano al gobierno entrante.
Está claro que los que hasta hoy son gobierno en la provincia no tienen ninguna intención de ser "opositores responsables" del gobierno de Perotti, y están dispuestos a todo con tal de recuperar rápidamente el poder que perdieron tras 12 años de gobierno. Pero el cuadro no sería completo sin sumar a la descripción a las internas que se están abriendo en el PJ, en especial con un sector del bloque de senadores provinciales; personificado en la figura de Armando Traferri, senador por el Departamento San Lorenzo.
El "Pipi" como se lo conoce, fue el principal promotor de la candidatura de Alejandra Rodenas a diputada nacional en el 2017, y de su integración a la fórmula como Perotti como candidata a vicegobernadora para las elecciones provinciales de éste; y ciertamente la primera que queda en posición incómoda con sus posicionamientos legislativos (en los que viene funcionando de hecho como un senador del Frente Progresista, más que del PJ), es la propia Rodenas; más allá incluso de su propia posición personal, algo que no parece advertir su valedor.
Lo real es que ese sector del peronismo santafesino tampoco parece advertir que las cosas cambiaron, precisamente porque el PJ ganó las elecciones, y tendrá la responsabilidad de gobernar la provincia a partir del 11 de diciembre; y en lugar de comportarse como lo que son (parte del nuevo oficialismo, y como tal, responsables de bancar legislativamente al gobernador y su programa de gobierno), siguen como hasta ahora, en que fueron parte del dispositivo del "oficialismo ampliado", sin el cual el socialismo y sus socios del FPCyS no podrían haber avanzado hasta donde lo han hecho. El episodio de la frustrada intentona por habilitar el proceso de la reforma constitucional en la provincia es puramente anécdótico si no se lo entiende desde esa óptica.
Podrá decirse que algunos de los senadores provinciales del PJ le muestran los dientes a Perotti para exigirle lugares en el armado de su gabinete (lo cual en sí mismo no sería objetable), y circulan al respecto todo tipo de versiones que acá no vamos a replicar, porque además al que menos lo favorecen es a Traferri; pero eso no quita lo principal: no hay ningún posicionamiento sectorial interno que justifique poner en riesgo lo que al peronismo santafesino tanto le costó conseguir, haciéndole el juego a sus adversarios. Porque esa es la verdad desnuda de las cosas, llamadas por su nombre.
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