LA FRASE

"DE MI ASCENSO A SECRETARIO DE ESTADO SOLO DIRÉ QUE SI UNO ES BUENO EN LO SUYO, EL RECONOCIMIENTO SIEMPRE LLEGA." (MANUEL ADORNI)

viernes, 15 de noviembre de 2019

RETROCESOS BÁSICOS


Cuando en los primeros meses del macrismo se cantaba en las plazas “Macri, basura, vos sos la dictadura”, no faltaron los sommeliers de la protesta política que lo señalaran como un error, porque se trataba de un gobierno electo democráticamente. Como casi todo lo que por entonces decían decían los núcleos más activos de la resistencia a las políticas del nuevo oficialismo (tildados de “minoría intensa”), el tiempo les terminó dando la razón.

Y es que al señalar que Macri era la dictadura no se desconocía su legitimidad de origen, sino la profunda afinidad ideológica de él y su gobierno con el último experimento autocrático que asoló el país, más allá de las obvias similitudes de las políticas económicas y sociales: no hacía falta raspar mucho la costra democrática del macrismo para descubrir debajo la piel de la bestia.

Se vio al principio (con la cacería judicial de opositores y el retorno a los tiempos en los que el país tenía presos políticos), en el medio (cuando el gobierno guardó estruendoso silencio ante el fallo de la Corte concediendo el “2 X 1” a los genocidas, e incluso su Secretario de Derechos Humanos lo apoyó) y ahora, en el final; con la obstinada negativa a declarar y admitir que en Bolivia hubo y hay un golpe de Estado, y un gobierno de facto, incluso con tensiones hacia el interior de la coalición oficialista.

El macrismo ha sido sin dudas el peor gobierno de nuestra historia democrática, por mérito propio: aun con el impresionante blindaje mediático de que gozó y goza, en un torpe intento por reescribir de antemano la historia futura, las propias estadísticas oficiales, cuya credibilidad se jacta de haber recuperado, marcan que en términos de indicadores económicos y sociales su gestión ha sido una completa catástrofe para el país, y para la mayoría de los argentinos.

Pero además lo fue por supuso un severo retroceso en aquello que se suponía que venían a mejorar (la “calidad institucional”, o el respeto por las instituciones de la República), y en lo que hasta acá eran consensos democráticos básicos, trabajosamente construidos por la sociedad argentina y su sistema político durante los 36 años que llevamos desde la recuperación de la democracia.

Tanto machacar con la necesidad del diálogo para generar consensos “en torno a políticas de Estado”, o los famosos “tres o cuatro temas en los que nos tenemos que poner de acuerdo todos los argentinos”, para terminar en que, como un elefante en un bazar, el macrismo se llevó puestos  consensos democráticos básicos que existían antes de que llegara al gobierno. Y si no repasemos:

* Se retrocedió en el apoyo del Estado a las políticas de memoria, verdad y justicia; y se intentó implícitamente y casi explícitamente, de volver a instalar el negacionismo sobre el número de desaparecidos y -sobre todo- la teoría de los dos demonios, y una nueva revisión histórica sobre hechos que ya merecieron esclarecimiento y condena en sede judicial.

* Se abandonó un pilar básico de la política exterior argentina con todos los gobiernos democráticos y que además se corresponde con los principios básicos de los organismos multilaterales de los que el país forma parte, como lo es la no injerencia en los asuntos internos de otros estados y la apuesta a la solución pacífica de los conflictos; con la vergonzosa línea diplomática del gobierno de Macri en el caso Venezuela, plegándose de modo obsecuente a la política de los Estados Unidos, que incluye la opción de la invasión militar.

* Se volvió a consagrar normativamente la intromisión de las fuerzas armadas en tareas de seguridad interior, en contra de los consensos construidos a lo largo de gobiernos democráticos de todos los signos políticos, basados en los funestos precedentes de nuestra historia política.

* Se puso en entredicho la transparencia de nuestro sistema electoral desde el propio gobierno, y se violó de modo reiterado el mandato constitucional de que los cambios en sus reglas de juego se hagan por consensos amplios y mediante leyes del Congreso, aprobadas fuera de los períodos electorales, para no despertar suspicacias de ningún tipo.

* Y ahora se busca evitar por todos los medios repudiar un claro golpe de Estado y calificarlo como tal, profundizando el bochorno internacional ya perpetrado en el golpe parlamentario contra Dilma Roussseff en Brasil, retrocediendo en lo mínimo que se le puede pedir a un gobierno democrático: que defienda la democracia, el imperio del estado de derecho y la voluntad popular.

Eso sin contar que otras graves regresiones del macrismo y sus políticas que no las ponemos en la misma categoría (como la validación institucional del gatillo fácil con el caso Chocobar), porque es evidente que expresan tendencias de importantes sectores de la sociedad argentina, de modo tal que sobre esas cuestiones no se puede considerar que existan consenso amplios.

O en todo caso y profundizando un poco más el análisis: acaso el macrismo sea la expresión electoral y política de que esos consensos que sí suponíamos consolidados en torno a ciertas cuestiones centrales, en cuyo caso la tarea que le espera por delante a Alberto Fernández, que se plantea como objetivo “cerrar la grieta”, sea mucho más dificultosa de lo que él supone.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Si se comprueba la participación de Gerardo Morales en la implementación del golpe, ¿con qué cara el radicalismo puede repudiar el golpe?
Jorge