LA FRASE

"CON EL PRETEXTO DE LA EDUCACIÓN SEXUAL, KICILLOF FOMENTA LA PEDOFILIA, SI FUERA EL INCESTO, VAYA Y PASE." (KARINA MILEI)

martes, 12 de noviembre de 2019

COREA DEL PERO


La expresión del título no nos pertenece, la tomamos prestada de alguien en las redes sociales, pero vale por ser muy gráfica de lo que está pasando en el país, en los medios y en la política, frente al golpe de Estado en Bolivia que derrocó a Evo Morales. Es doloroso plantear que cosas tan graves como las que están ocurriendo allá nos sirvan de lección, para aprender y que no se repitan acá, en pleno 2019, pero es así: sepamos encontrar en medio de la rabia, la tristeza y el dolor por el fin del gobierno de Evo, un espejo, una luz para distinguir posturas, gente, sectores, y para trazar una línea. Pónganle grieta si quieren, para nosotros el nombre es irrelevante.

Lo concreto es que para nosotros, en las posturas que cada uno adopte frente a un golpe de Estado puro y duro, como los de antes, los de siempre, que está a nada de desatar en forma abierta el terrorismo de Estado, hay una línea que pasa de lo opinable, o las cosas que se pueden someter a discusión; y si se lo quiere  hacer negando la existencia misma del golpe o su gravedad política, aun bajo el pretexto dar con “la contextualización correcta de los hechos”, hay gato encerrado: hemos visto por estas horas todas las formas posibles de justificación directa o indirecta del fragote boliviano, por silencio, omisión, adhesión explícita o contorsiones dialécticas para explicar lo que se explica por sí mismo, por la verdad desnuda de los hechos.

En el lastimoso caso del gobierno de Macri y su cancillería, la negativa a admitir que estamos ante un golpe de Estado (algo que hasta sus aliados de la UCR admiten, claro que en términos que mejor no haber dicho nada), solo puede entenderse como la reserva de recursos políticos que se juzgan valederos, para un uso futuro de ser necesarios, cuando pasen a ser oposición. No hay otra interpretación posible, y esa es la primera señal de alerta que Bolivia deja como enseñanza, vista con ojos argentinos: es un terrible laboratorio de ensayo de intentos similares en otros países, incluido el nuestro, una brutal ampliación del arsenal de armas políticas que la derecha está dispuesta a utilizar, en todo el continente.

Hablar de golpe de Estado en América Latina es algo grave, y no para tomarlo a la ligera, porque es  incluso más grave que hablar de fraude: hay mucha historia y sangre vertida al respecto, como para ser superficiales en estas cosas. Pero precisamente por esa historia y esa sangre, hemos aprendido (o deberíamos haberlo hecho) a reconocer un golpe y condenar cuando lo vemos, y en Bolivia hay uno, y vaya si lo hay: con todas las letras.

Es en ese contexto que los habituales “peros” de los voceros de Corea del Centro, y de buena parte del progresismo culposo local con todos los procesos populares como el que encarnó Evo, devienen más graves que un simple consumo irónico en las redes sociales. Se trata de una inaceptable complicidad,  porque más allá de negarse a ver lo que tienen frente a sus narices (un golpe brutal, de una derecha brutal, contra un gobierno democrático que acaba de revalidarse en las urnas), también se niegan a ver lo que viene después: no hay un solo ejemplo histórico que alguien pueda aportar, de que socavando (porque vaya si hay críticas que socavan) a un gobierno popular por sus errores (presuntos o reales, lo mismo da), lo que viniera después haya sido para mejor, acá o en ningún otro lado.

Es por eso que estos dispensadores de “peros”, estos estetas de las procesos políticos y sociales preocupados por el dedito de Alberto Fernández, prestan valiosísimos servicios a las derechas (que con inteligencia los reconoce, dándoles cabida en los medios y los ámbitos académicos, y difundiendo lo que hacen); precisamente porque a diferencia de los Feinmann, Leuco o Majul, sus voces son escuchadas, legitimadas en ciertos ámbitos (y por carácter transitivo las opiniones que expresan), y dan argumentos que los impresentables saben usar muy bien, para preparar el terreno y llevar agua para su molino: la corrupción, el personalismo, las tentaciones autoritarias, las reelecciones, el clientelismo, los “excesivos ideologismos”, los “ataques a la prensa libre”, y así podríamos estar todo el día, sin abordar lo esencial: la democracia en el continente es un valor frágil que está en peligro, porque hoy por depende depende esencialmente de que los factores del poder real acepten los resultados electorales, o sean de su agrado los gobiernos que de ellos surgen.

Pero si aun se pudiera admitir que, puestos a decir si hubo o no un golpe de Estado y cuáles son sus causas reales, alegaran confusión, o reclamaran (como siempre hacen) “tener en cuenta el contexto”, basta ver lo que están haciendo los golpistas, una vez logrado su objetivo de derrocar a Evo, sus métodos, sus objetivos: si aun así siguen los “peros” matizados con los “pero Evo” se pasa de tibio a cómplice, sin escalas, y con gente así no se puede construir nada. Tuit relacionado: 
Peor aun, no se puede construir nada atendiendo la opinión de gente así, o atajándose cada vez que hablan, como si su opinión fuera de más valor que la de cualquiera, validando su rol de “fieles de la balanza social”, mientras exhiben con orgullo “no estar ni con unos ni con otros”. Eso no es ser neutrales, es permanecer al margen, que es muy distinto; o sea, en los hechos, estar siempre con el más fuerte, a la inversa de lo que decía Tenenbaum; cuando mentía a sabiendas hablando con Lanata de Clarín y la ley de medios.

Gente que persiste en buscar matices o las mil y una formas del pelo en el huevo, cuando la cruda realidad se empeña en ser binaria, y en conyunturas críticas como la actual, exige tomar partido de modo contundente y sin cortapisas; porque no existen “centros” en los cuales refugiarse para salvar la ropa, o la “independencia de criterio personal”. Y conste que ni siquiera hablamos de los delirios troscos invitándolo a Evo a pelear desde Twitter, siempre meando afuera del tarro: duele sí, que ese casi 2 % que juntan represente un voto paja, perdido en una vía muerta del onanismo político, desperdiciado en términos de las construcciones políticas populares.

Pero hasta ahí con ellos, sus “peros” y su circunstancia, hablemos de nosotros: la coyuntura (en Bolivia, acá y en todos lados) marca a las claras la necesidad de volver a hablar claro, en un lenguaje llano y sin eufemismos, sin cortapisas ni filtros de corrección política que disimulan la verdadera naturaleza de lo conflictos, porque de otro modo quedamos condenados a repetir las contorsiones idiomáticas del macrismo, para negar un golpe de Estado.

Y hablar claro significa reconocer que hay pueblos que luchan por su liberación (liberación, esa palabra olvidada, cuando más que nunca tenemos dependencia), contra oligarquías que quieren arrebatarles sus derechos para mantener sus privilegios; y democracias frágiles en algunos casos o mentirosas en otros, amenazadas por el retorno de las dictaduras abiertas, a la vuelta de la esquina, si no es posible controlar los reclamos populares con regímenes tutelados de fachada democrática. Y hay lucha de clases, racismo y colonialismo en sus mil renovadas formas, como negarlo cuando es evidente.

Dejando de llamar a las cosas por su nombre no solo perdimos la batalla del lenguaje, sino que seguimos reculando en chancletas y cediendo posiciones, y así solo vamos a seguir perdiendo. Mientras tanto, ellos vienen por todo y no dudan, ni oponen “peros”, aun al mas impresentable o desaforado de los propios, sea Carrió, Leopoldo López o Camaño. Sin ponerse colorados de la vergüenza, nos dicen a nosotros ladrones, asesinos, narcotraficantes, dictadores, y nosotros seguimos tenemos miedo de llamarlos por su nombre, por lo que son: fascistas, golpistas, saqueadores y si es necesario, criminales.

O seguimos enredados en la discusión (siempre planteada en sus propios términos, incluyendo los que sugieren los coreanos del centro) sobre si hay presos políticos o “políticos presos”, si el “Ministerio de la Venganza” o la CONADEP de los periodistas sí o no; sin advertir que lo que en realidad quieren es amordazarnos y atarnos de pies y manos antes de que empecemos a gobernar, acomplejándonos para que nos resignemos a no usar, con la energía y la decisión que la coyuntura reclama -acá en Argentina, por el desastre que han dejado ellos- todas las herramientas legales que el estado de derecho pone al alcance de cualquier gobierno democrático, para poder llevar adelante su programa y defenderse de las tentativas de romper el orden constitucional.

Y haciéndolo, no defienden ninguna libertad ni ningún derecho, salvo el suyo propio de hacer las tropelías que les vengan en ganas, sin que nadie se los impida; y sin que los dispensadores del “pero” digan nada. Allí está el triste ejemplo de Bolivia para comprobarlo, por ahora -y solo por ahora- en cuero ajeno. Soretuits relacionados:

1 comentario:

alicia lopez pugliese dijo...

Excelente nota. Hay una que hizo Wainfeld el día lunes 11 en pagina, sobre lo de Bolivia, que tiene una garra impresionante y se puede oler su desprecio a los racistas. Cuanta rabia y dolor, como dicen uds. Lloré varias veces -y no soy de fácil llanto- pero también ví que no estamos solos, de este lado de la mecha. Alicia.