LA FRASE

"LAS INSTRUCCIONES DEL PRESIDENTE FUERON CLARAS: LA INFLACIÓN TIENE QUE BAJAR AL 1 % PERO EL 3 % DE KARINA NO SE TOCA." (LUIS CAPUTO)

miércoles, 27 de agosto de 2025

EL HUEVO DE LA SERPIENTE

 

Pasó ahora con los dichos de la senadora cordobesa sobre los chicos del interior que se atienden en el Garrahan, pero no es la primera vez que sucede, ni será la última: ocurre algún hecho (fáctico o discursivo) de crueldad explícita de nuestra derecha real y muchos se asombran, como si fuera la primera vez, o como si no hubiera antecedentes.

Remitiéndonos exclusivamente a la actual experiencia de la derecha en el gobierno, es como si Milei no hubiera hecho la campaña que hizo, con la motosierra, e igual millones lo votaron. Todos los "sorprendidos" tributan en un punto a la doctrina Natanson de derecha "buenas" o "razonables" y otras que no lo son; confundiendo modos, mercadotecnias o arquitecturas electorales y lenguajes, con proyectos, intereses y modelos; sin advertir que mientras unos cambian, los otros son lo mismo siempre, bajo diferentes ropajes.

Como si Macri -apenas unos años antes que Milei- no hubiera hecho exactamente lo mismo que está haciendo éste gobierno con los jubilados, los discapacitados, las universidades, el sistema científico, los subsidios a las tarifas, las políticas culturales y de derechos humanos, el despido de empleados públicos o el desguace de organismos del Estado. Y como si no hubiera hecho su "autocrítica" (y la dejó escrita en un libro) diciendo que su error fue no haber ido más a fondo y más rápido en las políticas de ajuste, rapiña y crueldad; o como si hoy no estuvieran -otra vez- Caputo desfalcando la economía, Bullrich desatando la misma paranoia represiva que le costó la vida a Santiago Maldonado, o Sturzengger desguazando el Estado para dejarnos inermes.

En ese contexto, pedirles a algunos que conserven la memoria histórica de lo que fueron el menemismo o la dictadura parece un exceso (o así nos lo quieren hacer creer), cuando se trata de un elemental ejercicio de memoria social, para evitar repetir una y otra vez las mismas experiencias traumáticas para las mayorías populares. De hecho, cada vez que lo hacíamos en contextos electorales, se lo descalificaba bajo el rótulo de "campaña del miedo", o se nos reclamaba hablar menos del pasado y más del futuro y las propuestas; como si la experiencia histórica de un país se pudiera resetear en cada elección, para empezar de nuevo.  

Hay toda una intelectualidad de la derrota que siempre plantea que a la derecha hay que comprenderla, como si fuera sutil y complicada, más que combatirla porque es dañina, destructiva y mortal; y cada vez lo es más. Un enfoque analítico presuntamente complejo (o complejizador de cosas simples) que tiene siempre el foco puesto en los errores propios (que los hubo, los hay y seguramente los habrá) y en la autocrítica flagelante y paralizante de la acción política, más que en llamar a las cosas por su nombre, o correrse a un costado y dejar de "interpretar" cuando de lo que se trata -y en modo urgente- es de actuar. 

Gente que ve en ellos, la derecha, una maquinaria perfecta de precisión suiza en la construcción del discurso, la comunicación o las alquimias electorales, y nunca ven de ese lado sectarismos, ni "termos", ni una dirigencia "enfocada en batallas culturales que no le interesan a la gente porque nada tienen que ver con su vida cotidiana", o que solo le habla al núcleo de los convencidos, y esas cosas que solo sirven para autodenigrarnos a nosotros mismos, y colocarnos a la defensiva.

Ese discurso (que nada sorpresivamente reapareció durante lo que llevamos del experimento psicopático en curso) se intersecta (y no es casualidad) con el del establishment, para explicar su recurrente fracaso en aplicar siempre las mismas políticas, sin conseguir estabilizarlas y que se amplíe y perdure el consenso social en torno a ellos; cosa que es imposible por su naturaleza, porque atienden a intereses -los suyos- que no son los del grueso de la sociedad, sino más bien todo lo contrario: la derecha (cualquiera sea su marca electoral circunstancial) es básicamente y siempre un proyecto de negación o supresión de derechos a las mayorías, para profundizar los privilegios de una minoría. Lo demás son detalles.

Cada uno de los fracasos de la derecha cada vez que gobierna (y esta vez no será la excepción: van a fracasar y volverán a aparecer las excusas de rigor) si no son omitidos como si no hubieran sucedido, son explicados por "las resistencias del populismo", porque "no fueron a fondo", "repitieron vicios de la política tradicional" o "no fueron realmente liberales"; es decir la culpa es siempre nuestra, de la sociedad o de la misma realidad, y nunca de ellos, sus ideas, sus políticas, o de sus votantes.

El problema con ese discurso es que permea hacia el interior del sistema político y hacia las fuerzas nacional-populares, y así aparecen -una y otra vez- las anchas avenidas del medio, las candidaturas blandas, los intentos de conciliación, la búsqueda de "peronismos/populismos rescatables" a los que hay que integrar (cuando en rigor se trata de segundas marcas del régimen), yendo en busca de una sociedad "centrista" que no existe. Ambos (esa intelectualidad y esa política) no quieren asumir que hay una buena parte de la sociedad que no está confundida ni fue engañada, sino que (como dijimos acá) rechaza el núcleo de ideas que nosotros defendemos, y que supusimos erróneamente gozaban de un consenso social más amplio del que efectivamente tienen. 

Cuando una señora que se manifiesta frente al Congreso por la emergencia en discapacidad dice que votó a Milei, lo apoya y lo justifica pero solo le pide que tenga piedad de su hijo (del de ella, los demás que se jodan), o cuando un comerciante cierra su negocio después de 40 años y dice que no es culpa de Milei ni de su política económica, no hay autocrítica o replanteo del campo popular que valga, al menos para conquistar esos votos.

El huevo de la serpiente lo sembró la dictadura, siempre estuvo allí, y cíclicamente reaparece. Milei estaba en Macri como Macri estaba en Menem y Cavallo, como ambos fueron performados por la dictadura. Porque los que están detrás y se benefician con el proyecto de exclusion son siempre los mismos, con el mismo plan, y sus privilegios están intactos. Y al que se atrevió a tocarlos, le pasó lo que le pasa a Cristina. 

Y sin embargo y contra toda la evidencia histórica acumulada, vienen una y otra vez y nos dicen que no es la misma serpiente, que esta vez es distinta, que no se los puede homologar con la dictadura ni son -como claramente son- sus herederos civiles y su continuidad histórica. Y ellos -que cada vez tienen menos complejos en asumirse como tales, y si no pregúntenle a Milei, que eligió como vice a Villarruel- no tienen tapujos en demostrarles a diario a todos los "complejizadores" que -básicamente- están diciendo pelotudeces.

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