LA FRASE

"QUE DESDE LA VICEPRESIDENCIA SE SOSTENGA UNA AGENDA QUE NO SEA LA DEL GOBIERNO ES ALGO QUE NUNCA SE HA VISTO." (JULIO COBOS)

domingo, 31 de julio de 2011

EL TEMA DEL FEDERALISMO

Por Raúl Degrossi

A muchos les gusta ver al peronismo como una continuidad histórica del federalismo del siglo XIX, y en buena medida así es: cada uno a su turno asumieron la representación política de los sectores populares, y asumieron como programa la defensa de la soberanía política (la integridad territorial en el siglo XIX, la independencia económica del capital extranjero en el peronismo) y la afirmación de la identidad cultural frente al universalismo cosmopolita; que se gestaba en tiempos del federalismo de los caudillos (respondiendo también a los movimientos de ideas circulantes) y fue el sustrato cultural de la oposición al peronismo; el ethos de la Unión Democrática, sin ir más lejos.  

Sin embargo no hay que perder de vista un hecho crucial: ambos (federalismo y peronismo) fueron respuestas políticas a diferentes momentos históricos, y de diferente complejidad social.  

El federalismo expresó en su hora un pliego de reclamos políticos y económicos, que nucleaba a fuerzas sociales con una visión de la cultura, pero el único componente perdurable (como que era el básico) fue la autonomía política de las provincias; y aun así fue consagrada en la Constitución de 1853, pero sólo tuvo vigencia efectiva con la ley Sáenz Peña en 1912: no puede haber autonomía provincial donde no impera la voluntad popular sin fraude.

Los reclamos económicos en cambio (la disputa por el modelo de desarrollo) más que unificar al federalismo lo dividieron: las provincias del litoral se insertaron sin problemas en el modelo de Alberdi por sus ventajas comparativas, pero compartían desde antes la idea de la apertura económica: los bloqueos francés y anglofrancés tienen el mismo origen que el pronunciamiento de Urquiza, la apertura de la navegación de los ríos para el comercio mundial.

Ese país "real" de entonces (la pampa húmeda) es el que tuvieron a la vista Alberdi y los constituyentes del 53', el interior mediterráneo fue siempre un apéndice molesto, para el que las políticas nacionales después de Pavón fueron los ejércitos de línea que enfrentaron a las montoneras de Peñaloza y Varela, y muchos años más tarde -cuando ya no existía el riesgo de los caudillos, y era el tiempo de la asimilación- las escuelas nacionales de la ley Láinez. El NEA (Chaco, Formosa, Misiones misma) y la Patagonia no estaban directamente bajo el imperio jurídico del Estado regido por la Constitución del 53'.

Consagrada formalmente la autonomía jurídica de las provincias (aunque negada en los hechos) la disputa por el modelo de desarrollo económico tuvo una intensidad mucho menor, porque no aparecieron liderazgos dispuestos a blandir la lanza por un desarrollo integrado; y en la clase gobernante el liberalismo económico y el modelo agroexportador eran el credo dominante, que además coincidía con sus propios intereses. Sólo voces aisladas como Carlos Pellegrini disonaban del coro.

La misma disputa por las rentas de aduana (que cruzó cuarenta años de historia desde la Revolución de Mayo) se disolvió en el aire no solo porque fueron nacionalizadas (sin distribuirlas con las provincias), sino porque a partir de la Constitución desaparecieron las aduanas interiores y los derechos llamados "de salida marítima", el equivalente actual de las retenciones: es como si de Angeli hubiera triunfado en un lock out contra Mitre o Sarmiento.

No hizo falta hacerlo, porque el modelo agroexportador -que después de Caseros no generaba disidencias en el litoral entre federales y unitarios, ahora liberales- privilegiaba la salida de la producción primaria y la entrada de manufacturas, sin ingerencia alguna del Estado. Modelo que, dicho sea de paso, el radicalismo no cuestionó: Yrigoyen mismo decía que su programa era el cumplimiento estricto de la Constitución de 1853.  

El peronismo surgió como expresión política de una sociedad más compleja, donde los trabajadores tenían ya una importancia que no podía ser obviada, aunque Perón fue el único que lo advirtió en toda su dimensión. Y como que le dio expresión política a los trabajadores -que expresan uno de los vectores del conflicto social- todo en el peronismo tuvo escala nacional: el programa, los apoyos, los conflictos, los enemigos.

Perón vertebró a su movimiento a partir de un Estado nacional fuerte, fiscalmente solvente y con capacidad de arbitrar en el proceso económico; que a partir de las nacionalizaciones (tendientes a disminuir el peso de la deuda externa y la fuga de capitales por las utilidades garantidas, sobre todo de los ferrocarriles) tuvo además que gestionar los servicios públicos críticos, y liderar el proceso de poner la infraestructura del país a la altura de las nuevas exigencias del desarrollo.

Raras veces (por no decir casi nunca) habló del federalismo, y no porque fuera unitario o algo parecido, sino porque el programa que planteaba (sintetizado en las tres banderas) y las fuerzas en que se apoyaba tenían escala nacional. Por el contrario, hay numerosos testimonios de su afán por la búsqueda de la integración regional y continental, en lo que fue ciertamente un visionario.     

En el plano político, el peronismo (al igual que en su momento el radicalismo) fueron movimientos nacionales, no una sumatoria de cacicazgos locales; que ciertamente existían, pero fueron subsumidos en ambos casos en construcciones nacionales bajo liderazgos carismáticos, más acentuado el proceso en el caso de Perón.

La cuestión de la autonomía política (nodal en la lucha de los primeros caudillos federales, desde Artigas a Rosas) quedó en un segundo plano durante el yrigoyenismo y sus famosas "intervenciones reparadoras", porque primaba el cumplimiento del mandato popular conferido al radicalismo (al menos así lo interpretaba Yrigoyen, forzando muchas veces la interpretación constitucional), para restaurar el pleno imperio de la voluntad popular.

Durante el peronismo directamente desapareció, porque al par que el Estado nacional se volvía omnipresente, Perón reforzaba el ejercicio de su autoridad utilizando en plenitud y sin complejos, los poderes conferidos por la Constitución al presidente; que no tenía una "liga de gobernadores" a la que deberle ese poder, porque la reforma de 1949 estableció además la elección directa y desaparecieron los colegios electorales. 

Para terminar por hoy (otro día la sigo), veamos el ejemplo de la propiedad sobre los recursos naturales. 

En el artículo 40 de la Constitución peronista del 49', los minerales, las caídas de agua, los yacimientos de petróleo, carbón y gas fueron declarados propiedad del Estado nacional, cuyo producido sería coparticipado con las provincias. Todos esos recursos eran críticos para el desarrollo del modelo de industrialización por sustitución de importaciones, y por ende no podían quedar por fuera del control del gobierno nacional, que había generado además otras instituciones claves de control, como el IAPI, o la reforma del Banco Central con nacionalización de los depósitos bancarios.

En otra entrada veremos como evolucionó el proceso hasta desembocar (entre otras cosas) en la reforma constitucional de 1994 y el actual artículo 124 (votado con amplio apoyo, desde Pino Solanas a Kirchner), pero por ahora podemos adelantar que algo surge claro: hablar de "peronismo federal" es casi un oxímoron; y no justamente porque el General haya sido mitrista.

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