LA FRASE

"VOLVÍ PARA OFRECERLE AL PRESIDENTE MI COLABORACIÓN PARA RESOLVER EL PROBLEMA DE LOS CANDIDATOS QUE PROPUSO PARA LA CORTE." (FABIÁN RODRÍGUEZ SIMÓN)

jueves, 9 de junio de 2016

"DEJEN GOBERNAR"


“Dejen gobernar” es el latiguillo que repiten los macristas emocionales en los intercambios en las redes sociales, en los comentarios de los diarios digitales y en los encuentros sociales, familiares o en el trabajo.

Un latiguillo que resulta la bajada al llano de la línea oficial del gobierno de adjudicar todos los inconvenientes a “la pesada herencia recibida”, algo así como “ustedes, que nos dejaron una bomba a punto de estallar, no pueden hablar, cállense la boca y déjennos gobernar”.

Hasta le ponen tiempos: “nosotros aguantamos 12 años de desastres, no puede ser que ustedes no puedan esperar ni seis meses”, como pretendiendo clausurar toda discusión porque -por lo general- se ahorran explicarte en detalle en que consiste la “pesada herencia”, o por qué razón el camino planteado por Macri es el único posible.

El “dejen gobernar” funciona principalmente como ansiolítico de las expectativas hasta acá insatisfechas, por la postergación de los festejos de “la revolución de la alegría” ante la dura realidad del ajuste; y es una implícita auto-reafirmación de la confianza en “su” gobierno, el que votaron, cuando esa confianza empieza a flaquear en los propios; incluso en ellos mismos.

Pero también es la continuación del duranbarbismo de campaña por otros medios: por entonces la idea era que lo que el país necesitaba era bajar la crispación, “cerrar la grieta”, “unir a los argentinos”; partiendo de la base de que el kirchnerismo dinamizaba el conflicto artificialmente, y que es falso que para hacer política o tomar medidas desde el gobierno, siempre haya necesariamente que pelearse con alguien.

Hoy el “dejen gobernar” es la pretensión de eliminar los conflictos (sociales, políticos, económicos) que antes se negó que existieran, o que se tildó como artificialmente creados desde el gobierno: se establece así un hilo conductor con el discurso del “optimismo productivo” del macrismo, según el cual nada es imposible si dialogamos, es posible “gobernar para todos”, y todos los intereses de una sociedad -por más contrapuestos que sean entre sí- pueden conciliarse.

Un “evangelio laico” muy funcional a los intereses de la derecha realmente actuante, que pide consensos y el fin de los conflictos, mientras despliega impiadosamente políticas que agrandan la grieta de la desigualdad (la verdadera y más profunda de todas), y llama así a los excluidos y empobrecidos a aceptarlo mansamente, sin rebelarse.

De allí la sorpresa (visible con frecuencia en los pucheros presidenciales de niño rico que no logra satisfacer su capricho) cuando aparece la protesta social: es como si no terminaran de entender como es posible que el despedido proteste y no reciba con alegría el telegrama de despido; o como puede ser que en la Patagonia protesten porque les aumentan el gas cuando -según Macri- era imprescindible hacerlo para que no nos convirtiéramos en Venezuela.

Se trata de una simplificación deliberadamente estudiada de las complejidad de lo político, que concuerda perfectamente con el modo de politización de buena parte de sus votantes, que en muchos casos dicen sueltos de cuerpo que aceptan pagar cualquier precio por los servicios o en el supermercado, "con tal de haberse sacado de encima a los k”. Por ahora y para el núcleo duro de sus votantes, les alcanza.

Pero ¿es real que a Macri y su gobierno “no los dejan gobernar”?

Un simple repaso por los medios, la justicia, el Congreso, buena parte del sindicalismo y el poder económico y sus organizaciones demuestra todo lo contrario: aun con reservas o dudas sobre el futuro, prevalece la idea de “tirar buenas ondas” o “apostar a que al gobierno le vaya bien”; cuando no se aporta decididamente a ocultar o minimizar los conflictos, tensiones y resistencias.

De hecho, durante el debate de la ley anti-despidos el gobierno buscó instalar fuertemente en la sociedad la idea de que el tema no tenía el volumen que se le asignaba, y que la tensión en torno a las amenazas al empleo era más provocada desde la política, que realmente producida por la política económica y sus consecuencias.

Y para ser justos, la actitud de la dirigencia de las CGT luego del veto presidencial y las declaraciones de la mayor parte de sus cúpulas abona la idea, o va en el mismo sentido: Caló llegó a decir “a nosotros nadie nos vino a pedir que hagamos un paro”.

Algo parecido sucedió en la discusión en el Congreso por el acuerdo con los fondos buitres: desde “Cambiemos” apostaron al “complejo de culpa” de buena parte del peronismo por presuntas actitudes desestabilizadoras en las salidas apresuradas de Alfonsín en el 89 y De La Rúa en el 2001, para reclamarles un “aporte responsable a la gobernabilidad”. Y todo indica que se repetirá con la discusión del blanqueo y el pago a los jubilados liquidando el Fondo de Garantía de la ANSES. 

Un buen modo para la UCR de esquivar la propia autocrítica por sus gestiones fallidas (a propósito: ¿cuándo llegará, si es que alguna vez llega?), al igual que para sus propios votantes, cuando no les queda más remedio que admitir que votaron como votaron.

El último aspecto del “dejen gobernar” lo dejamos deliberadamente para el final, porque es cuando se usará: si todo falla, si no hay segundo semestre ni tercero, ni luz al final del túnel, si las fuerzas liberadas no pueden volver a ser puestas adentro de la botella porque la demolición concienzuda de todo dique estatal o regulatorio de contención a la rapacidad empresarial (de los formadores de precios, de los fugadores seriales de capitales, de los especuladores financieros) hace estallar todo, habrá que pensar en como preparar la salida; aunque no sea anticipada y Macri cumpla su mandato.

En ese caso la muletilla será “no nos dejaron gobernar”, y cuando por aquello de que el sistema político acompaña -más tarde o más temprano, y aunque sea por instinto de supervivencia- la tensión social y económica en ascenso, se produzca el simple acomodamiento de parte de la oposición (sobre todo del peronismo que hoy “acompaña”) a la nueva situación, será señalado como golpista y destituyente, lo que -otra vez- les ahorrará una nueva autocrítica por otro fracaso. Del gobierno, y de buena parte de sus votantes.

De hecho -en un reconocimiento implícito de que no se ve la luz al final del túnel- ya empezaron: esta desopilante columna de Morales Solá en La Nación de ayer alertando sobre saqueos en conurbano organizados por el kirchnerismo va en esa línea.

4 comentarios:

f dijo...

Hay que dar leña. Con los dirigentes a la cabeza o con la cabeza de los dirigentes. Me importa poco que nos tilden de golpistas.

Diego dijo...

El "dejen gobernar" es un latiguillo primo hermano del "con la corrupción se robaron todo". Anula cualquier discusión. Lo notable es que también lo usen los socialistas como descripción principal del gobierno nacional anterior.

Anónimo dijo...

A este ritmo de tarifazo,suba de los comestibles, despidos masivos y suspensiones, medicamentos duplicados de precio, va a ser difícil que aguanten la olla a presión a la que ellos mismos le arriman fuego todos los días.
¿Diciembre?
El Colo.

José I. dijo...

Socialismo? Bueno, a esta altura creo que hicieron más que méritos como para que, al menos nosotros, los llamemos de otra manera