La imagen de apertura es una captura de
pantalla de esta nota de Tiempo Argentino que ilustra con esa
infografía la evolución del discurso del gobierno en torno a la desaparición
forzosa de Santiago Maldonado: se puede ver allí como pasó de la defensa
cerrada de la Gendarmería, la descalificación de la víctima y la agresión a sus
familiares, a admitir a regañadientes algún grado de responsabilidad de la
fuerza en el hecho (la teoría del “gendarme suelto”), para volver de inmediato
–con leves matices- al punto inicial: negar el delito tal cual todo indica que
fue cometido, y la responsabilidad que al Estado le cabe por el accionar de su
aparato de seguridad.
No es la primera
que este modus operandi se revela en los 21 meses de gobierno de Mauricio Macri,
en especial en lo referido a graves violaciones de los derechos humanos, o
amenazas a las políticas de memoria, verdad y justicia: pensemos por ejemplo en
la prisión política de Milagro Sala, o el bochornoso fallo de la Corte Suprema
concediendo el beneficio del “2 x 1” a los genocidas.
En ambos casos la primera reacción del gobierno fue “positiva” hacia el hecho, intentando justificar de las mil y una formas posibles la prisión de Milagro en un caso, y llamando a respetar los fallos de la justicia, en el otro. El mismo gobierno que -por caso- no vaciló en pedir el juicio político de los camaristas laborales que homologaron la paritaria bancaria que pactó aumentos por encima del techo salarial puesto por ellos mismos, y al que pertenecen o pertenecieron los negacionistas Lopérfido y Gómez Centurión.
En ambos casos la primera reacción del gobierno fue “positiva” hacia el hecho, intentando justificar de las mil y una formas posibles la prisión de Milagro en un caso, y llamando a respetar los fallos de la justicia, en el otro. El mismo gobierno que -por caso- no vaciló en pedir el juicio político de los camaristas laborales que homologaron la paritaria bancaria que pactó aumentos por encima del techo salarial puesto por ellos mismos, y al que pertenecen o pertenecieron los negacionistas Lopérfido y Gómez Centurión.
Y así podríamos
sumar muchísimos otros ejemplos a lo largo del mandato de Macri, que revelan
una constante: la primera reacción, es decir la pulsión primitiva que responde
a las convicciones y creencias íntimas y que no está “filtrada” por las
concesiones a la “corrección política” que imponen las circunstancias, es
siempre para el mismo lado: el tenebroso, que responde a los cánones de la
derecha tradicional, más pura y dura.
Otro tanto pasa con
cada medida del gobierno que ha implicado un avance hacia el recorte de
derechos, o la generación de un negocio para el entramado de CEO’s que nos
gobiernan, o para los sectores del poder económico a los que este gobierno
expresa: pasó con la baja de las pensiones por discapacidad, los tarifazos, la
caída de programas sociales como el Progresar o las becas del Conicet; y pasó
también con la condonación de la deuda del presidente y su familia con el
Correo, los negocios de Avianca y las low cost, y las implicaciones de los
parientes, socios y amigos de Macri en cuanto episodio de corrupción anda dando
vuelta, desde las coimas de Odebrecht hasta los manejos turbios con los fondos
del ANSES.
El gobierno en su
primera reacción niega, busca silenciar usufructuando el blindaje mediático del
que goza, reprime, aprieta jueces en público para que fallen como quiere (y
vaya si lo consigue) hasta que se encuentra con alguna forma de resistencia
social, desde las brumosas encuestas de opinión pública o los focus group,
hasta la movilización callejera que visibiliza un tema de un modo que ya no
puede ocultarse.
Ahí es cuando
empiezan a recalcular, formatearse para adaptarse al nuevo libreto que
“conviene” decir, o dan un par de pasos hacia atrás, para dar de inmediato
otros tantos más para adelante, como bien revelaba en su momentos Esteban
Bullrich: mientras Patricia Bullrich, Garavano, Frigerio, Peña y otros
funcionarios del gobierno intentaban explicar que no habían dicho y hecho lo
que hicieron y dijeron desde el principio sobre la Gendarmería y la
desaparición de Santiago Maldonado, Horacio Rodríguez Larreta en el programa de
Andy Kustnezoff ensayaba una defensa sin fisuras de la represión policial en la
marcha que reclamaba por su aparición, o sea exactamente lo mismo que hizo
Bullrich (Pato) con la Gendarmería cuando debió dar cuentas por primera vez del
caso.
El aceitado aparato
comunicacional del duranbarbismo dedica mucho tiempo y recursos (nuestros) a
diseñar estrategias para elaborar cambios de discurso que de algún modo van
“encapsulando” en niveles “tolerables” esa pulsión inicial, tratando de que la
olvidemos, abrumados por la fugacidad de las noticias en tiempos en los que la
“post verdad” reina, y la agenda política la imponen los medios de masas.
Pero si se pelan
las capa de esa cebolla, se llega al núcleo duro del pensamiento de la derecha
que gobierna el país, ese que aflora en los primeros momentos de cada
acontecimiento, una derecha que -mal que les pese a algunos- es la misma de
siempre: autoritaria, discriminadora, represora, dispuesta a sacrificar
derechos (de los otros) y potencialmente y bajo ciertas circunstancias,
asesina.
Desde luego que eso
no la convierte, sin más, en una dictadura; no solo por la forma en la que
llegó al poder (por medio del voto popular), sino por el contexto social,
político y jurídico en el que debe ejercerlo: en todo caso diremos que el de
Macri es un régimen tan autocrático como es posible en un marco de vigencia
formal de la Constitución, y de competencia política abierta.
Y aun así, trata
sistemáticamente de reprimir toda forma de disidencia u oposición,
estigmatizándola, persiguiéndola con todo el peso del aparato
mediático-judicial y de inteligencia, de un modo que no reconoce antecedentes
en nuestra reapertura democrática.
Pero ganas de
expandir las fronteras de ese “posible” no le faltan, y eso es muy palpable
tanto en las iniciativas que desde el propio gobierno se lanzan cual globos de
ensayo de la respuesta social, como de su reacción primaria (esa que nunca
debemos olvidar, porque los define como son) ante los hechos que surgen y
escapan de su control, o son derivación más o menos directa de las políticas
que define: ubique cada uno el caso de la desaparición de Santiago Maldonado en
la categoría que le parezca, pero la conclusión -se nos ocurre- no habrá de
cambiar.
Tampoco es que los
“retrocesos” del gobierno de Macri ante los obstáculos que encuentran sus
avanzadas autoritarias sean definitivos: si se observa atentamente, buscan con
persistencia y tenacidad la oportunidad propicia para retomar la posición
inicial; lo que está muy claro en el caso Maldonado, y la responsabilidad de la
Gendarmería.
Y eso es por una
razón muy sencilla, que torna más dificultosa la cuestión: es el pensamiento
promedio del núcleo duro de sus votantes el que les da el impulso necesario
para retomar los “principios”; como condición para revalidarle sus apoyos.
Siempre hay -en
todas las sociedades, y la nuestra no es la excepción- tendencias autoritarias
muy arraigadas, con la tendencia al simplismo de pretender resolver todos los
problemas con “manodurismo” de variada especie (en seguridad, economía,
relaciones laborales), pero está también en la amplitud de miras de los
gobernantes conducir las políticas públicas en el sentido correcto, resistiendo
esos cantos de sirena sociales.
Ese es un criterio
de prudencia que no podemos esperar de éste gobierno, al menos si lo juzgamos
por la primera impresión que siempre deja; que pareciera ser la que en
definitivas vale, aunque luego la quieran disimular.
1 comentario:
x favor q todxs nos pongamos deacuerdo. la desaparicion no fue ""forsoza""
Una cosa es forsoza cuando no hay mas opciones , entonces forzosamente deviene una acción
Categoría gramatical: adjetivo,
Categoría gramatical y tiempos verbales de forzoso explicados
a) obligatorio o inevitable...para ganar, forzoso es trabajar
La cosa forzada es violenta ¿o no?
La puerta fue forzada
Una promesa forzada, ni es promesa ni es nada
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