LA FRASE

"HAY ALGO QUE NO SE HA DICHO DE LAS SANCIONES DE ESTADOS UNIDOS CONTRA CRISTINA: AL DESCLASIFICAR LOS ARCHIVOS SECRETOS DE LA MUERTE DE KENNEDY DESCUBRIERON PARTICIPACIÓN SUYA Y DE LA CÁMPORA EN EL ASESINATO." (JOAQUÍN MORALES SOLÁ)

sábado, 22 de marzo de 2025

DETRÁS DE LOS CORTINADOS

 

Lo que pasó en el Congreso con el DNU que habilita un nuevo acuerdo con el FMI no es novedoso, ni mucho menos: el circuito de fracaso de los modelos económicos de estabilización y ajuste basados en el endeudamiento externo que alimenta la fuga de capitales se repite como si fuera un karma, una y otra vez.

Esta vez incluso el trámite fue más rápido y más vergonzoso (autorizaron algo que no está firmado ni saben cuando se firmara, y en que condiciones), tanto que nadie -ni siquiera los oficialistas en sentido estricto- se animó a defender en público el acuerdo, no al menos con convicción y argumentos sólidos, que vayan más allá de agitar el fantasma de que si no se acuerda con el Fondo se pudre todo. Algo que todo el mundo sabe desde que comenzó el gobierno, y a lo que nosotros agregaríamos -tomando nota del aun reciente ejemplo del gobierno de Macri- que si se acuerda, el final será incluso más rápido. 

Es tan trillado y repetido todo que ni siquiera se toman la molestia de proponer futuros venturosos a partir de los sacrificios presentes, o reclamar la existencia de "un plan económico consistente y creíble" como hacían en otros tiempos. Incluso la oposición no opositora que avaló el DNU reconoce que está todo atado con alambre, y se limitan a decir que si vienen los dólares del FMI se podrá levantar el "cepo", como si el problema principal de la economía argentina fuera ése.

También se repite el ciclo de planes económicos inconsistentes e inviables que están condenados de antemano al fracaso pero igual se imponen y ejecutan, y si es necesario para ello apelar a la represión (como lo hizo la dictadura, como lo está haciendo Milei en democracia), se apela y listo. Donde nos quieren mostrar decisión y coraje, hay en realidad un secuestro de la política, el Estado y las instituciones por los intereses verdaderamente favorecidos por esos planes.  

La idea es insostenible en términos de debate y escrutinio democráticos, pero se persiste en ella: recordemos que incluso en tiempos de Cristina se decía que no importara lo que la gente votara o quien ganara las elecciones, porque la única salida racional y posible eran los planes de ajuste. Tan insostenible es esa idea para la política que nunca nadie la expone con crudeza como propuesta, en tiempos electorales. Ni Macri (que prometió "conservar lo bueno" del kirchnerismo), ni Milei, que hizo campaña con la motosierra pero hablando de la "casta", y diciendo pestes de Caputo, el FMI y la toma de deuda.

Cual es entonces la explicación para este contrasentido que parecemos condenados a repetir una y otra vez, atrapados en un círculo del que no podemos salir. La única posible -y que a esta altura nos parece muy evidente- es que hay poderes fácticos tras las bambalinas de la política, que es donde realmente se deciden las cosas: el caso de la ley bases y el RIGI (con cláusulas groseramente lesivas a la soberanía nacional y el interés de las mayorías que nadie estaba pidiendo, al menos en público) es el más reciente, pero no el único.

Con Congresos vallados y militarizados se han aprobado en los últimos 40 años a tambor batiente y casi sin debate planes de ajuste brutales y endeudamientos atroces del país, una y otra vez, con la persistente promesa de que era la última, porque después ya no iban a ser necesarios. Salvo en el período que va del 2003 al 2015, durante la excepcionalidad kirchnerista, acaso por eso convertida en la mancha venenosa de la política argentina, con la que nadie quiere quedar pegado, aunque como "marca" haya ganado cuatro de las seis elecciones presidenciales en las que participó, y todas en las que Cristina fue candidata o integró la fórmula.

Este proceso que describimos marca a las claras que hay desde hace muchos años un vaciamiento de la política y los partidos como canales de representación social, y una corrosión sistemática del Estado para debilitar sus capacidades de poner coto a la ley del mercado, y a las tensiones que desequilibran cada vez más a la sociedad, en la disputa de las lógica corporativa por obtener un mayor pedazo de un cada vez más escaso botín.

DNU´s, leyes ómnibus, jueces complacientes, Banelcos, diputados y senadores que dicen una cosa en las redes y los medios y votan lo contrario en el Congreso, debates express, emergencias, leyes ómnibus y bases, facultades extraordinarias, violaciones sistemáticas y reiteradas de la Constitución, todo tiene un hilo conductor: usar a las instituciones de la democracia (sin interrumpir sus formalidades y rutinas como en otros tiempos) como aguantadero legal del lobby y la rapiña a gran escala del país, mientras nos entretienen hablando de la corrupción de la política, sin marcar nunca a los que pagan el precio de esa corrupción.

Hay quienes sostienen que estas son las consecuencias de no haber juzgado nunca a los ideólogos, responsables, ejecutores y beneficiarios civiles de la dictadura. En realidad, esa omisión es el resultado buscado de una democracia que nació amputada, más como consecuencia del derrumbe del régimen militar por sus propios errores y crueldades, que por una lucha persistente del conjunto del pueblo argentino y sus fuerzas políticas representativas; aunque hubo ciertamente núcleos valiosos del mismo que estuvieron a la altura de las circunstancias, como las Madres, las Abuelas, los organismos de deerchos humanos o algunos sectores del sindicalismo.

Es decir no se juzgó a la pata civil del genocidio (que con leves cambios en su conformación hoy sigue manejando las palancas del país) simplemente porque la transición democrática -por las condiciones concretas en que se dio- parió un sistema político sin la densidad ni el espesor necesario para acometer esa tarea, sin morir en el intento. Y que desde entonces y salvo contadas excepciones -como el kirchnerismo- no ha hecho sino debilitarse y fragmentarse cada vez más, resignando su rol de representación del conjunto social para ofrecerse como gestor de negocios del poder verdadero, el que opera detrás de las bambalinas.

La reconstrucción de ese sistema político (o la construcción de uno nuevo sobre bases de democracia real y profunda), para que asuma plenamente su obligación de representar es el único modo de poner el palo en la rueda y romper el círculo vicioso de la decadencia nacional, del que el gobierno de Milei y un nuevo acuerdo para tomar deuda con el FMI son apenas un capítulo. 

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