LA FRASE

"NO ES TAN DIFÍCIL DE ENTENDER: ESTELA DE CARLOTTO ES GOLPISTA Y EL GENERAL VIDELA LO ÚNICO QUE HIZO FUE COMBATIR AL TERRORISMO." (VICTORIA VILLARRUEL)

lunes, 14 de mayo de 2012

CARTELES INDICADORES PARA VOLVER A UN PAÍS QUE YA FUE


El programa de Lanata de los domingos ha inaugurado un nuevo rubro, que deberán tener en cuenta las autoridades de AAPTRA a la hora de armar las ternas del Martín Fierro: el patetismo periodístico, de género bufonesco.

Esa lastimosa parodia de aquél apoyo televisado a Tato Bores contra la "jueza badú badú budía" (sosteniendo los cartelitos con los que intentaban parecerse a los indignados europeos, en éste caso por la censura y la persecución estatal) puede marcar el punto más bajo del derrape de una generación de periodistas forjados en otro país, en otros tiempos, que no encuentran como re educarse para el ejercicio profesional en los tiempos actuales; o el punto inicial hacia nuevas cumbres en la degradación del oficio periodístico.

Pero además el patetismo de ése periodismo reluce esplendente porque es la obvia (y destemplada) respuesta a lo que pasó en el Congreso con la votación de la expropiación de YPF: un rotundo apoyo al proyecto enviado por Cristina, incluso dentro de las propias fuerzas opositoras.

Una señal que trasciende la importancia del tema en sí (en el cual al fin y al cabo no faltaron las críticas a las políticas del oficialismo), y se proyecta hacia el conjunto del sistema político, dando la esperanzadora señal de que las fuerzas opositoras (algunas de ellas al menos) estarían dispuestas a revisar la estrategia que hasta acá siguieron, con los resultados conocidos el 23 de octubre: atar su suerte política al seguidismo bobo de la agenda fijada por los medios hegemonicos.

Y esa señal es percibida por los medios y por éstos periodistas payasescos (tan payasescos que ni Majul se sumó a la movida, lo que sería mucho decir), que añoran aquel país "sencillo" y dual de los 90', en el que el "periodista independiente" se convirtió en una especie de héroe civil, un cruzado combatiente contra la corrupción o el intérprete de las demandas sociales contra "los políticos".

Lanata es el cabal representante de ese discurso primitivo, prepolítico y rudimentario: por algo no pierde ocasión -en cuanta oportunidad tiene a la mano- de mostrarse nostalgioso del asambleísmo estudiantil del "que se vayan todos"; claro que sin olvidar su condición de prima donna mediática, hoy mimada por la propia corporación a la que antes denostó.

Cuando la política retoma el centro de la escena, y cumple su rol de intentar canalizar las demandas y expectativas de la sociedad, este periodismo obsesionado con el vedettismo personal tiene cada vez menos espacio para disimular su pequeñez.

Un periodismo autocentrado en sí mismo, ombliguista hasta la exasperación, que ni siquiera conoce de oídas (o si las conoce, se hace bien el boludo) las propias condiciones laborales y profesionales en que trabajan la mayoría de los periodistas, en todos los medios, oficialistas u opositores.

Trabajando en condiciones de absoluta precariedad, sin poder organizarse gremialmente o teniendo que vencer innumerables obstáculos para hacerlo, o esperando 37 años para sentarse a discutir salarios en paritarias libres, como pasa acá en Santa Fe.

O perdiendo su fuente de trabajo por culpa de empresarios inescrupolosos como el propio Lanata; a quien bien podrían haber perseguido con cartelitos que dijeran "Somos trabajadores, queremos cobrar".

Estos empresarios periodísticos de sí mismos (como Lanata, Majul o Morales Solá) conchabados a sueldo y participación en la publicidad (módica participación, de allí su obsesión con la pauta oficial) de los grandes medios, prestos por eso a saltar cuando los dueños de esos medios les tiran un hueso (alinéandose disciplinadamente con sus necesidades políticas, que son siempre las de sus negocios), no pueden sino expresar una farsa payasesca (con perdón de los payasos, que son más dignos) de lo que debería ser el periodismo.

Ensayando además la torpe resistencia al irrefrenable paso del tiempo, que en política es algo más que el simple caer de las hojas del almanaque: expresa la maduración (a veces a los golpes) de una sociedad que empieza a percibir de un modo creciente que, a los problemas complejos que tiene la Argentina, ya no se los podrá resolver con bobadas como pedir conferencias de prensa, o el reparto equitativo de la publicidad oficial.  

Actualización: en el circo periodístico, no podía faltar el payaso mayor, y al final Majul se sumó a la fiesta.  

2 comentarios:

Daniel dijo...

- Desde que el gordo volvió a la TV me cuesta un huevo conseguir laburo-
Piñón Fijo

Anónimo dijo...

En nuestro país siguen produciéndose cambios impresionantes y estos piojosos siguen haciendo ruidos molestos nada más que para joder, ya que no saben hacer nada positivo.

Es lamentable la inevitable comparación entre quienes HACEN y el montón informe de los que INTENTAN DESHACER.

No pueden ocultar que hace rato vendieron su dignidad ó que las transformaciones que están aconteciendo afectan sus intereses y los de sus dueños.

Que sigan participando.

Saludos
Tilo, 71 años