LA FRASE

"ELCOMITÉ DE CRISIS POR LA GUERRA EN MEDIO ORIENTE LO DISOLVÍ AL DÍA SIGUIENTE DE CREARLO PARA QUE VEAN QUE VOY EN SERIO CON LO DE ACHICAR EL ESTADO." (JAVIER MILEI)

miércoles, 12 de septiembre de 2012

SIMULTÁNEAS (SEGUNDA PARTE)


Por Raúl Degrossi


Hace poco en ésta entrada analizábamos el escenario político nacional con la salvedad que no se enumeraban los tableros que despliega en orden de importancia real, sino de su visibilización mediática; y quedaba por ingresar al análisis los aspectos más vinculados a la vida cotidiana de lagente.

Que por decirlo en términos de Perón, son los que afectan a la víscera más sensible que es bolsillo, con lo que corresponde ingresar -como decía Ubaldini- en el terreno de las efectividades conducentes.

Claro que, como antes señaló, no existe una absoluta autonomía entre los diferentes planos de la realidad sino que se comunican entre sí, por acción u omisión: el tablero de la gestión concreta presenta para el gobierno el desafío cotidiano de afrontar los efectos de la crisis internacional que se prolonga (sin visos de solución en lo inmediato) y golpe en el país; aspecto éste que es ex profeso invisibilizado por el complejo mediático opositor.

Así como por años los logros económicos de gestión del kirchnerismo fueron atribuidos al viento de cola, hoy los indicadores de una desaceleración del crecimiento son atribuidos en exclusividad a las deficiencias del modelo macroeconómico elegido, con lo que se sustrae deliberadamente del análisis un elemento sustancial para que éste pueda brindar un panorama preciso.

Aun en el contexto puramente económico, desde los medios se ponen en un plano relevante cuestiones como las restricciones y controles al dólar (la preocupación por las trabas a las importaciones ha ido cediendo en importancia en las últimas semanas), que, si bien tienen importancia en el contexto económico general, no son ni por lejos la variable más relevante o decisiva de la suerte del conjunto poblacional (de hecho, una ínfima parte de la gente común está directamente afectada por esos asuntos), y del desenvolvimiento en general de la estructura económica; lo que no implica desconocer la trascendencia que el tipo de cambio tiene como variable central en la definición de un modelo de desarrollo.

Las restricciones cambiaras y el reforzamiento de los controles impositivos de la AFIP operan sobre un universo económico y social acotado, cuyas quejas no encuentran traducción en el sistema de representación política (es complejo asumir en público la defensa de la evasión impositiva, el delito y la economía informal), y esto genera a su vez manifestaciones de protesta exacerbada en las redes sociales y eventualmente en el espacio público; como los módicos cacerolazos fundamentalmente porteños de hace meses, y la movilización anunciada para éste jueves.

Pasa con esas quejas algo parecido a la embestida de Moyano por el mínimo no imponible de Ganancias y las asignaciones familiares: en la medida que un reclamo sectorial se sofistica más (medido en términos de la identificación del conjunto con él), pierde la capacidad de interpelar políticamente a sectores significativos, y por ende a perder peso en el tiempo: la adhesión ciudadana a los reclamos de las patronales agrarias contra las retenciones móviles en el 2008 fue la excepción que confirmó la regla; basada en pautas culturales arraigadas sobre el significante vacío “campo”, hoy afortunadamente en trance de desaparición, o al menos de redefinición social.

Por lo expuesto esos reclamos (como los vinculados a las restricciones para comprar dólares) no tienen la capacidad de generar cambios hacia el sistema político, a lo que hay que añadir que se basan en un discurso que se mueve por fuera de los bordes de la institucionalidad democrática (aun planteándose una hipotética defensa de libertades ciudadanas supuestamente conculcadas), como cualquiera que bucee un poco en sus promotores lo puede comprobar.

Por fuera de ese estrépito, el gobierno se ha centrado en sostener el empleo y el consumo; las variables fundamentales del comportamiento virtuoso de la economía en los últimos años, y la base principal de sustentación de sus éxitos electorales: transita así el kirchnerismo por los caminos conocidos, con la convicción de que repetirá los resultados.

Contra lo que pronosticaban los agoreros del conglomerado opositor y del dispositivo mediático, con el inicio del segundo mandato de Cristina no se descargó un brutal ajuste sobre los sectores populares (de allí que el discurso opositor haya virado hacia el rechazo de la re-reelección o las supuestas aristas autoritarias del kirchnerismo); y los mecanismos centrales diseñados para garantizar que no se destruya empleo (en un momento en que la capacidad de la economía de generar nuevos está comprometida) y se sostengan razonables niveles de consumo se mantuvieron.

Aun en un escenario de fragmentación sindical agudizada por el conflicto con Moyano, las paritarias funcionaron y cerraron aumentos en torno a pautas que se alinearon con las estimaciones privadas sobre inflación, el mecanismo de actualización semestral de los haberes previsionales se aplica con los mismos resultados, el plan de viviendas PROCREAR actúa sobre una demanda generalizada y sentida de mucha gente, se actualizó el salario mínimo y están en puerta anuncios sobre el reajuste de las asignaciones familiares y la AUH; del mismo modo que el gobierno sostiene (en la medida de las posibilidades fiscales más estrechas) el ritmo de inversión pública, con efectos sobre el empleo.

Tras el pago del BODEN 2012 y no sólo por eso (aunque el hecho tuviera importancia simbólica), se percibe la sensación de que lo peor de la crisis ya pasó, y la economía comienza a dar signos de mejoría, para volver a colocarse en el carril de los años anteriores.

Quizás eso explique la virulencia de algunas apariciones en la escena pública por fuera de lo que es estrictamente el sistema político (donde la sobreactuación en torno a la re-reelección tiene directamente que ver con la mejora de los indicadores económicos), como sucede con el hiperactivismo opositor de Moyano, o los planteos del CEO de Techint Paolo Rocca por la competitividad perdida.

En ambos casos más que una queja disparada por perjuicios concretos en sus intereses y los de sus representados (que los hay), hay un mensaje lanzado hacia un poder político nacional sustentado en un aplastante triunfo electoral, y que tiende a consolidarse en la gestión; con perspectivas de prolongar en el futuro el proyecto político que se inició en el 2003, y con la innegable decisión de hacerlo, fuere cual fuera la modalidad, es decir con o sin reelección de Cristina.

En el caso de Moyano por ejemplo la agudización de su conflicto con el gobierno no derivó (como quizás él esperaba) en una mayor acumulación de fuerzas hacia el interior del fragmentado mundo sindical (aunque sus rivales en la CGT tampoco logran articular su reemplazo), y por el contrario los dispositivos institucionales donde ese peso se puede hacer valer (como las paritarias y el Consejo del Salario) funcionaron normalmente, aun cuando intentara vaciarlos para restarles legitimidad.

Mientras tanto el gobierno (aprovechando el escenario) avanzó sobre territorio sensible a los dirigentes sindicales (en esto sin matices) como los fondos de las obras sociales, disolviendo la APE, y estableciendo un nuevo mecanismo de distribución de los recursos para garantizar cierta homogeneidad en los niveles de cobertura; y (contra la vulgata de los medios dominantes), sin tomar ventaja de la atomización sindical para recortar derechos o beneficios a los trabajadores.

Una circunstancia que también actúa quitándole bases de sustentación a los planteos altisonantes de Moyano o de otros dirigentes como Michelli, y que impide que reviertan la tendencia a la fragmentación (aspecto en el cual el sindicalismo viene imitando a la oposición, de un tiempo a ésta parte), con la excusa de luchar juntos contra formas de ajuste o precarización.

En el mundo empresario sucede algo parecido: las quejas de Paolo Rocca, si bien enfocadas en recuperar (vía devaluación) las situaciones de excepcionalidad de la salida de la crisis del 2001, y teniendo como punto de partida medidas concretas del gobierno que afectaron sus intereses (las obligaciones de liquidar divisas por exportaciones, los límites a la distribución de dividendos, la regulación del mercado petrolero donde el grupo tiene intereses), parecen más enderezadas a exponer en público su intención de impedir -en cuanto esté a su alcance- la perpetuación de lo que consideran una anomalía política: el modo de gobernabilidad instaurado por el kirchnerismo en el 2003, en lo que tiene que ver con la relación entre el poder político y los intereses corporativos.

Y del mismo modo que esa intención coincide con el alzamiento opositor contra una eventual re-reelección de Cristina, también coincide con los caceroleros sensibilizados en que su queja no puede ser abiertamente receptada por el sistema político: no luciría muy bien como programa político de una oposición que aspire a ser gobierno en el 2015, la defensa a ultranza de que los grandes grupos empresarios recobren competitividad a costa de los salarios de los trabajadores.

Son entonces los diferentes temas de agenda (los tableros de las simultáneas de que habla el título) y su densidad real los que determinan el panorama de conjunto, con un gobierno -que es a su vez el único jugador presente en todos los tableros, como los grandes maestros del ajedrez- que está, hoy por hoy, en control de la situación y puede llegar a las elecciones del año que viene (aunque falte mucho para eso) en condiciones de revalidar títulos, y lograr de ese modo de cara al 2015, un razonable control de la sucesión, con o sin reforma constitucional y re-reelección.

Que no es poco para un proyecto político que acumulará para entonces doce años en el poder, y tres mandatos presidenciales.

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