Cuando el gobierno blanqueó que pensaba
impulsar una reforma laboral profunda (luego de haberlo desmentido por escrito
Marcos Peña en el Senado, dijimos acá que el proyecto
marcaba una piedra de toque hacia el interior de todos los sectores del
peronismo; y nos preguntábamos como se podía votar algo por el estilo -que
cercena derechos fundamentales para los trabajadores- y seguir llamándose
peronista, o peor aun, blandir el peronómetro contra otros.
Pichetto (el líder
del pronismo, o peronismo PRO Macri) dijo públicamente entonces que ellos en el
Senado iban a respaldar lo que acordara la CGT, es decir que si la CGt rechazaba la reforma, la iban a rechazar.
La CGT -sabemos- se
sentó a negociar la rendición con el gobierno, habiendo aceptado desde el vamos
que los derechos laborales son un problema para el país, que debe ser resuelto
prioritariamente para remover uno de los principales obstáculos para el
crecimiento: ese es el eje conceptual de las reformas, conteste con todo el discurso
y la praxis del gobierno de Macri en estos dos años de gobierno; en los que
eligió a los trabajadores como sus enemigos, blancos predilectos de sus
críticas y de sus medidas.
Les guste o no a
los dirigentes de la CGT (y a quienes intentar ensayar alguna forma de
comprensión o justificación de su postura), sentándose a acordar con el
gobierno retoques al proyecto original para hacerlo menos horrible (ya que ni
con mucho esfuerzo puede afirmarse que sea bueno, o ayude a generar empleo de
calidad y bien remunerado, pues ese nunca fue el propósito real) lo que la
central sindical hizo en primer lugar es convalidar ese discurso y esa praxis
oficial; que agreden directamente a la base social a la que deben representar.
Y esto no lo
decimos nosotros (anticipándonos a alguna crítica del tipo “critican al
sindicalismo porque no entienden como funciona, porque no son sindicalistas),
sino los propios sindicatos y organizaciones de trabajadores nucleados en la
CGT, a lo largo y a lo ancho del país: la Corriente Federal de los Trabajadores
y la mayoría de las delegaciones regionales de la CGT, entre ellos.
Es evidente además
que la reforma laboral es parte del acuerdo político de Macri con los
gobernadores de todos los signos políticos, a menos que el gobierno se exponga
a una derrota parlamentaria por no contar con los apoyos de los legisladores
que les responden, sin los cuáles ni con la composición actual del Congreso ni con la futura, ningún proyecto puede plasmarse en ley. La hipótesis no parece
posible.
Pues bien, como decíamos
antes, el proyecto de reforma laboral aterrizó en el Congreso y llegó la hora
de la verdad: el pronismo pichettista quiere aprobar su tratamiento antes de
que llegue Cristina al Senado (todo un síntoma revelador de cómo son realmente
las cosas), pero para eso quiere que los gordos de la CGT den la cara en las
comisiones, bancándolo explícitamente.
Y parece que los
muchachos de la CGT (que nunca dieron un comunicado oficial explicando lo que
acordaron con el gobierno, y las razones por las cuáles lo hicieron) no lo
harían en los tiempos que exige el cronograma anti-Cristina diseñado entre el
gobierno y sus espadas en el Senado (Pichetto y Pinedo, en ese orden), porque
se van al Vaticano a ver al Papa.
Lo que supone toda
una definición sobre las bondades de la reforma para el conjunto de los
trabajadores: salvo el gobierno, ninguno se anima a bancarla en público, en un
debate en el Congreso, ni en los medios ni en la calle; acaso porque además de
llover las críticas, temen que les tiren encima con el fantasma de la Banelco, que en
este caso parece ni siquiera haber sido necesaria. A menos que la hayan reemplazado las transferencias on line a cuentas off shore, que es lo que está de moda.
O sea, un auténtico
engendro del cual nadie -salvo el gobierno, por supuesto- se reconoce
progenitor o copartícipe, pero que todo indica marcha hacia su aprobación en
ambas Cámaras del Congreso para convertirse en ley.
A menos -claro
está- que el massismo en descomposición cumpla con su promesa de votarlo en
contra (conociendo los antecedentes, nos animamos a suponer que lo que están
haciendo en realidad es subirse el precio en la negociación), y Pichetto con la
suya de no respaldarlo, si no lo hace la CGT públicamente.
Si las cosas se dan
como lo marca la lógica (es decir, que ninguno de los nombrados cumpla con su
palabra, como es su modus operandi habitual) y al triste precio de la
resignación de derechos para los trabajadores argentinos, podría empezar a
definirse la polémica sobre quien es realmente peronista dentro de “los
peronismos”.
No sea cosa que
luego de entregar el marrón en estas cuestiones medulares, al día siguiente salgan
oliendo a rosas como si nada hubiera pasado, y a blandir de nuevo el
peronómetro para distinguir entre réprobos y elegidos de “la reconstrucción del
peronismo a tono con los tiempos que corren”, y paparruchadas por el estilo.
Ojalá nos
desmientan.
No hay comentarios:
Publicar un comentario