Es notable constatar la sorpresa de las
principales plumas del periodismo hegemónico cuando Cristina no hace lo que
ellos dicen y suponen que hará, porque crearon una Cristina propia, que nada
tiene que ver con la real. Como es notable que haya gente importante y con
poder de decisión en la Argentina que consuma esos análisis; y después quede
pagando cuando.
Se pasaron todo el macrismo imaginándola
armando un “Frepasito tardío”, una fuerza pequeña y testimonial, que mantuviera
un núcleo duro de fieles incondicionales y sin tender puentes ni hacia el
peronismo ni hacia nadie; y entonces se sorprenden porque recompone relaciones
con antiguos aliados y hasta opositores (como Pino Solanas o Alberto Rodríguez
Saá), y se aparece en una reunión del PJ para ponerse a disposición “en el
lugar que sea”.
Ojo: no estuvieron solos en la pifiada:
muchos sesudos “analistas” de la “renovación autocrítica” incurrieron en las
mismas fallas conceptuales, y están hoy igual de perplejos con sus movimientos;
mientras se entusiasmaron con una “esperanza blanca” distinta, cada semana o
mes de los últimos cuatro años.
No faltó quien
señalara que con la mitad o más de los y las que estaban en la foto, Cristina
estaba distanciada o, para ser más precisos, ellos/as estaban distanciadas de
ella, y es cierto. A su alrededor había quienes confrontaron duramente con su
gobierno (como Moyano), quienes le endilgaron responsabilidad por la derrota de
Scioli, quienes le reclamaron que hiciera públicamente autocrítica, y quienes
se apuraron a darla por jubilada, o pedirle que diera un paso al costado. No es
necesario hacer nombres, todos pueden recordar que hizo y dijo cada uno de los
que allí estaban.
Cristina es la
primera que sabe eso, y lo acaba de contar en “Sinceramente”, por si quedaran dudas,
pero lo importante es que no se quedó allí, y se sepa o no, vino hablando con
todos, y con cada uno. En estos años no le puso bolilla negra a nadie, habló
con todos los que se lo pidieron, y nunca se escuchó en público una expresión
suya tendiente a descalificar a nadie: no hay un solo hecho que le puedan
atribuir para confirmar su idea de que es sectaria, vengativa o rencorosa.
Cuando dice en la
reunión del PJ que está dispuesta a sumarse a la construcción electoral para
ganarle al gobierno “en el lugar que sea” está dejando claro que eso involucra
incluso competir en una PASO con otros que aspiren a la candidatura
presidencial, pero sobre todo que en su caso, esa candidatura no es la
expresión de una ambición o vanidad personal, menos en quien ya fue dos veces
presidenta: Cristina nunca buscó un “operativo clamor” para hacer necesaria su
candidatura, del mismo modo que no fue candidata a nada en el 2015, y que
aceptó la candidatura en el 2017 a pedido de los intendentes del conurbano y de
la mayoría del peronismo bonaerense.
Por el contrario,
es la realidad del país la que hace su candidatura inevitable, y ella lo asume
con el mismo sentido claro de la responsabilidad histórica que siempre tuvo;
porque sabe además -aunque no lo diga- que encarna un vínculo especial con sus
votantes, del que resulta que sus votos son intransferibles, y que hoy por hoy
y aunque otros se peinen para la foto ante el deterioro acelerado de Macri, es
la única que garantiza la posibilidad cierta de un triunfo en primera vuelta.
De allí que, si la
novedad de la semana fue Cristina yendo al PJ que no pisaba desde el 2004, la
novedad de los últimos meses es que los dirigentes políticos y sindicales del
peronismo que estaban distanciados de ella y la cuestionaban fueron yendo paulatinamente
hacia donde estaban los votos: con ella. Y antes de criticar oportunismos (que
los hay, sin dudas), hay que pensar que todos (Cristina y ellos) hicieron un
elemental y bienvenido ejercicio de realismo político, para poner lo que fuera
necesario para no terminar siendo funcionales a otros triunfo electoral de la
derecha en el país.
Los medios nos
pintan un panorama político dividido en tercios, pero sin decirnos como
evoluciona cada uno: mientras el que orbita en torno a Cristina y su candidatura
no para de crecer y acumular masa crítica dentro y fuera del peronismo, el del
gobierno no para de achicarse en votos, en expectativas y en solidez de la
construcción política: cuando Cristina aterrizaba en la reunión del PJ, Carrió
y Marcos Peña discutían por las redes sociales sus responsabilidades en el
desastre electoral de Córdoba, y los radicales ya se resignaron a que en su
convención de la semana que viene deberán reafirmar su pertenencia a
“Cambiemos”; básicamente porque quemaron las naves, y no tienen otro lugar a
donde ir.
Y la “tercera vía”,
es decir Lavagna y “Alternativa Federal” sigue sin crecer, porque afrontan los
mismos dilemas que cuando se largaron a la cancha: uno (Lavagna) quiere que lo
unjan presidente sin pasar por elecciones, como si estuviéramos en el 2002;
otro (Massa) no tiene claro en que canasta poner los huevos, porque por un lado
lo invitan a disputar una PASO con Cristina, que ya le ganó 3 a 1 en el 2017
(hoy la goleada sería peor), y por otro lado le proponen lo mismo, pero con
alguien (Lavagna) que no acepta el convite.
Después están los
que no quieren arriesgar capital político propio en una aventura de final
incierto (como Schiaretti, que hasta acá viene con el mismo “cordobesismo” de los
últimos 20 años), y los que, como Pichetto, Stolbizer, Ricardito Alfonsín o el
socialismo santafesino, no tienen ningún capital político propio que arriesgar,
y empujan a otros a la pelea, a ver si pescan algo por enganche.
Eso, sin contar que
en el caso del “peronismo alternativo”, lo que nació como un intento de
drenarle votos a Cristina para facilitarle las cosas a Macri, marcha rumbo a
ser exactamente lo contrario: una vía de drenaje de votos macristas, que podría
facilitar un triunfo de CFK en primera vuelta. Lo mismo vale para Lavagna.
1 comentario:
A mí modo de ver Cristina debería hacer la gran jugada política y no presentarse como presidenta, que vaya como gobernadora o que juegue desde otro lado, hay algunos que afirman que iría a la Corte Suprema. Si Cristina se candidatea van hacer lo imposible para que no gane, teniendo en cuenta que en primera vuelta es muy difícil que gane y considerando el riesgo que supone un balotaje, el riesgo de perder es muy grande. La gran jugada que esconde es Kicillof presidente, gana seguro contra Macri 60 a 40. Y ella lo sabe.
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