LA FRASE

"NO ES TAN DIFÍCIL DE ENTENDER: ESTELA DE CARLOTTO ES GOLPISTA Y EL GENERAL VIDELA LO ÚNICO QUE HIZO FUE COMBATIR AL TERRORISMO." (VICTORIA VILLARRUEL)

domingo, 12 de agosto de 2012

LECCIONES NO APRENDIDAS


Por Raúl Degrossi

Cuando después de más de 8 años en el gobierno de una misma fuerza política se produce un resultado como el de las elecciones del 23 de octubre pasado, hay un enorme dato político que no puede ser pasado por alto -como si no hubiera ocurrido- por nadie, en especial por los que perdieron: las cifras indican algo, y hay que saber leerlo.

Y si bien los hechos políticos (y vaya si una elección presidencial lo es) son multicausales, es inteligente tratar de establecer cuáles son sus causas, para tratar de revertirlas (insisto: sobre todo si uno está en la vereda de los perdedores), a menos que se resigne a que las cosas serán siempre iguales, o se sienta cómodo con el lugar que las urnas le asignaron; aunque no lo reconozca.

Vistos desde allí los casi 10 meses transcurridos desde el triunfo de Cristina, se puede decir que, del mismo modo en que el kirchnerismo perservera en las estrategias hasta acá conocidas (incluso cuando en algunos casos sería aconsejable cambiar), la oposición (la que tiene representación política, la mediática-corporativa que la editorializa, conduce y vertebra), insiste en las mismas líneas de acción que la llevaron al desastre electoral, como si no hubiera aprendido ninguna de las lecciones que las urnas dejaron.

Y si no veamos: 

1. La idea de candidatos fluctuantes y fungibles, uncidos a los humores, la agenda y los intereses de los medios, y sin siquiera articular un discurso político propio y consistente, es fatal para el despegue de cualquier construcción política: una cosa es utilizar políticamente la plataforma mediática para proyectarse (recurso imprescindible en la sociedad de masas), y otra bien distinta es actuar como eco de los editoriales; máxime cuando se disputa con otros opositores para ver quien responde primero a los Clarines (y Naciones) de guerra mediáticos.

Esa lógica de construcción política se devoró a Carrió, Cobos, Duhalde, Solanas, Reutemann y Alfonsín, y está erosionando a Binner y Macri, exponiendo con crudeza todas sus limitaciones para afrontar el desafío del 2015.

2. Los planteos éticos de naturaleza prepolítica (como ofrecerse de garantes de un proceso de moralidad y purificación nacional, denunciando la intrínseca corrupción del régimen kirchnerista) son recursos políticos de corto vuelo, condicionados en su anclaje social a la evolución de cuestiones materiales más concretas y apremiantes (casi siempre vinculadas a la economía: en caso de dudas, preguntarle a Carrió); y supeditadas en su credibilidad (reitero: limitada e interferida por otras cuestiones) a que no aparezcan esqueletos en el placard en el campo propio; como los sobres a la familia Bonelli.

Lo mismo sucede con las estrategias de victimización permanente (como la que expone Macri) y la caracterización pre política del otro como la encarnación del mal absoluto: la idea del acoso permanente por parte de un régimen insaciable de poder no puede expandir demasiado su verosimilitud más allá del propio campo de adhesiones; menos cuando los que la plantean han soñado, sucesivamente (y peor aun: lo han verbalizado públicamente), con la demolición del kirchnerismo como resultado de la embestida de las patronales agrarias, la escalada del conflicto con Moyano o las represalias de embajadas y gobiernos extranjeros, o los organismos internacionales. 

3. Tal como están dadas las cosas en el debate político argentino, existen dos campos perfectamente delimitados (a favor y en contra del gobierno, sin admitir dudas ni matices); que no cuantificaremos para no entrar en la discusión sobre aquello de las minorías intensas, porque no interesa tanto si son o no minorías, como que es seguro que son intensas; lo que determina que lo políticamente relevante es como cada uno de esos campos puede influir en los que están en el medio; y allí -sin dudas- los "hechos" siempre tendrán más relevancia que el "relato", aunque éste sirva para ordenar aquéllos, y darles sentido.

Aun así, las sofisticadas (y a veces, ni tanto) tramas conspirativas con malos malísimos y buenos tan buenos que son nabos (como la columna de hoy de Morales Solá en La Nación) tienen nula capacidad de incidir en un cambio de perspectivas de esos sectores sociales: la simple contundencia (positiva o negativa) de los hechos se sobrepone a las complejidades del relato; máxime cuando éste pierde credibilidad al suprimir los matices, en la búsqueda de una totalización simplificadora y maniquea.

4. En un sistema político fragmentado y en constante reconstrucción como el nuestro, la búsqueda de un sujeto social relevante en el que anclar un proyecto político cobra particular importancia para acumular masa crítica, pero no reemplaza la imprescindible tarea de la construcción de una estructura de soporte político con viabilidad electoral; porque a menos que se cambien drásticamente las reglas de juego, será en las urnas donde se dirima el post kirchnerismo o la continuidad del actual modelo, más allá del 2015.

Y si bien ese sujeto puede surgir y ensancharse a partir de ciertos anclajes culturales de la sociedad que ocultan o trascienden los orígenes y límites propios de reclamos corporativos (como sucedió con la adhesión ciudadana a las patronales del campo durante el conflicto por las retenciones móviles), no puede existir -al menos en el mediano plazo- una presencia ostensible de un interés sectorial contrapuesto con los generales (o al menos los de porciones significativas de la sociedad), menos aun en contextos de crisis económica que traen aparejadas incertidumbres.

Lo que le pasó a la Mesa de Enlace (luego del voto no positivo de Cobos), les fue sucediendo -sin solución de continuidad- a Clarín defendiendo su imperio médiatico, a los propios agorgarcas en sus intentos de revival del 2008, a los españoles de Repsol (el que solo se planteara desde los medios un eje de articulación político desde allí es revelador del despiste), a los periodistas "amenazados, discriminados y que no pueden preguntar" (caso en el que el ombliguismo llegó al tamaño del ombligo de Lanata) y a los caceroleros porteños indignados por no poder comprar dólares, entre otros: se fueron agotando y achicando, mientras le ladraban a la luna.

5. Lo dicho en el punto anterior es trasladable a los conflictos dentro del propio sistema político, como pasa con el caso del subte porteño y la discusión por coparticipación federal; conflictos que además son antagónicos entre sí como que responden a intereses contrapuestos: aun alguien decidido a despegarse del gobierno nacional para acumular capitalizando disconformidades dentro del peronismo y hacia la derecha del kirchnerismo, como De La Sota, no duda en descalificar la postura de Macri en su puja por desentenderse del subte.

Y es que, del mismo modo que es absurdo pensar -en una sociedad democrática- en una utópica pax romanna exenta de conflictos, es ridiculo pensar que todos los conflictos que son contemporáneos entre sí acumulan hacia un mismo lado, en términos políticos. En todo caso lo que la sociedad lee (y en consecuencia con esa lectura, vota) en el mediano plazo es quien tiene más o menos capacidad para lidiar con los conflictos; y en ese sentido el ejemplo del subte no puede ser más paradigmático: hoy está en el punto en el que los damnificados directos (que son los verdaderamente interesados en el asunto, cuestión que los medios hegemónicos pasan por alto con una ligereza inexplicable) quieren que "alguien haga algo", y lo haga ya, y lo resuelva: es secundaria la preocupación de quien es más o menos responsable de que se haya llegado a ese punto, y lo apuntado no es más que una consecuencia de machacar la idea (antipolítica y simplista) de que el conflicto en sí mismo (sin indagar sus causas, su importancia, sus consecuencias) es algo malo para la sociedad.

Aun así, si la prolongación de los balurdos en el subte horada la imagen de Cristina y el gobierno nacional (en un distrito que le es francamente adverso en términos electorales, pero que no es más que el 8 o 9 % del padrón nacional), no es menos perjudicial para la visión que se tiene de Macri, en casi el único lugar del país (con excepción del fenómeno Del Sel acá, aun sin réplica comprobable en elecciones nacionales) donde el PRO es electoralmente competitivo; y donde su capacidad (como decía antes) de gestionar conflictos es puesta a prueba, a los ojos del resto del país. 

6. Volviendo sobre la capacidad del propio discurso político (siempre hablando de los medios y partidos opositores) para ampliar adhesiones más allá del campo de los convencidos, tampoco son buenos a esos fines los vaivenes emocionales pronunciados: antes del pago del Boden 2012 (cuyo vencimiento se sabía desde hace 10 años), los medios hegemónicos y la dirigencia opositora que los secunda pronosticaban a coro (por enésima vez) el fin del kirchnerismo; luego del 3 de agosto tomaron nota del desahogo financiero que tendrá el gobierno en los vencimientos de la deuda el año que viene (que están pautados desde el 2005, no olvidar el detalle), y pasaron a encender luces de alarmas por la perspectiva cierta de que el gobierno impulse la reforma constitucional, para habilitar un tercer mandato de Cristina.

Y así como la profecía del inminente ocaso kirchnerista (como sucedió en el 2009) no hizo más que acelerar las disputas y la fragmentación hacia el interior del campo opositor, el llamado a cerrar filas para impedir la re reelección es ya una clara derrota política de los opositores: hay allí una implícita admisión de que las vallas a una tercera presidencia de Cristina están más puestas por las exigencias constitucionales para que prospere una reforma, que por el humor social imperante.

Y si esa admisión es explícita, aderezado por un amplio reconocimiento de la propia torpeza (no explícito, claro, pero no por eso menos visible) como el que termina haciendo Macri en su reportaje en Clarín de hoy; el cuadro se le presenta aun más complicado al cambalache opositor.      

Tan complicado como el intento esforzado de Morales Solá de intentar convencernos de lo contrario (tirando incluso al voleo datos de encuestas no identificadas), así como de las intenciones de Cristina respecto de Mauricio: ¿qué mejor opositor podría elegir, si su intención fuera ir por la re reelección en el 2015, que el irresoluto alcalde porteño?  

Con lo que sólo podría tener interés en su cabeza -como dice Joaco con la brutalidad linguística que estila- si le estuviera haciendo falta un cenicero en Olivos, o en su despacho de la Rosada.

1 comentario:

Minaverry dijo...

Bri-shan-te como siempre, Degrossi. Y devastador el último párrafo. Buenísimo artículo.