LA FRASE

"DE MI ASCENSO A SECRETARIO DE ESTADO SOLO DIRÉ QUE SI UNO ES BUENO EN LO SUYO, EL RECONOCIMIENTO SIEMPRE LLEGA." (MANUEL ADORNI)

martes, 21 de enero de 2014

DEL ASADO A LA PICADITA


La tan publicitada cumbre convocada Barrionuevo y Moyano (a la que el diario del Loco Lindo tildó de "pacto social sin el gobierno") terminó -como debía ser- en un estrepitoso fracaso.

No lograron ni siquiera la concurrencia de opositores como Massa o De La Sota, que -como lo reconoció el propio Barrionuevo- le escapan a la foto con quienes son, básicamente, piantavotos.

El patetismo de Barrionuevo (un personaje del lumpenaje político que subsiste por la escasa renovación del sindicalismo) no debería sorprender, pero el derrotero constante de Moyano hacia nuevas expresiones del ridículo no deja de llamar la atención.

Desde su ruptura con el kirchnerismo tras el triunfo de Cristina en el 2011 (en cuya concreción sobrevaloró claramente su propia importancia) vino acumulando un papelón tras otro, como si se hubiera propuesto demostrar los límites que siempre encuentra el sindicalismo argentino cuando quiere incursionar en política.

Lo cual no deja de ser un problema, porque con Moyano o sin él, cualquier proyecto político que quiera gobernar la Argentina en el sentido de los intereses y anhelos de las grandes mayorías, debería contar con el apoyo de las organizaciones sindicales; pero más aun de los propios trabajadores.

El peronismo siempre entendió que la potencia política de los trabajadores radicaba en su capacidad de organizarse y estructurar sindicatos fuertes; pero es evidente que hay todo un modelo sindical y un modo de entender el sindicalismo que está en crisis, y no sólo en las estructuras tradicionales (como la CGT), sino aun en las alternativas como la CTA.

Tanto Moyano como Barrionuevo (con profundas diferencias de concepción y actuación durante el menemismo) comparten una visión anquilosada del peronismo: el proyecto político de una fuerza laborista, conducida desde el sindicalismo; algo que en su momento ensayaron -sin éxito- tanto Lorenzo Miguel como Vandor.

Si ese modelo estaba destinado al fracaso en una sociedad argentina más integrada y con más centralidad de los trabajadores, imaginemos su suerte en la Argentina post dictadura; cuando incluso la misma representación de los sectores populares asumió nuevas formas organizativas que no se expresan en el sindicalismo tradicional.

Y desde esa visión añeja de lo que es el peronismo y como se articula hacia su interior el dispositivo para alinear a las mayorías detrás de un proyecto político, pretendieron tomar la delantera de cara al 2015, y constituirse en una especie de liderazgo alternativo al de Cristina; posición imaginaria desde la que tomarían examen a los futuros aspirantes a la candidatura presidencial del PJ (incluyendo a Massa) sobre su plan de gobierno, y que parte les tocaría a ellos en su ejecución.

Para peor, querían sumar a la confusa argamasa a la UIA, la Mesa de Enlace y otras patronales, como si un pacto social pudiera construirse sin la presencia del gobierno; que tiene los instrumentos institucionales para ejecutar las políticas que pudieran surgir de él, o como si los intereses de esas patronales fueran convergentes con los de los trabajadores que dicen representar.

Dicho ya que no sorprende la actitud en Barrionuevo (conocida su historia), es en esas ideas donde se revela en toda su magnitud la poca perspicacia política de Moyano, quien -recordemos- viene de protagonizar un sonoro fracaso electoral acompañando nada menos que De Narváez; curiosísima excepción al paladar negro de su peronómetro.

Escasa perspicacia que le impide discernir a Moyano (para obrar en consecuencia) cual sería su futuro -no ya personal, sino de la fracción del sindicalismo que representa- en el país post kirchnerista; con la oferta política hoy disponible en el amplio espectro opositor.

¿Cree acaso por ventura Moyano que en un eventual gobierno de Massa o De La Sota (cuya sola invitación a Mar del Plata en carácter de candidato presidencial denota el extravío de los convocantes) existirían "paritarias libres, sin piso ni techo", o el gobierno pondría énfasis en defender el empleo?

¿Supone por ventura que en un eventual gobierno del "progresismo" nucleado en torno al radicalismo mejorarían las condiciones y los derechos de sus representados, por encima de los derechos que adquirieron y reconquistaron durante la última década?

Si se negaron a sacarse una foto con ellos ahora, cuando no tienen el compromiso de gobernar, ¿qué le hace pensar que el día de mañana los convocarían para ser parte de las decisiones?

Expuesta en toda su crudeza su fracaso político, a ambos (Moyano y Barrionuevo) les queda el recurso (un poco gastado ya) de amenazar con tirar del mantel y pudrir todo, parando el país no se sabe bien para qué.

Pero si no lo llevan a la práctica -en una notoria similitud con las bravatas no concretadas de la Mesa de Enlace- debe ser porque perciben que están bastante lejos de poder generar su propio 17 de octubre.

3 comentarios:

Nando Bonatto dijo...

Criadillas a la pàrrilla linda receta

Anónimo dijo...

se ve un Luigi Bosca sangre....180 mangos ta`la botellita

Anónimo dijo...

Los sindicatos son la columna vertebral del movimiento. Pero no la cabeza.
El Colo.