LA FRASE

"VOLVÍ PARA OFRECERLE AL PRESIDENTE MI COLABORACIÓN PARA RESOLVER EL PROBLEMA DE LOS CANDIDATOS QUE PROPUSO PARA LA CORTE." (FABIÁN RODRÍGUEZ SIMÓN)

miércoles, 2 de abril de 2014

CRISTINA, LA SANA EXCEPCIÓN A LA REGLA


Por Raúl Degrossi

La ¿reacción? del grueso de la dirigencia política nacional -en especial las de los que tienen aspiraciones presidenciales- frente a los repudiables episodios de seudo justicia "por mano propia" es ciertamente desalentadora.

Y en conjunto con su también lamentable papel en la discusión sobre el nuevo Código Penal, nos muestra que el debate político en la Argentina está retrocediendo a niveles alarmantes; como consecuencia de la exacerbación del cálculo oportunista, y de su editorialización a través de la agenda que marcan los medios hegemónicos.

De hecho, el mismo vértigo que impone el cambio de la agenda de discusión pública marca a las claras el empobrecimiento constante del debate político nacional: en cuestión de días pasamos de discutir si estaba bien o mal bajar o subir la pena de algún delito en particular, a analizar si es correcto o no matar a patadas a un delincuente en la calle; sin jueces, fiscales ni defensores.

En el caso de los "linchamientos" es difícil establecer que es más reprochable: si el estruendoso silencio de la mayoría (en un tema en el que un dirigente democrático no puede albergar ningún tipo de dudas), o las sutiles formas de justificar lo injustificable que ensayaron otros; desde Massa a Macri, pasando por Binner.

Cuando bajo el pretexto de una pretendida contextualización de los episodios se ensaya alguna forma de "sí, pero..." que condiciona el categórico, contundente y terminante repudio a estos hechos de barbarie, estamos en problemas.

Los cultores del republicanismo, el diálogo y el consenso; los objetores permanentes del "clima de crispación" terminan justificando (de un modo más o menos explícito) comportamientos sociales reñidos con las más elementales normas de convivencia civilizada, pre democráticos y que repugnan a la noción elemental del Estado de derecho en cualquier sociedad moderna.

Todo por pura especulación electoral, temerosos de que el comportamiento correcto (el repudio y señalamiento de los hechos como lo que son: delitos que deben ser castigados) les ocasione costos con un electorado dispuesto a tolerar, comprender y eventualmente replicar esa barbarie; como si fuera un comportamiento perfectamente lógico y digno de elogio.   

Para peor, con el brumoso recurso (llamativamente repetido por la mayoría de los que decidieron hablar del tema) de hablar de la "ausencia del Estado", como justificación multipropósito de lo injustificable; como si ellos mismos a su vez, no encarnaran -cada uno con sus responsabilidades- a ese mismo Estado al cual apuntan, señalándolo como ausente. 

Algunos incluso con responsabilidades concretas -en el presente y en el pasado inmediato- en la gestión de las políticas públicas de seguridad.

Parecen de este modo no advertir que están cultivando un primitivo pensamiento anti-política, que finalmente se los terminará devorando también a ellos, llegado el caso.

Ser dirigente político y aspirar a obtener la representación de la ciudadanía es mas -bastante más- que asumirse como un simple vocero de lo que piensa o dice "la gente"; esa especie de monstruo de mil cabezas y formas cambiantes, que hoy exige algo con vehemencia y mañana todo lo contrario, con igual o mayor énfasis.

Precisamente por eso algunos (y no todos) en una sociedad que se expresa en términos políticos son "dirigentes": porque tienen (o deben tener) la capacidad de mirar más allá de lo cotidiano y de los impulsos sociales de un momento dado, para plantear y hacer lo que es correcto; aunque no sea lo que circunstancialmente exija "la gente", y aunque tengan que pagar costos (incluso electorales) por eso.

¿O acaso no reclaman todo el tiempo políticas de Estado, o reivindican a determinadas figuras pasadas de la política diciendo que tuvieron visión de estadistas?

En este marco Cristina (con su discurso del martes) constituyó la saludable excepción a la regla llamando a las cosas por su nombre, aun asumiendo que lo dicho pueda caer antipático para muchos; incluyendo a gente legítimamente indignada por haber padecido en carne propia la inseguridad: otro atajo al que se suele apelar con frecuencia para justificar cualquier disparate, verbal o actuado.

Lo cual amerita una disgresión: no es menester recurrir al ejemplo excepcional de las Madres, las Abuelas y los demás organismos de derechos humanos que encauzaron su lucha en la justicia sin hacer -ni en un sólo caso- justicia por mano propia.

Convivimos a diario con personas que han sido víctimas de la inseguridad (ellos, sus familiares y seres queridos) y no están proponiendo salir a linchar delincuentes; aun cuando hayan sufrido pérdidas muchos mayores que una cartera o un celular: en la persona de la madre de Marita Verón (por ejemplo) podemos resumir muchas de esas historias.

Pero volvamos a las palabras de Cristina: no fue la única por supuesto en condenar los "linchamientos", pero sí la clara excepción entre quienes protagonizan en un plano preponderante la escena política nacional y ocupan posiciones institucionalmente relevantes, o aspiran a hacerlo en el futuro.

Una sociedad madura requiere de dirigentes maduros, que no se limiten a repetir como loros lo que dice el hombre común de la calle; sobre todo cuando hay motivos legítimos para suponer que ese hombre habla en la misma medida en que es "hablado" por otros.

Las palabras de Cristina sobre los llamados "linchamientos" no son ciertamente ningún descubrimiento extraordinario: su mérito está en haberse animado a pronunciarlas, en el actual contexto; cuando muchos piensan lo mismo, pero no se atrevieron a decirlo.

Y si a eso le sumamos que quien las dijo, es nada más ni nada menos que la encargada de conducir los destinos del país por el voto popular, adquieren mayor relieve: si la cosa se piensa fríamente, nada bueno puede ocurrirle a un país que estuviera en manos de quiénes van hacia donde los lleva el viento, aunque éste se llame "lo que piensa la gente".  

8 comentarios:

Anónimo dijo...

En fin...hay erudiccion contra la gente comun, su enemigo siempre comun. Nunca elocuencia ante la real inseguridad, social y politica. Si te hubieras detenido a elucubrar o criticar a tu señora en los momentos adecuados ni deberiad haber escrito esta nota. Y te recuerdo, 11 años de politica que llevaron al linchamiento y no alejarlo. Larga los libros de filosofia que te comiste y pensa por y para el pueblo real indefenso de esta maraña politica feudal escondida en esta virtual democracia argentina

La Corriente Kirchnerista de Santa Fe dijo...

"largá los libros", buena recomendación. Sobre todo para uno que critica algo como feudal.

En la Edad Media los escondían o los quemaban a los libros, así que vos estás más en época digamos.

41 millones de personas viven en éste país ¿cuántas salieron a "linchar" gente? ¿cuán "común" es un tipo que patea a otro caído en el piso hasta matarlo? ¿qué defiende y de qué se defiende?

Mariano T. dijo...

Yo no veo sutiles justificaciones de delitos, salvo en los que defienden al criminal común con teorías tales como "su vida no vale 2 pesos" "es pobre, no tuvo opción", etc

La Corriente Kirchnerista de Santa Fe dijo...

Lo que no se ve es lo más simple: un repudio categórico a los linchamientos. Solo eso, todo lo demás (leyes, penas, políticas de seguridad, reformas judiciales) lo discutimos después.

Y tu comentario lo confirma plenamente.

Guillermo dijo...

Las definiciones de Cristina tienen el enorme valor que la nota apunta y a la que me sumo. Pero yo quisiera rescatar el enorme valor político del compañero Eduardo Toniolli que apenas se conoció la información de lo sucedido en B| Azcuénaga no vaciló en caracterizar al hecho como un homicidio. Pasaron un par de días antes que los mercaderes de voto se atrevieran tímidamente a condenar tal crímen.

Mariano T. dijo...

Es que solo puede existir un repudio categórico cuando se reconoce que la víctima era un criminal sin justificación.
Si repudiamos el linchamiento de un "pobre muchacho", no estamos repudiando el linchamiento en si mismo, sinó el hecho de linchar una persona "que no se lo merecía". Estas dejando abierta la puerta para un linchamiento justificado cuando el linchado es suficientemente malo.
La manera correcta, sincera y terminante de condenar el linchamiento es admitir sin dudas que el linchado era un criminal hdmp, que la gente tiene motivos en la ausencia del estado en estar muy enojada, y que sin embargo matar a alguien en patota (por más degenerado que sea ese alguien) es un crimen repudiable. De esa manera nos focalizamos en el asesinato en si mismo, y dejamos claro que no se puede justificar en NINGUN caso.

La Corriente Kirchnerista de Santa Fe dijo...

¿Qué tiene que ver el repudio con reconocer como era la víctima? se repudia el hecho, no su destinatario.

Copio y pego de tu comentario "matar a alguien en patota (por más degenerado que sea ese alguien) es un crimen repudiable."

Sin "sin embargos" ni nada parecido, porque son como los "peros": relativizan toda afirmación, en este caso el repudio.

Nando Bonatto dijo...

Lo de Binner es vomitivo, el que se salvo fue Alfonsito que en su cta de Tweet condeno sin cortapisas...
dan asco por donde se los mire
Imagino por un momento a cualquiera en el poder, a Macri,Massa o un figuron de estos e imagino cualquier bolazo repuganante