LA FRASE

"LA CANTIDAD DE PERROS DEL PRESIDENTE ES UNA DE LAS CUATRO O CINCO COSAS EN LAS QUE LOS ARGENTINOS NOS TENDRÍAMOS QUE PONER DE ACUERDO." (MANUEL ADORNI)

miércoles, 28 de noviembre de 2018

FIN DE LA POLÉMICA


Conocedor como pocos de que la política es una disputa por la construcción de sentido social (al fin y al cabo, fue eso lo que lo llevó al triunfo), el macrismo se dedicó desde el primer día de su gestión al “revisionismo histórico”·de la experiencia kirchnerista en todos sus planos; en especial el económico.

Desde la “emergencia estadística” al “apagón”, pasando por la progresiva reformulación de todos los indicadores oficiales, fue desplegando un plan tendiente a demostrar que el kirchnerismo no había sido una “década ganada”, ni mucho menos: a falta de una crisis real en la abrir su mandato, hubo de inventar una para justificar las políticas que pensaba aplicar.

Claro que la fe en esas políticas estuvo bastante por encima de su eficacia, si hemos de creerles que las intenciones anunciadas (como llegar a la “pobreza cero”) eran reales, y no meros slogans de un gobierno en campaña electoral permanente: el propio Macri anunció que los niveles de pobreza que determinó su INDEC al cierre del kirchnerismo (con el decisivo ocultamiento de un semestre donde el levantamiento del “cepo” y la devaluación consiguiente impactaron de lleno) eran el único punto de partida desde el cual aceptaría ser juzgado al terminar su gestión; según lograra bajarla o no.

Lo cierto es que más allá de lo que él diga, el voto siempre termina siendo una especie de balance sobre la situación del país al momento de meter el sobre en la urna: si está mejor o peor que la última vez que uno lo hizo, para elegir al/la que lo gobierne.


Es decir, la recesión será más larga y pronunciada, la caída del PBI mayor, y el PBI per cápita será menor que el que había en el 2015; todo eso sin ponernos pesimistas en extremo, ateniéndonos a “las proyecciones y consensos del mercado”, o dando por buenos los números del INDEC.

No está de más recordar en este punto que esos “consenso” arrancan siempre optimistas, para seguir luego con incertidumbre, y empezar de a poco a dejar escapar el pesimismo, o en rigor, las estimaciones más acercadas a la realidad; para salvar la ropa y poder seguir participando de la torta de los contratos con el Estado, o el favor de los medios.

Ni hablar de cómo se ensombrecen las perspectivas si consideramos otros indicadores relevantes, como la evolución del empleo (desempleo, despidos, precarización), el salario y las jubilaciones, su poder adquisitivo, los niveles de protección social o la distribución del ingreso.

O si ingresamos en el terreno de las percepciones individuales, o las ponderaciones de la situación objetiva de cada uno y su círculo social, familiar, de afectos; ahora y de acá al momento de las elecciones.

Como sea, a poco menos de un años de las elecciones y a nueva meses de las PASO (que pueden llegar a funcionar en la práctica como una primera vuelta), se puede saber que cuando votemos y aún después, cuando Macri se vaya, dejará un país peor que el que recibió de Cristina.

Se podrá discutir cuanto peor, o en que será peor, y cada uno tendrá su propia visión al respecto. Pero no hay dudas que será peor, y eso no es un es un dato menor.

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