LA FRASE

"LA CANTIDAD DE PERROS DEL PRESIDENTE ES UNA DE LAS CUATRO O CINCO COSAS EN LAS QUE LOS ARGENTINOS NOS TENDRÍAMOS QUE PONER DE ACUERDO." (MANUEL ADORNI)

domingo, 11 de agosto de 2019

LO QUE ESTÁ EN JUEGO


Nunca fue tan fácil elegir como en la elección de hoy, ni siquiera en el balotaje del 2015; porque si entonces algunos cosas estaban claras para muchos, hoy, cuatro años de gobierno de Macri después, lo están para todos: con el experimento neoliberal en marcha y sus resultados a la vista, no hay lugar para alegar engaños, ni desilusiones.

Y pocas veces fue tan trascendente el voto como hoy, cuando los argentinos tenemos la oportunidad de empezar a cerrar uno de los capítulos más oscuros de nuestra restauración democrática; corriendo el riesgo si no lo hacemos, de que los tiempos por venir sean más oscuros aun.

No lo decimos nosotros, sino que lo dicen ellos, que nos prometen que si les vuelven a confiar el voto harán lo mismo, pero más rápido. Por eso el voto de hoy es trascendente, y por eso ellos han orquestado todo un aparato para oscurecerlo, disimularlo, esconderlo o tergiversarlo, porque advierten que están perdiendo.

Y frente a eso no encuentran otras respuestas que demonizar al adversario, y peor aun, enojarse con los que los votaron, y los están abandonando: el presidente les ha dicho a millones de argentinos que son "enemigos del cambio", y como tales, narcos, vagos, corruptos, mentirosos y tramposos. Algunos sicólogos llamarían a eso proyección; pero tiene toda la pinta de un suicidio electoral, o una muestra de impotencia. 

La "campaña del miedo" de la militancia hormiga previa al balotaje del 2015, y la prédica de Cristina en su candidatura a senadora por la PBA señalando como el gobierno de Macri le había "desordenado" la vida a la gente fructifican hoy; haciendo que esta elección haya sido la más sencilla de todas desde el punto de vista de explicar lo que está pasando en el país, y lo que puede pasar si el presidente es reelecto. Como dijo Macri, no fueron necesarios argumentos ni explicaciones, pero en este caso para contarle a la gente como la está pasando, por culpa de su gobierno. 

De allí que el mayor acierto de la campaña opositora haya sido brindar la esperanza de que del desastre se puede salir, aunque no será sencillo; porque de ese modo el discurso político vino a conectar con la sensación íntima de muchos argentinos, que si no fueron ganados por completo por la angustia o la desesperación, es porque creen -y hacen bien en creer- que con su voto pueden cambiar las cosas.

Esa idea de que la salida a la crisis era política, y que para salir había que construir una herramienta electoral fue la que alimentó el crecimiento de la colación opositora, que se dio primero en los sectores sociales a los que contiene, y luego en los dirigentes que los expresan. Para ponerlo en un ejemplo, Moyano decidió saldar sus diferencias con el kirchnerismo y apoyar a Cristina, no solo y no tanto porque Macri lo empezó a perseguir judicialmente; sino porque antes los camioneros, sus afiliados, le hicieron ver que el pago de Ganancias pasaba a un segundo plano en el orden de las preocupaciones, desplazado por el miedo a perder el empleo, o la amenaza cierta de ser flexibilizados. Macri lo hizo.   

Y en la misma medida en la que crecía y se estructuraba la alternativa política, el macrismo se iba desgranando socialmente hasta quedar reducido al núcleo duro; al par que solidificaba sus vínculos con los factores estructurales de poder, dentro y fuera del país; esos factores que el gobierno alineó en orden de batalla de cara a la elección, poniendo toda la carne en el asador: el gobierno de los EEUU, el FMI, los bancos y fondos de inversión, los medios hegemónicos, y toda la parafernalia puesta al servicio de la alienación de conciencias, la propagación del odio y -como no- la orquestación del fraude: Smartmatic, trolls, bots, big data, fake news, coacheo "emocional", campaña agresiva en las redes sociales.

Literalmente todo, con una disparidad de medios y recursos para encarar una elección que difícilmente se haya visto antes, pero que sin embargo no cambia las reglas de juego elementales de la democracia, esas que dicen que cada uno vale un voto, sin importar cuanto tenga en su cuentas bancaria. Esas reglas que ponen hoy en nuestras manos, nuestro propio destino, y el de todos en conjunto.

Lo que está en juego en esta elección son muchas cosas, que se pueden sintetizar -como hemos dicho varias veces acá- en dos preguntas que cada argentino debe hacerse a sí mismo, antes de votar: si está mejor o peor hoy que hace cuatro años, y si está dispuesto a seguir así otros cuatro años más. En las respuestas, está el voto que depositará en la urna.

Y una cosa final: después de votar, después de defender el voto fiscalizando la elección, a estar atentos y tener templanza: todo indica que tanto mayor sea el repudio de los argentinos al gobierno en las urnas, menos posibilidades tendremos de que los que vienen flojitos de credenciales democráticas y no están acostumbrados a perder en nada, lo acepten. De allí que no será de extrañar que lleguemos al lunes sin que los argentinos sepan, por información oficial confiable, como han terminado las elecciones, y quien ganó. Lo cual de cierto modo, sería una confirmación del resultado. 

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