LA FRASE

"DE MI ASCENSO A SECRETARIO DE ESTADO SOLO DIRÉ QUE SI UNO ES BUENO EN LO SUYO, EL RECONOCIMIENTO SIEMPRE LLEGA." (MANUEL ADORNI)

viernes, 11 de octubre de 2013

LA AUSENCIA DE CRISTINA


Los problemas de salud de Cristina que derivaron en su operación conmocionaron el tablero político, como es lógico tratándose nada menos que de la presidenta de la república.

Del mismo modo la evolución posterior de su salud, dispara todo tipo de interrogantes y conjeturas sobre el futuro del gobierno, y de la transición hacia el 2015.

Por supuesto que un hecho de esa naturaleza acelera más aun ciertas ansiedades destituyentes, tanto como manifestaciones patológicas de miseria humana, expresadas en ciertos odios viscerales: acá se analizaron ambos aspectos.

Pero para ser justos y contar la película completa, también renovaron las escenas de sensibilidad popular y apoyo a quien llegó a su cargo con más del 54 %, y notoriamente sigue conservando la adhesión genuina de una parte importante de los argentinos.

Escenas que ya se habían visto cuando a Néstor Kirchner le tocó pasar por trances similares, luego con su muerte hace casi tres años, y más acá con la propia Cristina; cuando la operaron de tiroides.

Sería de necios negar que los problemas de salud de Cristina generaron preocupación en el oficialismo, tanto como pusieron en evidencia las precariedades y fragilidades de la construcción política del kirchnerismo; y la necesidad a futuro de avanzar -de una buena vez- en la organización e institucionalización de las fuerzas políticas y sociales que convergen en apoyar el proceso político iniciado en el país en mayo del 2003.

Hasta acá nada de lo apuntado suena a nuevo, o mueve a sorprenderse; pero sin embargo hay otras reacciones que ha generado la ausencia temporal de Cristina de sus funciones, que llaman la atención. 

Por un lado se percibe cierta desorientación del amplio entramado opositor al gobierno, más allá de las declaraciones solidarias de circunstancias (no hay por qué pensar que en algunos casos no sean realmente sinceras), y de los inevitables derrapes de algún que otro descolgado,como Binner o Macri.

Desorientación que tiene que ver en lo inmediato con la necesidad de ajustar el discurso de campaña porque es como si hubiera desaparecido el blanco principal del discurso opositor, o de repente no fuera de buen tono seguir haciendo foco en la imagen de la presidenta a la hora de descalificar a su gobierno; pero que no se agota en eso.

Es como si la oposición comenzara a computar efectivamente (más allá del discurso, con tantos fines de ciclos recurrentemente anunciados) como un hecho concreto y cierto que no -más tarde o más temprano-, no tendrán enfrente a un Kirchner a partir del cual orientar su discurso, y desde el cual posicionarse; como elemento ordenador de todo el sistema político.

Desde ese lugar, la enfermedad de Cristina no hizo sino reafirmar su centralidad política más allá del obvio peso institucional de ser presidenta; y más allá también del mapa electoral que dejaron las PASO, o el que pueden terminar de definir las elecciones generales de éste mes.  

Pero más curiosa aun es una reacción parecida que se puede percibir en la gente común (en la cola del cajero, en el supermercado, en el trabajo), incluso entre aquéllos que no votaron al kirchnerismo, ni lo harían en el futuro.

No podemos decir que todos porque también están los odiadores, pero no son pocos los que empiezan a vislumbrar (eventualmente acicateada la percepción por la ausencia temporal de Cristina) que el país post kirchnerista es, hoy por hoy, un enorme interrogante.

Interrogante que ninguno de los prospectos presidenciables opositores (en términos personales y de construcción política que los sustenta) logra -por ahora- despejar, y que probablemente más a futuro, empiece a generar en esos mismos sectores de la sociedad, cierta dosis de inquietud.

Valga para ejemplificar lo dicho, un testimonio real y concreto, oído en la cola de la caja del supermercado a una señora que -por edad- bien podría haber sido el típico caso de la que obtuvo la jubilación del ama de casa, y no obstante es crítica del gobierno, y no vota al kirchnerismo (o por lo menos eso dice): "La verdad es que yo con ésta mujer no la voy, no sé, no me gusta; pero me da miedo lo que pueda llegar a venir después". 

Quien más, quien menos, podría aportar historias similares, de estos últimos días. 

Lo que en algún punto se conecta con otro hecho presumible, que acá Hebe de Bonafin expresa con su inimitable estilo, referido a Macri pero trasladable a muchos: ¿qué otro dirigente político de proyección nacional, afectado por un trance similar al de Cristina, lograría concitar una espontánea cadena de apoyos, solidaridades y acompañamiento de la gente común?

No se trata simplemente de apelar a la sensiblería o a los argumentos emocionales para desconocer o minimizar resultados electorales (de hecho por estos días muchas encuestas dan cuenta de que la imagen positiva de Cristina no se traslada necesariamente en votos a los candidatos del oficialismo), sino de apuntar un dato objetivo: Néstor primero y Cristina después supieron construir liderazgos políticos sustentados en acompañamientos populares concretos.

Y esos acompañamientos se expresaron y expresan en muestras de cariño de mucha gente común, que no tienen nada de irracional sino todo lo contrario: se basan en cambios concretos, en mejoras perceptibles en su situación personal o familiar; como consecuencia directa de las políticas impulsadas por el kirchnerismo desde el gobierno; tal y como ocurrió con el primer peronismo.

De algún modo para esa gente (entre la que por supuesto nos incluimos) el dilema sobre lo que vendrá está resuelto: si continúa por la senda de los últimos 10 años estará tranquila, y si se vislumbra un cambio de rumbo comenzará a preocuparse. 

Para mucha otra gente (nos animamos a decir que una buena parte de ese 70 % que no votó en las PASO al FPV) la cosa es más compleja; porque una cosa es sostener discursivamente (en tiempos electorales) que los 10 años transcurridos desde el 2003 fueron una década perdida, o que el kirchnerismo se cae a pedazos y no deja a futuro ningún logro rescatable y perdurable; y otra muy distinta es no tener en claro, en temas concretos, cuanto de continuidad y cuanto de ruptura tendrá el proceso político que se abra de ahora en más y culmine con la sucesión de Cristina en el 2015.

Mucha gente (sobre todo sectores de clase media) tiende a creer que todo lo bueno que le sucede es mérito propio e individual, y todas las calamidades son atribuibles al gobierno; y que las mejoras objetivas que tuvo la situación en el país en la última década son fruto de una coyuntura favorable, que nos hubiera beneficiado cualquiera sea el gobierno.

Y más aun: suponen que ciertos beneficios obtenidos en estos años llegaron para quedarse, y no será sencillo eliminarlos, o nadie se plantea seriamente hacerlo: si pensamos en los sectores populares podríamos citar a la AUH, y si nos detenemos en la clase media, en el programa PROCREAR, por citar sólo dos casos emblemáticos.

Recordemos que la actual campaña electoral empezó bajo el supuesto de que buena parte de la oposición reconocía "lo bueno" del kirchnerismo, y simplemente se proponía "cambiar lo malo": éste spot de campaña que subimos hace poco es una versión bizarra de ésa idea.

Que además se reveló falsa con el transcurso de los meses: a poco que algunos candidatos comenzaron a soltar la lengua, se le vieron las patas a la sota.  

La inquietud que se percibe en ciertos sectores no kirchneristas (y aun furiosos anti k) con esta ausencia de Cristina por razones de salud, puede ser vista como una señal de que ese sistema de certezas (que objetivamente fue otro factor que jugó en contra del kirchnerismo en las elecciones) podría estar comenzando a cambiar; aunque probablemente no se traduzca en un cambio sustancial de las preferencias electorales de acá al 27.

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