LA FRASE

"CON EL PRETEXTO DE LA EDUCACIÓN SEXUAL, KICILLOF FOMENTA LA PEDOFILIA, SI FUERA EL INCESTO, VAYA Y PASE." (KARINA MILEI)

jueves, 9 de agosto de 2018

SERÁ CUANDO DEBA SER, PERO SERÁ


Tal como marcaban los "poroteos" previos, finalmente el Senado terminó rechazando el proyecto de legalización del aborto que venía de Diputados, con lo cual no podrá volver a plantearse hasta después del 1º de marzo del año que viene (artículo 81 de la Constitución), al menos el mismo proyecto o uno sustancialmente similar. Y muy posiblemente no sea aprobado durante el mandato de Macri, porque la composición de las Cámaras seguirá siendo la misma hasta diciembre de 2019.

Si tuviéramos que apostar, diríamos que Macri "habilitó el debate" porque sabía que la legalización no iba a  terminar convirtiéndose en ley (tal como dijo Carrió), aunque quizás no había calculado que superara siquiera la aprobación en Diputados. Intuimos que por las mismas razones Marcos Peña se había apurado a decir que si la ley se aprobaba el presidente no la vetaría: sabían que nunca se verían en esa necesidad.

Los alineamientos a favor y en contra atravesaron transversalmente a todos los bloques salvo el FIT y otros agrupamientos menores en diputados, y el FPV/Unidad Ciudadana fue la fuerza de las importantes que aportó más votos a favor del proyecto, incluyendo el de la propia Cristina. Lo mismo había pasado en Diputados.

Por contraste y como había pasado en Diputados, en el oficialismo el "No" fue mayoría (muy amplia en el caso de la UCR), lo que deja a las claras los límites de la "habilitación del debate" del "feminista menos pensado": Macri no hizo el menor esfuerzo por torcer voluntades hacia el interior de su propia fuerza (el PRO) ni al interior de la coalición de gobierno, para cambiar el resultado; que por lo demás termina respondiendo a sus propias convicciones personales.

Hay todo tipo de especulaciones sobre si esa decisión y el resultado de la votación le acarrearán costos y beneficios, todas ellas incomprobables en éste momento, y a la hora de la elección. Creemos que el gobierno tiene muchos otros temas derivados de su gestión y sus pobrísimos resultados (en especial en la economía) como para preocuparse de que le hagan perder votos el año que viene. Quedó demostrado además que si la intención del gobierno era que el tema del aborto oscureciera el resto de la realidad, claramente no lo consiguió.

Que el aborto no haya sido despenalizado significa además que seguirá instalado el debate, y que será un tema de campaña el año que viene, del que los principales candidatos no podrán esquivar definiciones, siempre que ya no las hayan dado en el marco de la discusión que se clausuró por ahora con la votación del Senado, como fue el caso de Cristina, o el propio Macri.

Una votación que deja en claro la época de Cristina la despenalización del aborto tampoco habría prosperado ni aunque ella misma lo hubiera impulsado, porque las condiciones en el sistema político  y en especial en la sociedad con ese tema en particular, eran incluso más adversas que hoy.

No solo está el dato objetivo de que el kirchnerismo nunca dispuso de la mayoría absoluta con fuerza propia en ambas Cámaras sin sus aliados de entonces (piensen como votaron ahora los diputados y senadores santiagueños del Frente Cívico, o los misioneros del Frente Renovador de la Concordia, por ejemplo), sino que se trata de un tema que corta transversalmente a los bloques y los partidos, un fenómeno que el kirchnerismo padeció en el 2008 con la 125, y ya sabemos como terminó. El proyecto ahora terminó naufragando en el Senado, muchos de cuyos integrantes permanecen en sus bancas desde el 2003, e incluso antes. ¿Por qué los que votaron en contra ahora lo habrían hecho entonces a favor, en el peronismo y fuera de él?

Aunque sobraron en el debate las alabanzas al debate (es decir, a la posibilidad de discutir el tema), lo cierto es que éste había entrado hace rato en vía muerta, sin la posibilidad de aportar nuevos enfoques y con  la reiteración de argumentos por momentos bochornosos, en especial del lado de los que votaron contra la sanción de Diputados. No es necesario recordar acá a personajes como el doctor Albino, cuando algunos senadores (como el salteño Urtubey) no le fueron en zaga.

No menos penoso fue el rol de los "indefinidos" hasta el momento final, desde la neuquina Crexell hasta nuestro comprovinciano Perotti. Este último jugó hasta último momento el juego que más le gusta (el del perpetuo equilibrista que evita tomar posición sobre temas candentes) para terminar absteniéndose, enfadando a los dos bancos por igual y sembrando dudas sobre su proyección política a futuro: ¿puede alguien que se muestra como un perpetuo indeciso permeable a las presiones aspirar a la gobernación de la provincia, un cargo en el que debería tomar cantidades de decisiones cruciales todos los días, que en muchos casos afectarían intereses?

Y hablando de presiones e indefinidos: penoso el rol del senador tucumano Alperovich (ex gobernador él), pidiendo "no politizar el tema", como si no se tratara de un tema sustancialmente político. Logró empardar el papelón de Macri, quien dijo que no importaba el resultado, algo que no hubiera dicho jamás como empresario mirando los balances corporativos, o como presidente de Boca cada vez que jugaba su equipo. Logró así llevar al extremo la imbecilidad de la "habilitación del debate" sin tomar postura, algo inédito tratándose nada menos que del presidente de la república.

También algunos se sorprendieron porque en el tramo final de la discusión en el Congreso la iglesia aceleró su estrategia en los dos frentes: ganar la calle con manifestaciones "pro vida", y apretar tras bambalinas y desde los púlpitos a los senadores. Solo quien no conoce la historia política de la institución en el país y en el mundo, se puede sorprender de eso; más con un Papa argentino. Tampoco debe desdeñarse el importante aporte que hicieron con movilizaciones callejeras los cultos evangélicos que actúan en el país, que expresaron incluso posiciones más duras que la curia católica, y sin disidencias -ni siquiera menores- hacia su interior.

Pero  -y esto hay que decirlo, para contemplar el panorama completo- a diferencia de otras movidas de la iglesia que terminaron en fracaso como la oposición a la ley del divorcio, la de la patria potestad compartida, la del matrimonio igualitario o a la ley de identidad de género, en éste caso se vieron favorecidos por el clima de época (refractario a la consagración de nuevos derechos, pródigo en el cercenamiento de los que ya existen) y al pensamiento de la sociedad sobre el tema en sí: sin ser consultores de opinión ni mucho menos, aun quienes promovían la IVE deben admitir que distaba de gozar de un amplio consenso, y la cosa estaba por lo menos dividida. 

Un cuadro que -nos animamos a aventurar- se repetiría si se planteara avanzar legislativamente sobre la  despenalización de la tenencia de drogas para consumo personal. Y no se trata de cuestionar aquella máxima que reza "Los derechos no se debaten", sino de señalar que se conquistan ganando el sentido común social, para influir desde allí sobre el sistema político. Haciendo política en definitiva, en la más pura acepción del término.

Y que esto no se interprete como una crítica al movimiento de mujeres, ni mucho menos, todo lo contrario: si el debate por el aborto en el país llegó a este punto, si la ley estuvo a punto de sancionarse y si la idea ha ido ganando en la sociedad un terreno que era impensado hasta hace muy poco tiempo, es pura y exclusivamente por mérito suyo, como expresión nacida de la sociedad civil que se entronca con una larga tradición argentina en la materia de ganar la calle para pelear por derechos; aunque quizás ellas, las mujeres que se pusieron los pañuelos verdes, en este momento no lo sepan ver, ofuscadas por el resultado. Vistas las cosas en línea de tiempo histórica, todo indica que lo que no fue hoy, será más tarde o temprano, cuando deba ser, porque están dadas rodas las condiciones.

Queda como saldo del debate el desafío para las fuerzas populares de recomponer hacia adentro aquello que la transversalidad del voto sobre la IVE pudo romper, y para ellas, sus dirigentes y cuadros políticos, y en especial sus militantes y votantes  (muchos de ellos comprometidos a fondo con la causa de los pañuelos verdes, y con la de los celestes también) resistir la tentación de "abortizarlo todo" y hacer pasar por ahí las cruciales elecciones del año que viene, en las que se juega mucho más que la despenalización o legalización de la interrupción voluntaria del embarazo: se juega el destino del país.

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