LA FRASE

"DE MI ASCENSO A SECRETARIO DE ESTADO SOLO DIRÉ QUE SI UNO ES BUENO EN LO SUYO, EL RECONOCIMIENTO SIEMPRE LLEGA." (MANUEL ADORNI)

miércoles, 6 de mayo de 2020

LA PANDEMIA Y LA CONSTRUCCIÓN DEL ENEMIGO


Conforme pasan los días en medio de pandemia y cuarentena, no deja de asombrar a algunos el comportamiento de la oposición más cerril al gobierno nacional, sea que esté formalmente encarnada en partidos políticos, medios hegemónicos, grupos empresarios o sectores de la sociedad: llamados a desobedecer las indicaciones de las autoridades sanitarias o a romper la cuarentena, desprecio por el trabajo de los médicos y científicos en los que se apoya Alberto para ir decidiendo los pasos a seguir, comportamientos predatorios en materia de precios, empleos y salarios, reivindicaciones sectoriales fuera de todo contexto, desplantes de vedettismo político bizarro (como la "marcha por la democracia"), en fin, de todo como en botica. 

Lo que al principio de todo el proceso parecía ser la lógica inercial de los sectores del macrismo puro y duro (político y social) desplazado del poder por la vía electoral, coexistiendo con una oposición "racional" que en su mayoría tiene la responsabilidad de gestionar provincias o municipios (y por ende sería más proclive a colaborar con el gobierno), hoy está marcando la tónica de la relación entre el oficialismo y la oposición.

Los cacerolazos (módicos aunque recurrentes) por motivos diversos se nutren y a su vez realimentan las tapas de los diarios, las campañas instaladas a partir de fake news y las posiciones de los dirigentes más ultras de la oposición, como Patricia Bullrich; oscureciendo el debate político (tanto como es posible darlo en las actuales circunstancias) y tratando de evitar de ese modo que la sociedad pueda percibir los resultados concretos de la política de gestión de la crisis en términos sanitarios que ha seguido el gobierno, con los buenos resultados conocidos; y compararlos con los desastrosos obtenidos por otros países que esos mismos sectores ponen como ejemplo, Brasil sin ir más lejos, acá a la mano. 

Frente a esto y como es ya una impronta de su gestión de gobierno, Alberto Fernández hasta exageró la gestualidad de cercanía con algunos dirigentes opositores, como Gerardo Morales o Horacio Rodríguez Larreta, para mostrarse como un líder transpartidario que encabeza un esfuerzo colectivo por afrontar la pandemia. También hay allí un intento (que no es nuevo en la política nacional) de construir "un adversario a la medida", dividiendo el campo opositor y aislando a los más refractarios a cualquier forma de acuerdo.

Una estrategia política tan plausible como cualquiera, pero no exenta de riesgos, en tanto pretenda construirse sobre la base de desconocer las diferencias reales que existen en la sociedad, que luego se reflejan -más temprano que tarde- en sus preferencias políticas; y en tanto no termine trasladando una estrategia puntual seguida por años por el PJ porteño (hoy con gran gravitación en el entorno presidencial) de coexistencia pacífica con el la derecha en su versión macrista, a la escena nacional. 

Porque eso sería un error mayúsculo: Horacio Rodríguez Larreta no es distinto de Mauricio Macri, al menos en lo que importa, o en lo que a nosotros debiera importarnos, si vamos a hacer política con perspectiva nacional, popular y democrática.

Por el contrario, el actual jefe de gobierno porteño fue la figura con cierta experticia política o en la gestión de la cosa pública a la que acudió Macri cuando decidió matar el aburrimiento dedicándose a la política con la idea de tener algún día "un país atendido por sus propios dueños"; y es "el disco rígido" del modelo macrista de manejar la educación, la salud, el espacio público, la vivienda, entre otras cuestiones: Rodríguez Larreta es quien proveyó el "know how" necesario para poner la estructura estatal al servicio de los negocios de la clase dominante que en un momento eligió participar en política por medio de los suyos, para garantizar mejor así sus negocios e intereses.

De allí que si alguno cree que se puede construir algo en política acercándose a él, o que podría encarnar otro modelo de derecha distinta de la que expresó Macri en sus líneas fundamentales (con los desastrosos resultados conocidos) incurre en un gravísimo error. Y si no nos creen, basta ver lo que está pasando en este momento en las villas porteñas, con el coronavirus y dengue que se suman como plagas de Egipto al hacinamiento, el abandono, la falta de servicios esenciales o la segregación social que está en los genes originales del PRO.

Analizar a Larreta solo desde la óptica de algún negociado menor como la compra de barbijos caros y vencidos o la contratación de los hoteles de su media hermana, es hacerle al PRO el mismo tipo de oposición que en su momento le hacía Carrió, para terminar siendo socia.

Y sería también sumarle otro soporte funcional a su instalación como figura de recambio del desgastado Macri en la oferta electoral de la derecha, tal como el que le hacen los periodistas "del palo" que, a cambio de la pauta que distribuye con generosidad, lo omiten en cualquier crítica de la oposición al gobierno nacional, y ocultan los desaguisados de su gestión.     

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1 comentario:

canalla dijo...

Gran nota. Dan en el clavo. Para pensar, sobre todo de acá en adelante. Es rigurosamente cierto que Larreta es el gato. De nuevo: excelente análisis. Esa es la situación. Desgraciadamente. Fraternales saludos.