LA FRASE

"LA CANTIDAD DE PERROS DEL PRESIDENTE ES UNA DE LAS CUATRO O CINCO COSAS EN LAS QUE LOS ARGENTINOS NOS TENDRÍAMOS QUE PONER DE ACUERDO." (MANUEL ADORNI)

martes, 21 de diciembre de 2021

DEMOCRACIA Y MERCADOS, ASUNTOS SEPARADOS

 

La reacción de "los mercados" frente al triunfo de Boric en Chile no difiere mucho de lo que pasó en las elecciones argentinas del 2019: recordemos que entonces una encuesta trucha sobre un presunto "empate técnico" en las PASO entre Macri y Alberto disparó los precios de las acciones y otros activos argentinos, en el país y en el exterior. 

Desde siempre "los mercados" (esas deidades modernas inasibles y volubles), "votan" de muchos modos: subiendo los precios, provocando inflación, fugando capitales, especulando en la bolsa con el alza o el derrumbe de las acciones y los bonos de deuda soberana, desabasteciendo. Los chilenos, precisamente, padecieron en carne propia esas estrategias en el clima previo al golpe de Estado que derrocó en 1973 a Salvador Allende.

En éste caso y luego de un balotaje que revirtió la tendencia que marcó la primera vuelta (donde el candidato de la derecha fue por poco el más votado) parecieran estar diciéndole al ganador "vamos a ver cuan de izquierda sos", o mejor aun, "vamos a ver cuan de izquierda te dejamos ser".

Hemos dicho acá muchas veces que el capitalismo financiero globalizado (estadio actual del modelo económico imperante y hegemónico en el mundo) resolvió la contradicción entre capitalismo y democracia reduciendo a ésta a un simple entretenimiento de los pueblos, para liberar tensiones sociales que, de no descomprimirse, podrían generar inestabilidad en el sistema.

Dado que ya no es de buen tono impedirnos que lo hagamos mediante golpes militares, "nos dejan" que votemos y hasta nos apasionemos con las contiendas políticas, con tal que no saquemos los pies del plato, y ni se nos ocurra darle a nuestro voto una proyección mayor que el simple recambio periódico de las autoridades que tienen a su cargo la administración (recalcamos: la administración) del Estado.

Cuando se constata la merma en la concurrencia de los ciudadanos a las urnas (sea con voto obligatorio  o voluntario) se soslaya este aspecto del asunto: intuitivamente, muchas personas perciben que, voten a quien voten, su suerte no ha de cambiar sustancialmente; y se ahorran el trámite. El desencanto es tal que se pasa del "voto bronca" o el "voto castigo", a la simple y llana abstención electoral.

En todo el mundo en general, y en América Latina en particular, esa presión de las distintas fracciones del capital (hegemonizadas y conducidas por el capital financiero) tiene resultado, porque los gobiernos de nuestras democracias "de baja intensidad" post dictaduras militares se han vuelto débiles y frágiles frente a los golpes de mercado, y el humor volátil de los capitales que se mueven libres por el mundo, sin ningún tipo de restricciones: más que al voto ciudadano en las urnas, le temen al de los accionistas en las asambleas, o a los movimientos digitales de los flujos de fondo que pueden traspasar fronteras con solo apretar un botón.

Lo cual deja a las cosas en una encerrona de difícil solución, porque salvo excepciones -y a veces ni siquiera así, como ocurrió en Bolivia- no se apela ni a la formación y concientización política de la ciudadanía para que entienda lo que está en juego, ni a la consecuente organización y movilización popular para darle consistencia a la legitimidad que surge del voto, para resistir esas presiones.

La política, convertida así en un asunto de "operadores" expertos que maniobran en las trastiendas lejos de ojos indiscretos, se niega a sí misma sus mejores armas para enfrentar a enemigos poderosos, que por lo general terminan torciéndole el brazo. Al "discurso único" del neoliberalismo económico (y como no, a las teorías "del derrame" de matriz presuntamente heterodoxa) le sigue como la sombra al cuerpo, la convicción de que en materia económica y social hay una sola hoja de ruta posible de seguirse, con prescindencia de como y a quien vote la gente cuando hay elecciones.

Es difícil aventurar acá como decantará el proceso que se abre en Chile con el triunfo de Boric, pero nos parece que es digno de observárselo desde esta perspectiva, para determinar en que medida las convulsiones sociales que llevaron al vecino país a un estado virtualmente asambleario, decantan en algo más que movilizaciones callejeras y expresiones de repudio no solo a la derecha pinochetista, sino al conjunto de un sistema político que no supo dar respuestas a las demandas de las grandes mayorías sociales.

A 20 años de la crisis del 2001, aprendimos acá (al menos queremos creer que sí) que el "que se vayan todos" termina siendo funcional a esta estrategia de "los mercados" para la cooptación y el vaciamiento de sentido de las democracias. Se necesita que se queden, los que estén dispuestos a darles pelea, y a hacer algo más que administrar las crisis, haciendo que las paguen no los que las generan, sino los que las provocan, y se benefician con ellas. 

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