LA FRASE

"LA CANTIDAD DE PERROS DEL PRESIDENTE ES UNA DE LAS CUATRO O CINCO COSAS EN LAS QUE LOS ARGENTINOS NOS TENDRÍAMOS QUE PONER DE ACUERDO." (MANUEL ADORNI)

miércoles, 27 de junio de 2018

ALGO NO CIERRA



En los casi 31 meses de gobierno que lleva Mauricio Macri y con la sola excepción de un par de ellos a fines del año pasado (justo para la época de las elecciones) el consuno viene cayendo en forma sistemática, un efecto previsible de otra constante del ciclo de “Cambiemos”: la pérdida de poder adquisitivo del salario frente a la inflación, ni hablar si se mide su evolución en dólares.

Por decisión deliberada del gobierno y efecto lógico de sus políticas, está apagado así hace meses el principal motor de la demanda agregada, que podría poner en marcha la economía. Para peor, a fines del año pasado y aun antes de haber ido al FMI, el gobierno -en línea con las recomendaciones que hiciera el Fondo en la revisión del artículo IV de nuestra economía- logró aprobar una reforma previsional que tira a la baja los haberes de los jubilados, pensionados y beneficiarios de la AUH; todos sectores de ingresos fijos con altísima propensión al consumo, que naturalmente debieron retraerlo.

Ya entrado éste año y aun antes -insistimos- del acuerdo con el FMI, el gobierno insistió hasta ayer nomás (al menos, hasta el paro de la CGT) en la inverosímil pauta salarial del 15 % en las paritarias, que estaría muy por debajo (menos de la mitad) de la inflación que hasta el propio gobierno reconoce a regañadientes que podría terminar arrojando este año; pese a los dibujos de Todesca.

También fue sobrepasado por la realidad aquel gesto teatral de “decretar” una ventana del 5 % a negociar entre las partes que ya habían cerrado sus paritarias ajustándose al “cepo” oficial: el propio Macri que estampó su firma en el decreto, en aquel inolvidable monólogo suyo ante Lanata que algunos llamaron entrevista, ubicó a la inflación esperada para éste año en torno al 30 %, previsión que hoy resulta claramente mezquina comparada con la realidad.

Siempre antes de haber anunciado que volvería a pedir financiamiento al Fondo, Dujovne anunció un recorte de más de 30.000 millones de pesos en la obra pública, mientras ya se conocía una merma sustancial del gasto en ese rubro y de las transferencias a las provincias con el mismo objeto, comparada con el año pasado, cuando ese ítem fue uno de los “drivers” utilizados por “Cambiemos” (junto a los préstamos Argenta) para ganar las elecciones.

Cuando el Congreso votó una ley para retrotraer los tarifazos a noviembre del año pasado y adecuarlos –en lo sucesivo- a la variación de los salarios, Macri lo vetó impiadosamente en horas; para sostener la política de dolarización de las tarifas que viene llevando adelante su gobierno, que por un lado alimenta la inflación, y por el otro, resta ingreso disponible para consumir a los ya flacos bolsillos de trabajadores, jubilados y sectores de ingresos más o menos fijos; ni hablemos los de aquellos que subsisten en la informalidad, o precarizados.

Para peor, la necesidad de contener el dólar y desarmar de a poco la bomba de las LEBAC's llevó las tasas a niveles incompatibles con la actividad productiva, y el "mundo" al que volvimos tampoco da señales de comportarse muy amistosamente: sigue sin cerrarse el acuerdo Mercosur-UE (afortunadamente para el país), la guerra comercial entre las grandes potencias está in crescendo y los platos rotos los pagamos los demás, Brasil sigue hundido, nuestra balanza comercial bate récords de déficit y cae el precio de la soja: esperar alguna reactivación por ese lado sería ilusorio.  

Conocidos los términos de los arreglos con el FMI, se advierte -sin sorpresa alguna- que suponen más de lo mismo, de aquellas recetas que siempre recomienda el Fondo, y que cada vez que se intentaron, fracasaron estrepitosamente: recorte más brutal aun del gasto público (apagando otro motor de la demanda agregada), en especial en salarios, jubilaciones, obra pública y subsidios a las tarifas de los servicios públicos.

No se trata acá de decir que esas medidas, de llevarse a la práctica, generarán recesión donde ya hay una alta y persistente inflación (dando como resultado la tan temida estanflación de la que hablaba Cavallo); sino que eso ya está pasando, como dicen los spot publicitarios del gobierno; claro que con otro sentido, y respondiendo a otros tiempos, que no son estos: baste decir que nos muestran un ambicioso plan de obras públicas, que ha quedado archivado para mejor oportunidad.

De allí que resulte sorprendente que, frente al contundente paro de la CGT, el gobierno salga a decir que ratifica el rumbo económico, al mismo tiempo que anuncia medidas para “evitar” la recesión, como si ésta no estuviese ya entre nosotros; o como si fuera resultado (“Macri dixit”) de que “pasaron cosas”, y no consecuencia directa de las políticas oficiales.

Poner ambas cosas juntas es, claramente, un oxímoron: si lo que el gobierno desea es “evitar” una recesión llega tarde, y si quiere superarla rápidamente, lo primero que tiene que hacer es abandonar las políticas que está llevando adelante, no ratificarlas.

Aun dando por bueno que Macri y su desflecado “mejor equipo de los últimos 50 años” saben estas cuestiones en su fuero íntimo, pero entienden que no es de buen tono admitirlas en público (porque de tal modo sembrarían aun más dudas de las que ya existen sobre su aptitud para manejar la “turbulencia”), no por eso el principal problema que afronta el gobierno dejaría de existir: como hacer para conseguir consenso social para un programa económico que excluye a –largamente- el 90 % de los argentinos, en un régimen de democracia abierta y sin represión.

Sea que se considere que el gobierno llegó al acuerdo con el FMI porque se le cerraron los canales de acceso al endeudamiento fácil que abundaron en sus dos primeros años de gestión, o sea que se piense que ése era su plan desde el principio pero la normalidad del recambio institucional (Cristina no se fue en medio de una crisis, como la mayoría de los gobiernos en el pasado) se lo impidió, el dilema que enfrenta Macri está allí enfrente, y radica en eso: para decirlo en palabras de Perón, como desplumar a la gallina sin que grite.

La contundencia del paro de la CGT habla no de la presuntamente recuperada credibilidad de una dirigencia sindical penosa, ni de la eficacia que alcanzó la medida porque adhirieron los gremios del transporte (el placebo al que prefirió aferrarse buena parte del gobierno, antes que intentar comprender lo que realmente pasa), sino del hartazgo social con el reparto de las cargas del ajuste que viene haciendo el gobierno desde que asumió; y con su resistencia a la profundización del mismo que surge implícita del acuerdo con el FMI.

Un acuerdo que -por pedido del Fondo, curado ya de espanto porque bien sabe los efectos que provocan sus recetas, aunque por eso no se prive de repetirlas- contempla futuros desembolsos de dólares, según como progrese el gobierno en el cumplimiento de sus compromisos: esa exigencia escrita, voluntariamente asumida por el propio Macri al ir a pasar la escupidera en Washington, es la expresión formal del dilema: ¿será capaz de imponer un mega ajuste y controlar al mismo tiempo las consecuencias sociales, políticas y electorales de sus resultados?

1 comentario:

Norberto dijo...

Se entiende cuando se ven los dibujos del INDEM con Todesca de jefe asistido por funcionarios neolib y empleados troskos, esos que ahora con ponderaciones a gusto para esas obras de arte, no abrazan al Instituto, a pesar de haber cambiado varías veces las formas de medición en treinta meses tanto para el IPC, como para el PBI y otros índices.
Eso si, como eso conviene a la financiarización de la economía, crecimiento de cerca del 10% en un año, el FMI no objeta las estadísticas.
Stop Fly pasajeros Bondi Arbus para pasajeros y equipajes de la lowcost
Nunca menos y abrazos