Que el acto de apertura de la Rural (con el consabido discurso incendiario del presidente de turno) tenga año tras año cada vez menos repercusión política, es sin dudas otro logro que hay que agradecerle al kirchnerismo.
Aunque todavía existan dirigentes políticos que (como lo muestra la placa) consideren necesario dar acto de presencia y aguantar los sermones del púlpito rural; que más que dirigidos a un gobierno puntual (si bien se los mira) son dardos contra todo lo que representan el Estado, y la política; en tanto intentos de corregir las desigualdades de una sociedad, o canales para armonizar los intereses del conjunto por encima de las lógicas corporativas donde tiende a privar el más fuerte.
Si no lo entienden así, o aun entendiéndolo, deciden igual prestarse al juego, allá ellos.
Para el caso es poco relevante si habló Etchevehere en lugar de llamarse a silencio por sus problemitas judiciales (a propósito: a Ernesto Sanz le molesta que Boudou presida las sesiones del Senado, pero no hacer de claque de un esclavista defraudador); porque cualquier otro dirigente ruralista en su lugar, habría dicho exactamente lo mismo.
Que es lo mismo que vienen diciendo desde el 2003, o si miramos mejor, desde que la Rural fue creada en 1866, salvo -claro está- cuando gobernaban ellos, o sus mandatarios. No hay allí entonces ninguna novedad que comentar.
Dicen lo mismo de siempre, en el mismo tono admonitorio de patrón de estancia al que están acostumbrados, también desde siempre. Exigiendo "urgentes cambios de rumbo" con el mismo tono de ultimátum de Videla en aquélla Navidad del 75' y con la misma pulsión golpista en su fuero íntimo; claro que sin la misma aptitud de transformarla en acto, afortunadamente.
El interés social por lo que diga y reclame "el campo" (léase las patronales rurales) está hace rato en notoria baja como dijimos; y no sólo porque la gente común tiene otras preocupaciones más cercanas y candentes.
Alcanzó su clímax durante el conflicto por las retenciones móviles para luego seguir un ininterrumpido plano inclinado, incluyendo fracasos políticos notorios del sector; como el fallido experimento de gobierno corporativo que ensayaron a través de los rápídamente olvidados "agrodiputados".
Y las razones son básicamente dos, en nuestra opinión: por un lado se ha roto ese sobreentendido cultural según el cual el interés particular (empresarial, corporativo) del sector se identifica con el conjunto de los intereses; sobreentendido que les granjeó el apoyo entonces de vastos sectores sociales; que hoy prefieren no recordar que cacerolearon a favor del desabastecimiento de alimentos. Tampoco es cuestión de pedirles un mea culpa público y explícito; celebremos que no lo hayan vuelto a hacer.
Por otro lado, el fracaso político de las patronales agrarias se explica porque puestos a hacer política son -básicamente- brutos, ignorantes y desconocedores de las mínimas y elementales reglas de juego de la política en democracia.
Porque aunque afinen el discurso tratando de demostrar (como decía el cartel debajo del atril de Etchevehere) que "el campo es mucho más que el campo", en su pensamiento político nunca lograron comprender que hay un país más allá de las tranqueras; y que los alambrados no encierran la Argentina real.
Desde el punto de vista político, el sainete anual de la Rural en Palermo es una rémora del pasado predemocrático, de los "tiempos de la república", como decía el abuelo de Pinedo (presente en el palco ayer, respondiendo al mandato de la sangre); cuando añoraba el fraude institucionalizado, orquestado para garantizar que "gobernaran los que saben".
Hay sin embargo una cierta contradicción en el discurso de Etchvehere de ayer: al par de la certeza de que a partir del año que viene alumbrará un país distinto y mejor (según su visión), en el tono del patrón que le habla a la peonada emplazó a la dirigencia opositora (que en su mayoría desfiló por Palermo plegándose a los reclamos del sector) a cumplir con sus promesas en caso de llegar al gobierno: bajar o eliminar las retenciones, liberar el comercio exterior, "bajar la agobiante presión fiscal al sector".
Es como si la dirigencia rural no terminara de creer en tanta lisonja en el discurso, y reclamara ver hechos; aunque esos hechos signifiquen desfinanciar al Estado, y condenarlo al ajuste o a volver al ciclo del endeudamiento: ése no es su problema, y hasta sugerirán que así lo haga, para "recuperar el rumbo correcto".
Esa sutil desconfianza en las promesas opositoras que se deslizó en la catilinaria de Etchevehere contra el gobierno nos muestra que la lucha política en democracia es un terreno pedregoso para éste gente; un acertijo que no terminan de descifrar,
Allí hay que buscar la razón de muchos de sus espasmos verbales; desde el "depredador insaciable" de Biolcatti, hasta la "década depredada" del que sojuzga a sus peones por un salario de miseria, o estafa a su propia familia: es la expresión de la impotencia propia del que no comprende por qué razón la gente se equivoca cada vez que vota, y no elige a los que ellos prefieren.
Etchevehere está convencido de que a partir del 2015 vendrá inexorablemente un país mejor, claro que mejor para él no es necesariamente mejor para todos, o por lo menos para las grandes mayorías. La experiencia histórica demuestra que es más bien exactamente lo contrario.
Está en el pueblo argentino demostrarle -una vez más- lo equivocado que está.
2 comentarios:
¿La hermana de Etchevehere no estuvo en el acto de La Rural?
Tendría que haber ido y también pedir un cambio de rumbo. Pero un cambio de rumbo de su hermano, así le devuelve los inmuebles y las acciones que le tragó.
El Colo.
cada año, cuando sucede este evento, vuelvo a escuchar "La Mesa Criolla" de Barragán...
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