Los medios los mimaron siempre, como el prototipo mismo de la argentinidad, el subsuelo de la patria sublevado, en clave clasemediera.
Para ellos -fundamentalmente- piensa Lanata su programa; además, claro, de para su propio ombligo y su propio bolsillo.
Se constituyeron sin dudas en un actor político, aunque renieguen explícitamente de esa condición, como si tal cosa pudiera hacerse cuando uno decide ocupar el espacio público, ponerle el cuerpo a la protesta y expresar ideas (por más rudimentarias o simplotas que puedan parecer, o ser enunciadas) que son políticas.
Transcurridos ya unos cuantos meses y unas cuantas fechas postuladas como emblemáticas, fundacionales o más bien catalizadoras de una explosión institucional (el mito del derrumbe del kirchnerismo, provocado por su aparición) el movimiento cacerolo fue perdiendo potencia, como consecuencia de sus propias limitaciones.
Y la fue perdiendo, en la misma medida en que, semana a semana, crecía la atención sobre el show de Lanata, que les está preferentemente destinado; ¿hay quizás allí una relación de causa y consecuencia no debidamente analizada aun en todas sus implicancias?
Porque resulta curioso que las denuncias del gordo no hayan derivado en un nuevo cacerolazo masivo, más espontáneo si se quiere, como resultado de la combustión instantánea que provocan (o deberían provocar, en teoría) sus informes sobre la corrupción del kirchnerismo.
O a lo mejor la paradoja es aparente y no real, y ocurrió lo que debía suceder: el discurso profundamente antipolítico que subyace en el guión de Lanata (estos son todos unos chorros y nada más, siempre lo fueron, nunca hubo otra cosa y yo, que soy el más piola de todos, te lo demuestro porque es así, y listo) termina provocando una suerte de anomia hacia el interior del propio colectivo cacerolo; de modo que la furia crece en la misma proporción en que decrece el entusiasmo por seguir participando en las movilizaciones, como si asumieran -conciente o inconcientemente- que no conducen a nada, o por lo menos no a los magnificentes objetivos iniciales.
Algo parecido -sin ir más lejos- a lo que está sucediendo con los indignados europeos, en los que se reflejaban nuestros cacerolos, extrapolando realidades.
Claro que esto a Lanata no le preocupa demasiado (quizás sí al Grupo Clarín, que busca algo más que audiencia), porque mientras los cacerolos que no salgan a la calle se sienten, domingo a domingo, frente al televisor para verlo, todo estará bien: el malabarista seguirá entreteniendo con sus trucos mientras no se le caigan las pelotas que lanza al aire, en éste caso, las planillas con los números del ráting.
De lo contrario, y siguiendo las inveteradas costumbres del mundo del espectáculo televisivo, será despedido con la patada en el culo de rigor, y buscarán a otro para que llene el hueco.
Sin embargo no fueron la tele y Lanata los únicos que repararon en el potencial que representan los cacerolos: supimos ahora que nada menos que la "Task Force" de los fondos buitres yanquis que litigan contra el país para cobrar sus deudas contactaron a algunos de los autotitulados "líderes" o "promotores" de las protestas (que fueron perdiendo en número a medida que ganaban en organicidad e identificación política: otro dato a considerar), para financiar sus actividades.
Quizás sobredimensionando su capacidad de influir en el sistema político, pero demostrando claramente que la pelea contra los fondos buitres no se lleva adelante sólo en los tribunales.
Y aunque los Bugallo, Santoro y cía. se ocupen en destacar que rechazaron las ofertas de guita de los Paul Singer y compañía, queda bastante claro que no fue por principios (porque de ser así, hubieran rechazado de plano el convite), sino más bien porque no se pusieron de acuerdo en el precio.
Cuestión que horada un poco el discurso ético del cacerolaje promedio, y ha dado motivo para que se revoleen las ollas entre ellos, en las redes sociales.
Pero también los partidos opositores (que en un principio se mantuvieron distantes, como que en los primeros cacerolazos eran blanco de tantas puteadas como el gobierno ) posaron su mirada en las cacerolas, del mismo modo que los organizadores de las protestas los invitaron abiertamente a participar en la última, lo que nos lleva a otro dato interesante para el análisis: la cantidad de dirigentes opositores que participaron de la protesta fue directamente proporcional a la merma de concurrentes.
Relación que llegó a su punto más bajo con la escuálida convocatoria del 24A cuando se aprobaban las reformas al Consejo de la Magistratura, con el episodio emblema de la piba a la que dejaron sola en la carpa opositora montada frente al Congreso.
Y ahora la oposición, en la continuidad del clásico mamarracho de agitar el fantasma del fraude al que apelan en cada elección, contacta a los "líderes" del cacerolismo, para invitarlos a fiscalizar las elecciones y evitar el fraude, que dan por descontado.
Lo que nos impone una disgresión: ¿alguna vez esta caterva de impresentables sin votos, contratados a medio tiempo como columnistas de la tele y la radio, asumirán alguna responsabilidad por las barbaridades que dicen al voleo sobre las elecciones, sin presentar jamás de los jamases nunca una prueba concreta y contundente en la justicia?
A menos que estén intentando competir con Lanata, presentándose al cásting de Clarín antes de que al gordo lo rajen.
Pero volvamos a la convocatoria de los cacerolos para fiscalizar las elecciones: desde acá saludamos el hecho como sumamente auspicioso, y les damos la más cálida bienvenida a la militancia.
Porque resulta que en las últimas elecciones hubo que pagarles a los presidentes de mesa porque, año tras año, decaían el fervor cívico en la misma medida que aumentaban las excusaciones, en muchos casos de profesionales y empleados públicos jerarquizados (clase media en suma, el núcleo de la bronca cacerolera), con contactos en la justicia electoral para zafar.
Así que si ahora deciden levantarse temprano un domingo a la mañana, y poner el culo en la silla todo el día hasta la noche, hasta que el último voto haya sido contado y la última planilla firmada, nos parece excelente.
No es ni mas ni menos que lo que hacen siempre los militantes, esos a los que ellos denigran o desprecian.
Y es muy importante que presten atención a todos los detalles y hagan bien su trabajo, dejando constancia de toda irregularidad que exista, y defiendan con uñas y dientes los votos: de cualquiera, si defienden (como dicen) a las instituciones y a la república, o de Patricia Bullrich; da lo mismo.
Pero eso sí: que entiendan claramente que, tanto más se involucren y participen en la elección (llenándoles de paso los huecos de militancia a muchos sellos de goma partidarios), más comprometidos quedarán a aceptar los resultados.
2 comentarios:
lanata y sus patrones se imaginan como este tipo:
https://www.youtube.com/watch?v=nd4_xKN7pIY
(de network, de sidney lumet). la diferencia es que el tipo de la película (que está realmente loco, no se hace nomás) empieza a ventilar los negocios espurios de sus patrones y entonces lo bajan.
QUE PASA CON EL AMIGO LUCAS CARRASCO Y SUS TUITS ?? DERRAPO EL ENTRERRIANO??
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