LA FRASE

"VOLVÍ PARA OFRECERLE AL PRESIDENTE MI COLABORACIÓN PARA RESOLVER EL PROBLEMA DE LOS CANDIDATOS QUE PROPUSO PARA LA CORTE." (FABIÁN RODRÍGUEZ SIMÓN)

domingo, 11 de marzo de 2012

ESCENAS DE MACRISMO EXPLÍCITO


Como parte de la centralidad de la agenda porteña que aun no hemos podido revertir, nos acostumbramos a involucrarnos en peleas que están a quinientos kilómetros de acá; sin darnos cuenta en que medida convivimos con situaciones que se les parecen, si no son directamente iguales.

En Santa Fe no tenemos subte (algo que mucha gente no advierte: basta ver la cantidad de oficinas públicas que hay acá con televisores prendidos las 24 horas en TN manteniéndonos informados minuto a minuto del culebrón de Mauricio con el gobierno nacional); pero tenemos nuestras propias Villas 31, con piquetes, protestas y marchas variadas; y un gobierno municipal presto a perder los estribos, al mejor estilo macrista.

Recién llegado Corral a la intendencia municipal disfrutó -como todo gobierno que se inicia- de la luna de miel que se le concede al vencedor electoral; y comenzó a volar con delirios al mejor estilo Mauricio (o Barletta, su mentor político): que la carrera del TC 2000 con recorrido por adentro del puerto, que los espectáculos culturales para el carnaval, y -sobre todo- que la presentación de la candidatura de la ciudad como una de las más maravillosas del mundo, celebración incluida por haber quedado en la primera votación entre las doce candidatas argentinas.

En eso estaba el hombre cuando la realidad lo bajó a tierra de un hondazo, porque florecieron los cortes, piquetes y protestas; que podrán ser motorizados por algún sector del lumpenaje político (seguramente pasó), pero no por eso dejan de ser expresiones de tensiones sociales existentes, que el progresismo (al igual que la derecha macrista) se empecina en negar.

No hablemos ya de buscarles una solución: desde la protesta organizada (los cortes y piquetes) hasta manifestaciones de la economía informal que ya adquieren rasgos estructurales (como los "trapitos" cuidacoches, o los vendedores ambulantes), activan en la gestión radical de la ciudad pulsiones autoritarias, que sacan a la luz el míster Hyde que se esconde detrás del doctor Jekykll progresista; ese que repartía flores para el día de la mujer, o amenizaba las paradas en los semáforos con mimos y tipos en zancos.

En Santa Fe (como en toda la Argentina, aun considerando los innegables avances de estos años) hay pobreza y marginalidad; y no sólo no se las encara como problemas desde políticas públicas específicas que ataquen sus núcleos estructurales: se las pretende barrer bajo la alfombra, ocultarlas porque molestan y ofenden la sensibilidad estética de ciertos sectores sociales, que conforman el núcleo electoral que llevó a Barletta primero, y Corral después, a la intendencia.

Pobres, marginales, vendedores ambulantes, "trapitos", afean el paisaje y desmienten -con seres humanos de carne, hueso y problemas- el imaginario de la "cidade maravilhosa" con la que se quiere asociar a Santa Fe desde el gobierno municipal.  

Y frente a esto, el radicalismo santafesino en gestión reacciona al mejor estilo macrista: define como prioritaria "la recuperación del espacio público", pero sin que nunca quede claro para qué y para quiénes: el puerto -por caso- también es un espacio público, y ha sido colonizado por intereses de negocios privados, con la total anuencia del Estado.

Mientras tanto, la gestión radical ensaya -por única respuesta a los conflictos-  toda una batería de medidas represivas (por ahora de baja intensidad, a la espera de la bendición judicial para las más rigurosas); desde la denuncia contra los "trapitos" hasta la dirigida contra las organizaciones sociales que protestan, por hacerlo frente a la casa del intendente 

Cierto es que la escala municipal de los temas acentúa las similitudes, porque a la hora de afrontar cuestiones como el transporte público, la basura o el asfalto no se puede estar todo el tiempo planteando grandes relatos ideológicos diferenciadores; pero también lo es que el  proclamado "progresismo" es una identidad licuada, un significante vacío que no se traduce (hablando de políticas públicas) más que en ciertas concesiones al pluralismo cultural; que por cierto la derecha macrista está también dispuesta a hacer.

Al parecer hay un "modelo" de ciudad ideal, a la que se aspira a llegar; aun al costo de ignorar a la ciudad real, con sus problemas y sus carencias concretas, aun aquellas elementales que tienen que ver con los servicios básicos que un municipio debe garantizar.

Y todo aquéllo que aparte al que gestiona de ese norte (así sea la expresión de la protesta social, o los reclamos de los vecinos) crispa, y activa los impulsos represivos; que aun sin llegar a materializarse en el uso de la fuerza (se adivina la ansiedad porque se despliegue, pero hay frenos inhibitorios que impone la corrección política, o la simple cobardía: que el trabajo sucio lo haga otro), producen un discurso y una praxis política excluyentes.

Al remitir a los que protestan al terreno de la judicialización, al reaccionar así ante el primo pobre que arruina la celebración familiar, la gestión municipal está transmitiendo (como Mauricio, como el PRO) que existen vastos sectores sociales para los que no hay en Santa Fe lugar, políticas, recursos, tiempo. 

Que la ciudad que Corral quiere gestionar no los incluye, simplemente: cualquier parecido con el macrismo no es pura casualidad.

Y un detalle para redondear la idea: los que protestan tampoco tienen como vehiculizar políticamente sus demandas porque el peronismo de la ciudad (reproduciendo en copia agrandada lo que sucede en la provincia) está en un estado de postración terminal, después de varias gestiones municipales que -pese a recibir su caudal electoral de los sectores excluidos- se parecieron asombrosamente a las de Barletta y Corral en estas cuestiones; o en todo caso con diferencias cosméticas menores que no cambian su naturaleza. 

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